The Objective
El zapador

Colofón final para el décimo aniversario del reinado de Felipe VI

El Rey demuestra, con hechos, que se puede servir a España sin servirse de ella

Colofón final para el décimo aniversario del reinado de Felipe VI

Ilustración de Javier Rubio Donzé.

A lo largo de la última década, Felipe VI ha consolidado una monarquía moderna, austera, transparente y profundamente útil para España. En un contexto de polarización, fragmentación territorial y descrédito institucional, la figura del Rey ha sido un ancla de estabilidad y un símbolo de unidad nacional. Frente a él, el gobierno de Pedro Sánchez no ha dudado en iniciar una ofensiva política contra la Corona, motivada por su dependencia del separatismo, su desprecio a los contrapesos del poder y su voluntad de sustituir los valores constitucionales por una agenda ideológica sectaria, corrupta y mafiosa. Sirva como ejemplo la última operación de demolición de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil orquestada por el PSOE.

Desde su proclamación el 19 de junio de 2014, Felipe VI ha trabajado con una dedicación infatigable. Con más de 3.900 actos oficiales y 800 visitas a comunidades autónomas, su presencia ha sido clave para sostener la cohesión territorial. Ha estado en Cataluña en los momentos más tensos, en el País Vasco, en las zonas afectadas por la DANA, en los hospitales durante la pandemia, y allí donde había un símbolo que proteger o una comunidad que consolar. Su agenda es la más intensa entre los monarcas europeos, con 16 viajes de Estado y 126 visitas oficiales a 57 países. España, gracias a él, ha tenido una voz activa y respetada en el mundo.

Su liderazgo fue especialmente notable durante la crisis del referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017. El discurso televisado del 3 de octubre, en defensa de la Constitución, la legalidad y la unidad nacional, marcó un hito histórico. En un momento en que el Gobierno callaba o coqueteaba con la ambigüedad, el Rey asumió con valentía su papel institucional. Ese acto elevó su Índice de Reputación (IR) a 73,4 puntos, según los análisis del sistema de I.A. y Big Data ENIGMIA, y lo consolidó como garante del orden constitucional.

A diferencia de los gobernantes, que suelen esconderse tras eufemismos o maniobras partidistas, Felipe VI ha optado por dar la cara de manera ejemplar, sin sobrepasar sus atribuciones. En 2015 implementó la publicación de las cuentas anuales de la Casa Real. Su presupuesto –de apenas 8,43 millones de euros en 2024– es el segundo más bajo de todas las monarquías europeas (solo superado por Suecia). Reino Unido es la monarquía con el mayor presupuesto, alcanzando unos 102,6 millones de euros en 2024, 12 veces más que el español. El presupuesto en España es incluso inferior al de muchas repúblicas. Italia, por ejemplo, gasta 224 millones de euros en su presidencia. Francia, 108 millones. Alemania, 40. La monarquía española no solo es eficiente: es la que más económica para sus contribuyentes.

En un país donde la corrupción ha asolado a casi todos los partidos, Felipe VI ha marcado un camino de integridad. Renunció públicamente a la herencia de su padre y ha mantenido a la institución al margen de cualquier escándalo. Además, ha modernizado la monarquía: ha sido activo en foros internacionales, ha promocionado la Marca España y ha apoyado distintos sectores innovadores y culturales. Es un jefe de Estado del siglo XXI, arraigado en la tradición, por supuesto, pero proyectado hacia el futuro.

Entonces, ¿por qué ataca el gobierno de Pedro Sánchez a la monarquía? Porque la Corona representa justo lo contrario de lo que él defiende. La monarquía simboliza la continuidad institucional, la neutralidad política y el respeto a la Constitución. Sánchez, en cambio, ha basado su supervivencia en alianzas con quienes quieren romper España: ERC, Bildu y otras formaciones separatistas o antisistema. La existencia de una jefatura del Estado que no depende del Congreso ni se somete a la lógica partidista es una amenaza directa a su proyecto de control absoluto.

Sánchez necesita una monarquía debilitada porque necesita una España dividida. Su ofensiva contra el Rey se ha intensificado desde que Felipe VI no aplaudió los indultos del procés ni avaló con entusiasmo la Ley de Amnistía. El Rey, fiel a la Constitución, sancionó esas leyes como exige su papel institucional. Pero su silencio crítico y su neutralidad incómoda han bastado para que desde La Moncloa se le señale, se le margine o se promueva su descrédito a través de altavoces mediáticos afines.

En realidad, el verdadero problema del sanchismo con la monarquía es que no puede controlarla. No puede colocar a un comisario político al frente. No puede negociar votos a cambio de gestos. No puede usarla como pantalla para tapar su incompetencia. Por eso necesita destruirla, ridiculizarla o hacerla irrelevante. Por eso, la monarquía es hoy, más que nunca, el único poder verdaderamente moderador y neutral que queda en España. Y eso es lo que debería garantizar su supervivencia.

La ofensiva contra la Corona forma parte de un proyecto tiránico de deterioro institucional. Sánchez ha colonizado el Tribunal Constitucional, el Consejo de Estado, el Tribunal de Cuentas, Radio y Televisión Española, la Agencia Efe, la SEPI, el CIS, Renfe, Correos, Aena, Telefónica, Red Eléctrica de España, Paradores, Loterías y Apuestas del Estado, el CNI, ha intentado reventar el CGPJ, ha insultado abiertamente al poder judicial y ahora pretende acabar con la UCO. Su gobierno ha hecho del enfrentamiento su herramienta de gobierno. También su herramienta de supervivencia e inmunidad para poder corromperse. En este clima, el Rey ha sido la única figura con una voz serena, constructiva y firme. Una figura que une donde otros dividen. Y así debe ser su voz: «serena», y quien piense lo contrario, creo que se equivoca.

Frente a quienes desean convertir España en una república caótica al servicio del partido que mande, la monarquía ofrece garantías: continuidad, neutralidad, austeridad y servicio. No hay república europea que salga más barata ni más eficaz que nuestra monarquía parlamentaria. Y no hay figura política que haya demostrado más ejemplaridad que Felipe VI. Por todo ello, es imprescindible defender la institución monárquica. Porque no es una cuestión de nostalgia ni de estética: es una cuestión de supervivencia democrática. La monarquía es hoy la columna vertebral del sistema constitucional español. Y el Rey, su mejor servidor.

En un país donde el Gobierno ha hecho del cinismo su seña de identidad, Felipe VI encarna los valores que la mayoría de los españoles aún desea: deber, honestidad, unidad, serenidad. Por eso molesta tanto a Pedro Sánchez. Porque demuestra, con hechos, que se puede servir a España sin servirse de ella. El 18 de junio de 2025 terminan los actos de celebración de los diez años de la proclamación de Felipe VI que empezaron el 19 de junio del año pasado. Como colofón final, la Federación de Atletismo de Madrid con el apoyo de la Guardia Real y en colaboración con la asociación Concordia Real Española, han organizado una carrera de 10 km, el 15 de junio a las 10.00 horas en Madrid, partiendo del Palacio Real y recorriendo calles emblemáticas como Gran Vía, Puerta del Sol y Paseo del Prado. De hecho, pretende ser una evocación del recorrido por el que se trasladó la comitiva real el día de la proclamación de Felipe VI. Hasta 5.000 corredores podrán inscribirse desde el 12 de mayo en carreraxaniversario.es.

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