Pedro Sánchez y el BCE, aliados para el despilfarro
“El Gobierno se jacta de lo bien que va la economía, pero todo el tinglado se sostiene sobre el gasto público”

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | A. Pérez Meca (Europa Press)
Durante los diez años que terminaron en 2012, el tipo de interés promedio de la deuda pública española fue 4,05%. En el período 2014-2024, esa media bajó a 2,48%. Tal reducción no se debió a una mayor confianza derivada de un mejor estado de las cuentas públicas. Por el contrario, entre ambos períodos, estas agravaron su mala situación: de un déficit medio anual de 4,1% del PIB en 2003-2012, se pasó a uno de 4,7% en 2014-2024; la deuda pública, que en 2012 equivalía al 80% del PIB, ahora llega al 102%.
La caída del tipo de interés se explica por el intervencionismo monetario del Banco Central Europeo, destinado precisamente a anular la capacidad del mercado de títulos públicos para evaluar el riesgo de la deuda de cada país. Como expliqué en mi artículo anterior en este mismo digital, desde 2014 el BCE dejó de lado su promesa de proteger el valor del euro y se lanzó a emitir dinero a ritmos superiores al 20% anual. Emisión realizada principalmente mediante la compra de títulos públicos, inflando sus precios y reprimiendo los tipos de interés.
Ahora quiero poner números concretos para el caso español y mostrar que, lejos de “salvar el euro” o fomentar una economía sana, el BCE ha sido cómplice del descontrol de las cuentas públicas de nuestro país.
El BCE ha subvencionado al gobierno de España con unos 272.000 millones de euros (¡un 17% del PIB!). Esa es la cifra que el gobierno se ahorró en intereses por la represión de tipos del BCE. En rigor, el subsidio es mayor, pues el cálculo está hecho como si durante 2014-2024 el gobierno hubiera tenido que pagar el mismo tipo de interés que pagó en 2003-2012 (4,05%). Pero como el estado de las cuentas públicas empeoró, es muy probable que el mercado exigiera un tipo de interés más alto para reflejar el mayor riesgo.
Sin el intervencionismo monetario del BCE, el déficit fiscal promedio de 2014-2024 hubiera sido 6,4% del PIB en lugar de 4,7%. El déficit real de 2024 no sería el 3,2% anunciado oficialmente, sino 4,8%. María Jesús Montero no es capaz de cuadrar las cuentas, ni siquiera con una rebaja de casi 27.000 millones de euros anuales en la factura de intereses. El desinterés por eliminar el déficit fiscal es manifiesto si recordamos que, además del ahorro de intereses, el sanchismo-leninismo llevó la presión tributaria al máximo histórico (42,2% del PIB en 2024, frente a 37,9% en 2017, último año completo antes del inicio del actual calamitoso gobierno).
No es que yo quiera que el gobierno gaste más en intereses. Ocurre que, si el BCE se hubiera dedicado a la tarea para la que fue creado (mantener la estabilidad de precios) en lugar de rescatar a los gobiernos despilfarradores, el gobierno de Pedro Sánchez no habría podido gastar lo que gasta ni aumentar la deuda tanto como lo ha hecho.
Ese ahorro de intereses es una pérdida neta para el sector privado, que cobra por sus títulos públicos menos de lo que percibiría sin la intervención del BCE. Intervención que es la culpable de la inflación que hizo perder al euro más de un 20% de su poder de compra desde 2014.
Si el déficit fiscal hubiera sido desde 2018 siempre mayor al 4% (como habría ocurrido sin el ahorro de intereses), el tipo exigido a los títulos españoles habría sido mucho mayor, lo que habría desatado una serie de complicaciones económicas que habría obligado al gobierno a cuadrar las cuentas o a dimitir en medio de una crisis económica, como ocurrió con ZP.
En cambio, tenemos un Gobierno que se jacta de lo bien que va la economía. La verdad es que todo el tinglado se sostiene sobre la base de gasto público (aumento de pensiones y prestaciones, récord de empleados públicos, gasto de capital que más que duplica el de 2017, subvenciones, etc.), que se financia asfixiando al sector privado y con deuda barata gracias al BCE.
Pero la deuda pública no podrá crecer sin límite, la pérdida de competitividad irá aflorando sus consecuencias, el vaso del sobrecoste que sobrellevan las pymes por decisiones arbitrarias del gobierno (subida del 81% del salario mínimo desde 2016, reducción compulsiva de la jornada laboral, etc.) se desbordará y se hará evidente que el actual nivel de gasto público es insostenible. En ese momento, los socialistas de todos los partidos volverán a gritar “no a los recortes” (del “no a la guerra” se olvidaron) e intentarán confundir a la gente sobre quiénes son los culpables. Por eso, los señalo de antemano: Pedro Sánchez, todos sus ministros y el BCE.