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Opinión

Mónica García quiere prohibir lo que funciona, literalmente

«Si la regulación entra en vigor tal como está, un tercio de los consumidores afirma que volvería a fumar cigarrillos»

Mónica García quiere prohibir lo que funciona, literalmente

Un estanco en Madrid. | Ricardo Rubio (Europa Press)

El Ministerio de Sanidad quiere proteger a los menores. Hasta ahí, todos de acuerdo. El problema está en cómo. El nuevo borrador de Real Decreto actualmente en fase de notificación europea propone dos medidas radicales: limitar la concentración de nicotina en las bolsitas de nicotina a 0,99 mg y prohibir todos los sabores excepto el de tabaco. En realidad, esto supone una prohibición encubierta de un producto que cientos de miles de españoles utilizan para reducir o abandonar el consumo de cigarrillos tradicionales. 

La lógica del Ministerio es simple, pero errónea: si los sabores pueden atraer a los menores, eliminémoslos; si la nicotina puede enganchar, reduzcámosla al mínimo. Pero las consecuencias de esta aproximación punitiva no las pagarán solo los infractores, sino también el resto de consumidores que han encontrado en las bolsitas de nicotina una alternativa realista, discreta y mucho menos dañina que el tabaco. Proteger a los menores es fundamental. Pero castigar a los consumidores no es el camino. 

Bolsitas de nicotina para dejar de fumar 

Según una nueva encuesta de Dynata para la Tholos Foundation, dos tercios de los consumidores de bolsitas de nicotina en España las han elegido por motivos de salud, sobre todo para reducir o abandonar el tabaco. Y un 84% de los encuestados se oponen frontalmente a la prohibición propuesta por el Ministerio de Sanidad. 

La encuesta también revela un dato clave que la ministra parece ignorar: el 90% de los consumidores considera que los sabores son fundamentales para mantenerse alejados del cigarrillo. Las variantes de frutas y mentol, en particular, son percibidas como más agradables y efectivas que el sabor a tabaco, que muchos asocian con el hábito que intentan dejar atrás. 

Eliminar estos sabores no impedirá que los jóvenes accedan al producto, algo que debe combatirse con control de edad, no con prohibiciones generalizadas, pero sí hará más difícil que los fumadores consumidores abandonen el tabaco. 

Un tercio volvería a fumar

Pero quizás el dato más alarmante del estudio es éste: si la regulación entra en vigor tal como está, un tercio de los consumidores afirma que volvería a fumar cigarrillos, y otro tercio buscaría formas de eludir la norma mediante compras online o transfronterizas. Solo un 6% dejaría la nicotina por completo. 

En otras palabras, esta política no generará menos usuarios, sino usuarios más expuestos al riesgo. Fomentará el mercado negro, empobrecerá el control sanitario y, en lugar de reducir el tabaquismo, puede terminar aumentándolo

Se puede evitar el consumo en menores

Hay un consenso creciente en Europa, y entre los propios consumidores, sobre qué medidas son más efectivas para proteger a los menores sin castigar a los consumidores. La encuesta de Dynata muestra un alto nivel de apoyo a políticas como reforzar los controles de edad en los puntos de venta, aplicar sanciones reales a los comercios que vendan a menores o las campañas educativas específicas sobre el uso de nicotina. 

Estas son herramientas que ya se aplican con éxito en otros países, como Suecia, que está a punto de convertirse en el primer país europeo libre de humo sin recurrir a prohibiciones absolutas. 

Prohibir lo que funciona, una irresponsabilidad 

Nadie quiere que los menores accedan a productos con nicotina. Pero cuando esa intención se convierte en un decreto rígido y desproporcionado, se corre el riesgo de hacer más daño que bien. 

El propio organismo europeo TRIS ya ha recibido opiniones contrarias a esta propuesta de países como Rumanía, Italia, Suecia, Chequia o Grecia. Incluso la CNMC en España ha cuestionado la falta de base empírica del texto y su posible impacto sobre el mercado legal. 

Prohibir sabores y reducir la nicotina a niveles ineficaces no es proteger. Es empujar a los consumidores de vuelta al humo. Es sustituir una opción viable por la criminalización de quienes han decidido dejar de fumar. 

Conclusión: proteger sí, castigar no 

Si realmente queremos proteger a los menores, regulemos con inteligencia, no con reflejos prohibicionistas. Fomentemos la educación, la venta responsable. Pero no eliminemos del mercado la herramienta que ha ayudado a miles de consumidores a dejar atrás el tabaco sin recaer. 

España necesita que las políticas de salud pública estén basadas en hechos, no en el miedo. Porque cuando se castiga lo que funciona, no se protege al vulnerable: se le condena.

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