The Objective
Opinión

Más que una diva, Melody es la última folclórica

«Quede como quede, a Melody no se le puede reprochar nada. Hemos descubierto que la artista, es una folclórica»

Más que una diva, Melody es la última folclórica

La cantante Melody.

No le falta detalle a la folclórica 2.0 que pisa en escenario de Basilea: incluso una impresionante bata de cola confeccionada con 100 metros de organdí negro bajo la que se esconde su cuerpo de baile. En la foto oficial que RTVE ha distribuido de Melody, se aprecia la impresionante silueta de la artista: una imagen que, sin embargo, los millones de espectadores del mayor espectáculo musical de la televisión no van a ver jamás porque, ¡Oh, misterio!, la realización se centra en un primer plano (un opening de luces y sombras, en blanco y negro, idéntico -o casi- al de Blanca Paloma) que se abre lo justo para descubrir el momento en que los bailarines aparecen a los pies de la cantante. ¿Para qué se ha confeccionado tamaño despliegue de tela si luego no aparece en pantalla? ¿Por qué nos han regalado una composición visual de impacto, una suerte de homenaje al imaginario colectivo de diseños históricos de logos como los de Tío Pepe o el toro de Osborne, tan españoles, tan nuestros, si luego se nos hurta una vez en el objetivo de las cámaras? No sabemos.

Tampoco sabemos cómo el storytelling (uf, sí, lo sé, qué detestable el palabrejo, ese anglicismo que fascina a los creativos que hablan mucho y no dicen nada) construye supuestamente el relato de una diva pisando fuerte que, cuando cae el telón rojo, tiene que hacerse paso a manotazos para abrirse camino. A ver, señores del storytelling de las narices: a una diva se la presenta como lo que es, valiente y poderosa, así que ese momento -que además incluye un cambio de vestuario- es clave, es ‘el momento’: son los bailarines quienes deben separar ese cortinaje para que Melody se luzca en el centro del escenario. Es de primero de storytelling, vamos.

A estas alturas, ya en vísperas del Festival de la Canción, hay dos cuestiones innegables. Uno: Melody es, de lejos, la cantante que más intensamente ha vivido la selección (se notan sus ganas de ir a Eurovisión, su ilusión, y se entrega en cuerpo y alma a la promoción) y, sin duda alguna, protagoniza una de las actuaciones más brillantes del concurso (su chorro de voz, su fuerza en el escenario, su coqueteo con la cámara). Dos: ‘Esa diva’ no era la canción que merecía la cantante para cumplir su sueño eurovisivo, por mucho que nos vendan la moto de que el tema es una proyección de la vida de la propia artista. La prueba de ello es que, una vez conquistado el Benidorm Fest (con su fallida selección: no había una sola propuesta que uno dijera, «¡wow, temazo!») se apostó por una nueva producción musical, lo que ahora llaman revamp, para darle aire actual a una canción que hubiera funcionado a principios de los 2.000 pero que ahora suena antigua, sobre todo para la audiencia festivalera.

Melody ha ido por todas partes desgañitándose hasta grabar el estribillo en nuestro subconsciente: ¿quién, en un momento de ausencia de actividad neuronal consciente, no se ha descubierto cantando «una diva es valiente, poderosa, su vida es un jardín lleno de espinas y rosas / Resurge bailando, con más fuerza que un huracán»? Recordemos la inolvidable alfombra roja de los Goya, en la que no había entrevista a nominados e invitados que no contara de fondo con la banda sonora de Melody. Pero a una señora letona o a un muchacho eslovaco poco le va a decir esa letra. La nueva versión, con su guiño estético sonoro final a Lady Gaga, necesitaba de un ‘chanelazo’ para conquistar el voto popular. En su momento, además de su talento y de ese dance break que ya es historia de Eurovisión, Chanel jugó con el factor sorpresa. Melody quemó ese cartucho en la semifinal. España contará seguramente con el apoyo del jurado, que valorará la calidad vocal de nuestra representante, pero es más dudoso el arrastre del televoto. La suerte está echada, al menos en las casas de apuestas ya no aparecemos en los puestos de cola. Algo es algo.

Quede como quede, a Melody no se le puede reprochar nada. Y menos cuando hemos descubierto que la artista, más que una diva al estilo clásico, es una auténtica folclórica en el mejor sentido de la palabra: con esa forma barroca y emocionante de expresarse, entre el drama expresivo de Rocío Jurado y el encanto ingenuo de Carmen Sevilla, esa actitud casi maternal con los entrevistadores y esos guiños al público (‘mi gente’) que tanto han defendido siempre figuras como Lola Flores o Marifé de Triana. Tal vez Melody sea, de hecho, la última folclórica que nos quede en activo. ¡Por eso le quedaban tan bien esas castañuelas que, desde los primeros acordes, mostraban al mundo de dónde viene, qué arte es el que bombea su corazón! Olé.

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