Que 'La familia de la tele' no tenga descendencia
«El fin del mundo era eso y no el apagón o la red ferroviaria. Una cabalgata donde no había niños, para suerte de estos»

Belén Esteban subida a una carroza. | Jose Velasco (Europa Press)
El lunes pasado al llegar a casa lo primero que hice fue encender la televisión y poner el primer canal de la televisión pública. Fue un acto premeditado y alevoso. No puedo culpar a nadie de los daños sufridos durante ese espacio de tiempo, que se hizo más eterno que el de una persona encerrada en un ascensor o en un tren el día del apagón. Un acto de sadomasoquismo con el que no disfruté del dolor, pero que podría entrar perfectamente en esa categoría en cualquier página web de contenido pornográfico. Para muestra el botón de Lydia Lozano, que hizo su debut en el programa bailando su famoso «chuminero» donde su suelo pélvico se acercaba al suelo como mandan los cánones del reggaetón. En la red social X, el perfil oficial de la primera cadena comentaba que ese momento era historia de la televisión. Una señora rubia que parecía que se había pasado con las copas en la barra libre posterior al banquete de una boda. Un baile que parecía más una posesión demoniaca. Y es que Pedro Sánchez ha querido introducirse en las entrañas del ente público hasta contaminarlo todo con su esencia.
Como no pude ver el principio de ese programa de nombre circense al que vaticino que no le van a crecer los enanos, pero que estará infestado de mujeres barbudas, busqué en la página web ese inicio del programa. Lo que me encontré fue tan cutre que los programas de José Luis Moreno parecían cine de Scorsese. Berlusconi, desde el otro mundo, había resucitado para televisar el apocalipsis de España. Pero no fue ese hombre «polioperado» y que se cayó en la marmita de los rayos UVA a lo Obélix el que había originado ese caos antológico. Pudiera parecer que sí, y que como en Italia en ese momento, el presidente del gobierno tuviera dos televisiones, Telecinco y la RAI. Pero no era así, aunque lo pareciera. Un servidor pulsaba el botón con el número 1 y creyó que se habían desconfigurado los canales y que Telecinco se veía en ese número. Pero era mucho más sencillo que todo eso. Pedro Sánchez había decidido imbuirse del espíritu «berlusconiano», eso sí, nuestro mandatario mucho más guapo sin necesidad de quirófanos, y sobre todo menos fascista, por supuesto. Una televisión norcoreana, que es lo que le gusta al marido de Begoña.
Si a ustedes algún día le dejan entrar en Corea del Norte y se pueden alojar en un hotel con televisión, gozarán de un audiovisual que parece haber inspirado a nuestro amado líder. Y es que lo de los desfiles para presentar un programa, en este caso el del régimen comunista norcoreano, en ese país lo llevan haciendo mucho tiempo. Aquí no íbamos a ser menos, y presentar el programa principal de distracción utilizado por el sanchismo para seguir con sus maldades, con uno propio, donde no había armas, pero estaban Belén Esteban, Kiko Matamoros, Inés Hernand, María Patiño, y compañía que también sabrán disparar de manera precisa los mensajes que les ordenen.
El espectáculo fue dantesco. El fin del mundo era eso y no el apagón o nuestra red ferroviaria. Una cabalgata donde no había niños, para suerte de estos. Ojalá este programa que pagamos entre todos no tenga descendencia y sea la extensión y la extinción de todo lo que huela a este estercolero que es el sanchismo y sus tentáculos. La decadencia de Occidente empezó en Estados Unidos, primero con Biden y ahora con Trump, y ha llegado a su máximo esplendor con Pedro Sánchez, Yolanda Díaz o Bob Pop. Este último también va a participar en este programa. No podía faltar el faro apagado de Occidente.
Ojalá en España se vuelva a nuestra tradicional siesta. Que la tarde sea un sueño primaveral y no una pesadilla que encienda la televisión y nos despierte en la primera cadena de Televisión Española. Una siesta que nos lleve a un fundido a negro con la realidad, lo mismo que busca este gobierno con ese programa. De pijama y orinal, por si entran las ganas y la pereza al mismo tiempo. Sabes que si pones ese programa y lo ves desde la cama, la cosa será para mear y no echar gota.