Del sufragio femenino al naufragio feminista
«Querer hacer de una excepción algo general, es tan tendencioso como patético»

Marcha del 8-M en Madrid.
A un servidor le gusta buscar información en todo tipo de sitios. En los que algunos llaman pseudomedios y propagadores de bulos, pero también en los progubernamentales, y, por tanto, virtuosos. En todos los casos se aprende, ya sea por su calidad y credibilidad, o por todo lo contrario, lo cutre, tendencioso e interesado de dicha información, y por supuesto, falsa. Un articulista debe buscar de igual manera la belleza y lo grotesco. Lo infame y lo elevado. Escuchar lo que ha dicho Bob Pop o leer lo que ha escrito el maestro Savater. Mancharse en la cloaca o purificarse bajo el manto de la sabiduría ajena.
Hoy les traigo un caso en cuya suciedad he decidido pringarme para que no tengan la necesidad de hacerlo ustedes. No busco que me lo agradezcan, faltaría más, va en mi sueldo y además lo hago encantado. Uno disfruta buscando y encontrando pequeñas joyas como la que vengo a contarles. Estaba este miércoles leyendo distintos periódicos cuando llegué a un artículo de un medio digital de los buenos, es decir, uno de los que le gusta a Pedro Sánchez. Lo firmaba Ana Bernal-Triviño para el periódico digital Público. Su título hay que reconocer que era sugerente y adictivo para unos ojos lectores como los míos, “¿Quitar el voto a las mujeres?”.
Ana Bernal-Triviño había conseguido toda mi atención, y agarré el ratón de mi ordenador portátil para pinchar sobre el artículo como si fuera un drogadicto a punto de inyectarse su dosis para poder olvidar el mono, pero no que procedemos de él. O de la mona, para que la articulista no se me enfade. Me hubiera gustado que hubiese vestido de seda su texto, pero me encontré con una desnudez de argumentos de las que avergüenzan por fuera y por dentro. Una piel insensibilizada con la verdad y unos pensamientos donde la invención interesada era más importante que unos hechos constatables.
Según la articulista, en Estados Unidos desde la llegada de Trump, “hay una idea algo retorcida que está rondando en ese país para conseguir que las mujeres no voten”. No se esconde nuestra protagonista a la hora de que el texto atufe a tendencioso y sesgado, y cuya comprobación es imposible. En todos los países “rondan” numerosas ideas, cada una de su padre y de su madre, de manera que hace imposible generalizar, no ya sólo lo que piensa un país, sino lo que piensan los que comparten ideología. Para un servidor decir que una idea “ronda” por un país es lo más parecido a reconocer que escuchas voces en tu cabeza. Ambas indemostrables.
Seguimos, pues el artículo no tiene desperdicio. “Es cierto qué respecto del derecho al voto, el presidente no ha dicho nada de forma directa, pero sí muchos de sus votantes. Algunos influencers y multimillonarios de los que crean escuela. Les hablo de Andrew Tate, el referente juvenil de las redes misóginas, la manosfera. Dijo que las mujeres no deberían votar. No pueden ver el panorama general por el bien de la sociedad y, jamás se sacrificarán por él. Ya hay youtubers españoles diciendo lo mismo. Todo esto empieza a llegar aquí. Lo dejo por si en nuestras próximas elecciones ven a algún youtuber o tertuliano dejando caer la idea. El voto femenino frena a la ultraderecha en la mayoría de los países. Somos un estorbo para sus objetivos y nos quieren mandar a casa ‘con la pata quebrá’, y si puede ser, sin votar. En esto consisten los primeros 100 días de Trump para nosotras. Veremos qué hacen con las mujeres de aquí a cuatro años”.
Después de esta parrafada que les he querido compartir para que se hagan una idea de lo dicho por la articulista, la realidad, tozuda como ella sola, se basta para llevarle la contraria. Lo primero es que la autora reconoce que Trump no ha dicho nada de lo que ella le acusa. Algo que ya es de traca. Y uno precisamente no actuaría nunca como abogado defensor del que se lava el pelo con “ganchitos”. Dice que son muchos de sus votantes los que sí que quieren que las mujeres no voten. No sé cómo habrá hecho la encuesta, que sé que no ha hecho, ni en qué estudio se basa y a cuánta gente habrá preguntado, a cinco, a 20, a 200, de todas maneras sería un número ínfimo…. De haber sido real.
Finalmente nombra a Andrew Tate, influencer con muchísimos seguidores, pero que sólo se representa a sí mismo, para poder generalizar que todos los que comparten ideología con él, pensarían de su misma manera. Como argumento no puede ser más endeble. Culpar a Trump de lo que dice este influencer tiene la misma validez que culpar a Pedro Sánchez o Yolanda Díaz de lo que dice Ana Bernal-Triviño, autora de este artículo y que no ha negado sus simpatías por los partidos de izquierdas. Si la articulista mañana justificara en otro artículo que está a favor de comerse a los niños por los pies, no creo que hubiera que juzgar a Pedro, Yolanda o Irene por canibalismo infantil. Querer hacer de una excepción algo general, es tan tendencioso como patético. En Occidente no hay ningún partido, da igual la ideología ni su extremismo de izquierdas o de derechas que haya hablado sobre lo que esta articulista dice. Tampoco conozco a ningún influencer español que lo defienda, aunque no descarto que pueda haber tres o cuatro que se sigan entre ellos, lo que habla de su nulo impacto en nuestra sociedad.
Otro día ya hablaremos de querer unificar a las mujeres en un pensamiento único. Las adalides de la lucha contra la ultraderecha. Las mujeres que tengan pensamientos conservadores son féminas de segunda categoría o que se han dejado embriagar por el aliento del macho. Es una pena que el feminismo como lo entiende esta mujer necesite inventarse cosas que no existen. Habla del desquicie de un movimiento cuya radicalización ha hecho que esté dando sus últimos coletazos. Las mujeres que se quieren, y nos quieren, serán las más beneficiadas. Se lo merecen.