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Opinión

En el deporte, la pájara no es ministra

“El Barça ha ganado la Liga porque ha sido el mejor y porque se ha sobrepuesto a las pájaras, coyuntura que en el deporte nada tiene que ver con Margarita Robles”

En el deporte, la pájara no es ministra

Carlo Ancelotti y Hansi Flick, durante el último clásico. | Reuters

Festejaba el Barça su vigesimoctavo título de Liga entre una multitud de culés que lo aclamaban por las calles de la Ciudad Condal, días después de que Eduardo Mendoza obtuviese el premio Princesa de Asturias de las Letras. El autor de El Caso Savolta, La ciudad de los prodigios, El tocador de señoras y Riña de gatos, entre otras novelas, al conocer su elección confesó que le han premiado por “escribir”, que es lo que más le gusta, “y también hacer el vago”. Se sentía emocionado el “proveedor de felicidad para los lectores”, que pidió un deseo para Cataluña: “Quiero que haya concordia, buena voluntad, corridas de toros, vino, juerga y fútbol”. Si lo hablase con Hansi Flick en lugar de con Salvador Illa, sus sueños podrían hacerse realidad. El entrenador alemán ha conseguido que su equipo, con una veintena de españoles en la plantilla liderados por Lamine Yamal y Pedri, enamore con su fútbol, más allá de los imprudentes guiños del CSD, que esa es otra cuestión. 

El Barça ha ganado la Liga porque ha sido el mejor y porque se ha sobrepuesto a las pájaras, coyuntura que en el deporte nada tiene que ver con Margarita Robles o cualquier otra ministra, que a saber lo que todavía esconden los wasaps entre Pedro Sánchez y José Luis Ábalos. La pájara empezó a popularizarse en el ciclismo, cuando Perico Delgado, Miguel Induráin o cualquier otro corredor se quedaban sin fuerzas en una etapa, literalmente vacíos. Agónica fue la de Induráin en Les Arcs (1996), donde perdió su sexto Tour. Y para pájara la que asaltó al Atleti el 9 de marzo, cuando perdió en Getafe; a partir de ahí, tango: cuesta abajo en la rodada; despeñado en todas las competiciones. No ha sido el caso del Barcelona de Flick, que en algunos partidos se ha sentido tan estupendo que ha dilapidado la ventaja; le sucedió contra el Inter y ese día la idea del triplete reventó. ¡Maleïda sigui!, ¡verdammt! o, para que lo entienda todo el mundo: ¡maldita sea!, con lo cerca que estaba de la final. 

Le dice James Caan (Stan) a Pierce Brosnan (Charlie Swift): “Si quieres que Dios se ría, haz un plan”. La frase es de película (Fast Charlie). E inequívoca. Tan elocuente que se puede desarrollar en verso: “Dibujó Ancelotti en las nubes el ‘sextete’ / y Flick un triplete junto al mar Mediterráneo. / De lo uno el hastío hizo campaña / y de lo otro la realidad quedó menguada. / Carletto cambia blanco por amarelho / mientras Hansi se estanca en el anhelo. Gloria a Carlo Ancelotti, no obstante, y bien hallado Hansi Flick, la obsesión de Laporta después de lidiar con Xavi, para quien Raphinha, Íñigo Martínez, De Jong y hasta Lewandowski ya habían dado lo mejor de ellos”.

Y el Madrid, que lo fio todo a la incorporación de Mbappé, despoblado de fichajes prácticos y necesarios, termina la temporada pidiendo la hora con el mejor entrenador de su historia poniendo pies en polvorosa. La jubilación de Kroos resultó crucial, como la plaga de lesiones, una docena tras el último partido (2-1 al Mallorca en el suspiro postrero). Ni una sola línea ha salido indemne y a ninguna de ellas llegaron refuerzos. Salvo Mbappé, insuficiente. Dicen las malas lenguas que las obras del Bernabéu se han merendado la bolsa, que sin conciertos no hay Haaland y que, a Xabi Alonso, el sustituto de Ancelotti, además de abrirle las puertas, le han tenido que asegurar que van a capitalizar la tesorería. No ha pasado por las oficinas a firmar el contrato (tres años) y ya ha recibido dos alegrías: Alexander Arnold será el deseado lateral diestro, mientras se recupera el imprescindible Carvajal, y Huijsen, el central llamado a españolizar el centro de la zaga, y a rejuvenecerla.  

Habrá más fichajes, un lateral izquierdo (¿Álvaro Carrera? ¿Grimaldo?), un cerebro de campanillas para el centro del campo y quién sabe si un Joselu (ariete de perfil bajo) de referencia secundaria en la delantera. Unos entrarán, otros saldrán (¿Vallejo? ¿Lucas Vázquez? ¿Mendy?) y algunos tendrán que ganarse el puesto en el Mundial de Clubes. Es obligación de Rodrygo recuperar el ánimo y la condición física. Sin lo uno, la otra merma. Pero Rodrygo quiere quedarse, por lo menos hasta 2028, cuando termina su contrato. Conecta con Mbappé mejor que Vinícius, tan buen jugador como díscolo, que ya ha recibido varios tirones de orejas de compañeros y amigos en el vestuario. Entre lesiones y depresiones temporales, al Madrid le sobrevino la pájara, y no es club que aguante un curso sin meter en la vitrina un título máximo.  

Esa sequía en época de lluvias se ha llevado por delante a Carlo Ancelotti cuando aún le quedaba por cumplir un año de compromiso. Será el seleccionador de Brasil a pesar de todos los obstáculos que ha tenido que salvar para ponerse al mando de la selección más laureada del mundo. Un entrenador puede llevar la fecha de caducidad grabada en la frente por capricho del club, pero está mal visto que escuche ofertas, aunque el destino haya descubierto sus cartas, siempre marcadas por la otra parte de la parte contratante. Entre el Barça y el Arsenal le arruinaron el sextete. Pero la vida sigue, en manos del mago Flick, de la promesa que es Xabi Alonso y del Cholo Simeone, que, en el tercer puesto del cajón, sin más exigencias, tiene más vidas que un gato, que una ministra pájara y que, a falta de una tormenta de wasaps, un político aforado. En este último caso, la decisión es peliaguda: dormir sin pastillas o sin conciencia, esa es la cuestión.

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