Revilla, no seas tan pesado
«Al emérito no le gusta que otro octogenario se pase el día en los platós criticando a un amigo por hechos no juzgados»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Revilla tiene 82 años, pero sigue sin cansarse de dar el coñazo. La extrañeza de este mundo ojalá fuera por algo sorpresivo e interesante, y no por una alienación, que por desgracia ha existido siempre. Vivimos en una distopía pasada. En un mundo antiguo, pero con robots y ordenadores. Nos aburrimos en diferido, ahora mismo, y cuando llegue mañana. Sabemos que no se llevarán el rosco de Pasapalabra hasta que no lleguen a la cifra récord. Que estarán los dos mismos concursantes hasta que les salgan canas y arrugas a la pantalla. Todo es previsible o malo. Aburrido y fatal. Revilla y Pedro Sánchez. Susto y muerte.
Vivir en un continuo día de la marmota donde nunca falle un banco de anchoas recorriendo el bigote del expresidente de Cantabria. Es verle salir en televisión y la necesidad de tener que beber como mínimo un par de vasos de agua. Sed de fama y repercusión. Ahogarse merece la pena si es en presencia de Susanna Griso o Pablo Motos. Ser el rey de la televisión, del mundillo editorial, de la pesadez llevada a su máxima expresión.
Y este ha sido el principal problema de Revilla, que quería ser más Rey que el emérito. Y todo tiene un límite, aunque este señor nunca se los vea. Hasta la paciencia de una institución como la monarquía, que de llevarla hasta sus últimas consecuencias sabe un rato. Pero es que Revilla saca de quicio hasta a un señor que vive a miles de kilómetros para no saber nada de lo que se dice de él. Alejarse del ruido es siempre lo más elegante. Respetar el trabajo de los medios de comunicación y que saquen las noticias que le interpelan, pues muestran indicios de pruebas que podrían acusarle de haber cometido algún delito donde se beneficiaba económicamente.
Pero una cosa es que la prensa haga su trabajo, y que alguno de esos medios ya le hayan juzgado y acusado, y una bien distinta que una persona a la que consideraba su amigo le acuse de esos delitos, y lo haga de forma reiterada y públicamente. A todos nos puede molestar que se metan con nosotros, nos insulten o denigren, personas con las que no tenemos ningún tipo de vínculo, pero cuando esas afrentas vienen de amigos o familiares duelen de una manera especial, y es cuando más necesario se hace respetarse a uno mismo y defenderse.
Que se regodee en fastidiarte la vida una persona cercana no debe ser plato de buen gusto. Ni siquiera si son anchoas del Cantábrico, rabas, sobaos, quesadillas o cualquier otro producto gastronómico de esa gran tierra que es Cantabria. El dolor crece ante la cercanía de quien te lo produce. Por eso denunció el emérito a Revilla. Porque podía soportar y aceptar los daños que algunos medios de comunicación podían proporcionarle con las noticias que sacaban, pero no los de una persona qué decía tener una amistad con él.
No dejan de sorprenderme las declaraciones de los últimos días de uno de los bigotes más famosos de los últimos tiempos. Destacaría el de Vicente Bosque, con el que conquistamos el mundo. Otro sería el de Hitler, que casi acaba con él. En el punto medio podríamos poner el de Revilla. Siempre entre el cielo y el infierno con tal de estar en todos los sitios. Se quejaba de que el Emérito no hubiera puesto la denuncia a los medios de comunicación o al autor y a la editorial Libros del KO, por su libro King Corp, donde se cuentan muchos negocios fraudulentos con los que se habría beneficiado económicamente Juan Carlos. Las respuestas son fáciles y son dos. La primera es la que ya he dicho que tiene que ver con quién realiza la afrenta y la relación que tenías con él. La segunda, e igual de importante, es la libertad. En esta vida, mientras nos dejen, debemos elegir siempre que podamos las cosas que hacemos. Si tirar diez euros contratando Netflix, o en un par de pinchos de tortilla y dos cervezas acompañado por la madrileña más interesante de la ciudad. De la misma manera, uno puede elegir a quién denuncia y a quién no. Basarse en tu esencia de ser humano y tus principios morales para ante el mismo hecho, no actuar de la misma forma con unas personas que con otras.
Se trata de una libertad elemental, que tiene más que ver con lo que no te gusta del otro, que con uno mismo. Y parece ser que al emérito no le gusta que otro octogenario como él, privilegiado en muchas cosas y rico en años, se pase el día en los platós criticando a un amigo por hechos que no están ni probados ni juzgados. Lo que sí que está probado es que a Revilla le gusta estar en todos los sitios, como Dios. Ser el niño en el bautizo, la novia en la boda, franquista y falangista con Franco, demócrata a partir de los 80, monárquico, por supuesto, para después dudar de ello, español, pero más cántabro o viceversa, según se levante y le dé el aire a los pelillos de ese bigote insigne, sanchista y antisanchista, como también le pasa al diablo. Señor Revilla, descanse y no sea tan pesado. Alíviese de esa carga y disfrute de la vida que no pesa, usted que puede.