The Objective
Hastío y estío

Poca política de altos vuelos y muchos estrellados

«El hambre, la enfermedad y la falta de higiene no se detienen mientras el alcalde, AENA o Puente se ponen de acuerdo en hacer algo»

Poca política de altos vuelos y muchos estrellados

Personas sin techo en el aeropuerto de Barajas.

Ahora nos hemos enterado de que muchos indigentes van a dormir a la terminal del aeropuerto de Barajas. Algo que lleva pasando por lo menos un par de años. En 2023 un servidor se documentaba para escribir una novela que salió un año después donde el protagonista era una persona que decidía por unas circunstancias concretas dejar su vida de esclavo a unas necesidades económicas y, por tanto, laborales, para empezar una nueva donde sus aspiraciones no tendrían “techo”. Está escrita a tiempo real durante el verano de ese año donde el centro de su infierno fue un 23 de julio electoral de consecuencias sanchistas. Es un retrato de la España de ese año durante ese estío, a través del hastío más o menos estructurado del protagonista de la novela.

Pero aquí no he venido a hacer publicidad de ese libro, aunque si lo ha parecido será porque he sido incapaz de disimularlo. Espero que me perdonen este defecto. Por ello no les diré el título ni la editorial. Si les interesa sé que lo buscarán, y si no lo hacen, también será una decisión correcta. Si en la introducción de este artículo les he hablado de forma “anecdótica” de algo que dejaba al exterior la existencia de una novela escrita por mí, es debido a esa noticia de la primera frase de este texto. Hay mucho sintecho en Madrid, en Barcelona, en Cáceres, en París, en Chicago, en Nueva York, en Estocolmo, etc. Los hay en todos los lugares, aunque muchos no los miren para eliminarlos de sus conciencias en ese abrir y cerrar de ojos.

Para documentarme y poder escribir esa novela, estuve varios meses fijándome y hablando con bastantes personas sin hogar de la ciudad de Madrid, que es donde vivo. Les pregunté qué hacían para comer, asearse o dormir. Para esta última me hablaron de varios lugares, y entre ellos ya estaba el aeropuerto de Barajas. Un par de veces lo visité y me encontré con algunos de ellos, pero había bastante menos que los que hay ahora.

Alguno de ellos me dijo que en el aeropuerto del Prat en Barcelona, también se “alojaban” muchos “compañeros”, pero que a diferencia que en Madrid la cosa estaba más controlada y que sólo les dejaban entrar a partir de las 11 de la noche, y que a las cinco de la mañana les “despertaban” para obligarles a salir y que no dieran mala imagen ni del aeropuerto ni de la ciudad. Según me dijeron, la política tenía que ver con esto. Los partidos nacionalistas exigían a Aena, que depende del Gobierno de España, tener “limpia” la terminal en el horario de entrada y salida de los viajeros. 

Parece que en estos dos años la pobreza no sólo ha reproducido el número de ratas y cucarachas, sino también el de personas. Nadie quiere ver la suciedad que lleva adherida no llevar una vida digna. Pero aún son más sucias las miradas de quienes pudiendo hacer algo prefieren pelearse por quién tiene las competencias en el aeropuerto de Madrid. El hambre, la enfermedad y la falta de higiene no se detienen mientras el alcalde de Madrid y los señores de Aena u Óscar Puente como ministro de Transportes, se ponen de acuerdo en hacer algo.

Es un sector de la población de la que pueden sacar poco o nada. Que no la pueden castigar por entrar con un coche de más de diez años al centro de la ciudad con una multa cuya cuantía se queda a la mitad por pronto pago. O hacerles pagar una cuota de autónomo que les deje prácticamente en la indigencia, es decir, como a ellos. Y como homínidos votantes, que es como nos ven realmente los políticos a todos, saben que son un sector que tiene mejores cosas que hacer, y que tienen que ver con la supervivencia más básica y elemental, que ir un domingo a un colegio para terminar de desaprender todo lo que tiene que ver con la ética y la estética. 

Tenemos una clase política que vuela bajo en cuanto a su decencia y empatía con los ciudadanos. Desatienden y se desentienden de nuestros problemas mediante el ruido de la bronca política y la nada que queda después de esa pantomima. Los ciudadanos, mientras tanto, tratamos de pilotar nuestras vidas en medio de esa distorsión insoportable. A los más frágiles les sudan las manos y de forma resbaladiza sueltan el volante. Supervivientes de un accidente evitable. Estrellados bajo un cielo inexistente. 

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