Se acercan los Días de la Victoria de 2025
“Hoy, en Rusia se vive una paradoja: se homenajea el fin de la guerra mientras se justifica otra invasión”

Ilustración: Alejandra Svriz.
Mientras Rusia lanza ataques masivos contra ciudades ucranianas, Vladímir Putin anunció una tregua unilateral del 8 al 10 de mayo de 2025, coincidiendo con las celebraciones del Día de la Victoria, una fecha clave para Rusia que conmemora la derrota de la Alemania nazi en 1945. El Kremlin afirmó: «Todas las acciones militares quedan suspendidas durante este período. Rusia cree que el lado ucraniano debería seguir este ejemplo», con la advertencia de que cualquier violación por parte de Ucrania provocaría una «respuesta adecuada y efectiva» de las fuerzas rusas. Por otro lado, Volodímir Zelenski, afirmó hace poco que Moscú está «preocupado» por la posibilidad de celebrar su desfile militar del Día de la Victoria el 9 de mayo, sugiriendo que tienen «razones» para estarlo, desafiando a Rusia en plena guerra.
Para Putin, el 9 de mayo ya no es solo un homenaje a los veteranos que liberaron Europa del nazismo: es la excusa perfecta para presentar la invasión de Ucrania como una «segunda gran guerra patriótica». Occidente —y Ucrania en particular— sería el «nuevo nazismo» que amenaza a la Madre Patria. La narrativa es sencilla: nuestros bisabuelos vencieron al fascismo en 1945, nuestros soldados vencerán de nuevo en 2025. Y mientras en el frente los reportes hablan de bajas, sanciones y estancamiento, en la Plaza Roja exhiben tanques capturados en Ucrania con un claro mensaje: la historia se repite.
Este montaje de épica bélica sirve a un propósito interno: cohesionar a una sociedad harta de dificultades económicas bajo un paraguas de unidad nacional. Ian Garner, experto en propaganda, explica que cuando la realidad —es decir, la crudeza de la guerra— se aleja del mito heroico, el Kremlin rellena el hueco con un virtualismo patriótico: «En Internet, es donde el régimen de Putin encuentra su razón de ser y, a medida que la realidad se aleja del heroísmo para acercarse a la humillación, el mundo virtual es el que le ofrece al régimen la mejor esperanza de satisfacer a su población en esta época de trastornos autoinfligidos. En el sinfín de películas, libros, canciones y documentos culturales sobre la Gran Guerra Patriótica, estos héroes son invocados constantemente en el presente, celebrados y elevados al panteón de los santos guerreros». En la práctica, niños soldado recrean batallas de 1945 y veteranos centenarios bendicen la nueva cruzada. Tocan la fibra emocional para distraer de la factura real: inflación, muertos y aislamiento global. La manipulación de la historia es parte central de este discurso. Putin ha minimizado la contribución de los aliados occidentales en la derrota del nazismo, enfatizando un papel casi exclusivo de la URSS. Ya en 2021, antes de la guerra actual, llegó a afirmar que el pueblo soviético estuvo solo contra Hitler, borrando de un plumazo el aporte de Estados Unidos, Reino Unido y otros.
Mientras Rusia orquesta su show, Occidente va por otro lado. En 2015, para el 70º aniversario, los líderes europeos boicotearon el desfile en protesta por Crimea. En 2025, ni una sola cara amiga en la tribuna: ni europeos ni estadounidenses. Es más, Zelenski, desde 2023, celebra la victoria sobre el nazismo el 8 de mayo, alineándose con la UE, y reserva el 9 de mayo para denunciar la agresión rusa. Resultado: un choque de narrativas.
Ayer, 2 de mayo, Donald Trump anunció su intención de renombrar los aniversarios del fin de la Primera y la Segunda Guerra Mundial —el 11 de noviembre y el 8 de mayo, respectivamente— como «Días de la Victoria». También afirmó que Estados Unidos hizo «más que ningún otro país» para ganar la Segunda Guerra Mundial, minimizando la contribución soviética, lo que ha sido interpretado como una provocación directa. Como señala el analista Juanjo Prego, estas declaraciones «van a escocer en Rusia», donde el papel de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial es un tema de orgullo nacional y un elemento clave de la propaganda del Kremlin. Estas palabras hay que conectarlas con las recientes declaraciones de Vladímir Putin y su portavoz, Dmitri Peskov, quienes han enfatizado la contribución soviética a la victoria y han criticado a Occidente. Por ejemplo, Putin dijo el 30 de abril de 2025 que «la Federación Rusa hizo la máxima contribución a esta Victoria», chocando directamente la narrativa de Trump. Es más, Peskov ha rechazado recientemente la mediación de Trump, lo que pone en duda la capacidad de la administración estadounidense para cumplir su promesa de resolver el conflicto rápidamente.
Dentro de Rusia, disentir en estas fechas es peligroso. Pero desde el exilio, algunos suelen lanzar dardos en estas fechas. Como Garry Kaspárov quien, en 2022, afirmó: «Putin ha convertido el Día de la Victoria en una celebración de los ideales fascistas, imperialistas y asesinos que fueron derrotados en la Segunda Guerra Mundial. Ya era bastante malo que Rusia se revolcara en una nostalgia engañosa por la falta de logros más recientes. Esto es perversión hasta la médula». Otros disidentes señalan la hipocresía de honrar a los antepasados que lucharon contra un tirano mientras se encarcela y envenena a los críticos de la tiranía actual. Para muchos de ellos, el régimen de Putin ha secuestrado el 9 de mayo: en lugar de ser un día de recuerdo solemne y reconciliación (como es el 8 de mayo en Europa), se ha convertido en un día para glorificar la guerra y atizar el odio contra un enemigo inventado. Las voces críticas siempre son silenciadas en la televisión estatal rusa —que solo difunde imágenes de héroes y lágrimas patrióticas— y en la calle, donde la policía detiene a cualquiera que lleve una pancarta pacifista.
La batalla por la narrativa del Día de la Victoria y de la guerra en Ucrania no se libra solo en Rusia, sino también en la arena internacional. Con las grandes cadenas estatales rusas como RT y Sputnik vetadas o restringidas en numerosos países desde 2022, el Kremlin ha recurrido a nuevos canales para difundir su propaganda: las cuentas oficiales de sus embajadas en redes sociales y una red de comunicadores e influencers simpatizantes en diversos idiomas. Estas estrategias buscan ganarse a la opinión pública extranjera presentando la visión rusa de los hechos, a menudo disfrazada de periodismo independiente o testimonios ciudadanos.
Este fenómeno no es aislado: en toda Europa hay creadores de contenido prorrusos que, con decenas o cientos de miles de seguidores, amplifican la narrativa del Kremlin presentándose como alternativos o antisistema. Brookings Institute detectó que buena parte de la desinformación en español no sale de RT, sino de estos espacios «independientes». El objetivo es sencillo: sembrar dudas, dividir a la audiencia y ganar eco para la versión rusa de la guerra.
El gran dilema es si el Día de la Victoria podrá alguna vez desprenderse de esta nueva instrumentalización. Hoy, en Rusia se vive una paradoja: se homenajea el fin de la guerra mientras se justifica otra invasión. A nivel internacional, nadie cuestiona el heroísmo de los veteranos soviéticos de 1945, pero sí el uso que hace Putin de ese legado para legitimar un conflicto ilegal. Con la cercanía del 9 de mayo han surgido controversias sobre cómo el gobierno ruso utiliza esta efeméride para reforzar su narrativa nacionalista en el contexto de la guerra en Ucrania. Muchos analistas han señalado que las celebraciones de este año podrían intensificar la retórica antioccidental. Veremos.