Don Teflón no tiene quien le escriba
“Sánchez sabe que huele a muerto, que sus compañeros, pese al aplauso, se sienten incómodos y rehúyen hacerse una foto juntos”

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Europa Press
Lo peor que le puede pasar a un gobernante es entrar en el delirio de que los culpables son los otros y, además, verse jaleado por sus más estrechos colaboradores. Estos a veces mejoran las órdenes, no le llevan la contraria, pero, ya sabemos, cuando el barco zozobra huyen como ratas. A Ferdinand Marcos, el fallecido presidente de Filipinas, por la mañana le aplaudieron pero por la tarde se vio forzado a abandonar el país y solicitar asilo en Estados Unidos. Nicolae Ceaucescu, el líder rumano, trastocó el rostro de la emoción al pasmo en el balcón del palacio presidencial, en Bucarest, cuando la muchedumbre comenzó a abuchearlo al grito de libertad. Un día después era juzgado, condenado y ejecutado por un tribunal popular junto a su esposa, Elena, en un proceso bastante arbitrario.
Evidentemente, Pedro Sánchez, primer ministro español desde hace más de siete años tras derrotar en una moción de censura a su antecesor, Mariano Rajoy, y prometer acabar con la corrupción, nada tiene que ver con ellos y su caso no es comparable con el de los dos dictadores mencionados. Sin embargo, se encuentra salpicado hasta las cejas en una presunta trama criminal urdida por los dos últimos secretarios de organización del PSOE, José Luis Ábalos y Santos Cerdán, designados por él, junto a un machaca sirviente y sin estudios pero astuto, Koldo García, quien está demostrando ser el más avispado del trinconeo pues grababa a todo bicho viviente emulando y hasta superando las tretas del comisario Villarejo. Y en esos audios queda demostrado cómo se repartían las mordidas en irregulares contratos de obra pública con empresas constructoras, cómplices como ellos de la trama. Ya lo explicó al juez Víctor de Aldama, el empresario imputado en la corrupción. Si a eso se añaden unas gotas de sexo de pago se concluye por recordar episodios de las novelas de Luis Landero, donde la miseria, el olor a pies y verdura recocida se mezclan con el trepismo, o mejor aún, a Balzac y su Comedia Humana. Confiesa quien fuera mano derecha de Sánchez y exministro de Transportes que hay mucho cinismo en la reprobación de su conducta sexual. Si se expurgaran los mensajes privados de cualquier ciudadano, ha dicho en una entrevista en la Cadena SER, todos tendríamos por qué callar. Seguro, pero olvida que hasta ahora era un poderoso alto funcionario y que utilizaba el dinero público para ayudar a sus amigas prostitutas y disfrutar del relajo sin pagar un euro de su bolsillo.
A Sánchez se le ha visto pocas veces perder la compostura. Tiene madera de boxeador resistente, incluso cuando lo noquean. Se levanta. Ha ocurrido en varias ocasiones. No por nada su figura se identifica con el vocablo resiliencia. Él encargó a Irene Lozano que escribiera una especie de autobiografía en 2019 donde contaba sus peripecias al llegar a la secretaría general del partido en 2014, en unos comicios bastante irregulares, su exilio automovilístico por toda España tras su expulsión en 2016 con la llamada banda del Peugeot (él y los otros tres) y regresar, triunfador, al liderazgo del PSOE en 2017 frente a la incomodidad de la cúpula dirigente.
Ahora ha perdido los nervios y no precisamente cuando el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, califica su proceder de mafioso o lo define como el líder de una banda de lobos sin escrúpulos. Y hasta sonríe al observar el griterío de la bancada de los populares pidiendo su dimisión o no mueve un músculo si Santiago Abascal, cabeza de Vox, le espeta a dos metros de indecente e inmoral y le exige dimitir. No, tampoco se revuelve frente a la excitación de los diputados populares, a quienes la presidenta de la Cámara Baja, Francina Armengol, sanchista extrema, les recrimina y culpabiliza de mala educación. Decide entonces recurrir a su manual del victimista y responde con el ya gastado “y tú más”: “El PP es una enciclopedia de la corrupción”, sentencia. Pero eleva la voz cuando el portavoz de Esquerra, Gabriel Rufián, le pregunta si puede jurar y perjurar que las investigaciones de la UCO, la policía judicial de la Guardia Civil, no concluirán con que existe una Gürtel socialista y una financiación irregular socialista. Este viernes agentes de esa unidad entraron en la sede del partido para clonar los mensajes corporativos del hasta ahora número tres, Cerdán: “Mi partido no roba, la izquierda no roba a diferencia de otros y este caso es sólo una anécdota”, afirma nervioso recurriendo a la manida superioridad moral de la izquierda. “Siete años llevan explotando la falta de escrúpulos de Pedro y negociando privilegios opacos con Santos -indultos, amnistía, reforma del código penal, transferencias, inversiones, pinganillos, condonación, cupo- y ahora pretenden que creamos en su añoranza de virginidad”, ha escrito el columnista Jorge Bustos en El Mundo al referirse a la complicidad de los nacionalistas catalanes y vascos. La tesis de Sánchez es que no supo nada hasta que se difundió el último informe de la UCO implicando en la trama a Santos Cerdán, a quien el líder del PSOE mantuvo en el cargo de secretario de Organización en el último congreso socialista el pasado noviembre. Muchos de sus fieles sienten hoy vergüenza de haber dicho que ponían la mano en el fuego sobre la honradez de Cerdán, un apparatchik que llegó a la política en Navarra tras trabajar de electricista y con la que se forró y robó a manos llenas como ahora sostiene el informe de la Benemérita.
Quise ver el miércoles pasado la sesión de control al Gobierno en la Cámara Baja por la curiosidad de saber qué podía deparar la batalla en esta desgraciada polarización política que sufre la ciudadanía, fatigada pero impertérrita y sin apenas reacción frente a lo que sucede. Cosa de los políticos, todos roban, sentencia un señor a quien le escucho hablar con su móvil en el autobús en mi ciudad accidental. Deseé ver el debate -no es ni mucho menos el Question Time de la Cámara de los Comunes británica porque las preguntas han sido previamente anunciadas y las respuestas lógicamente preparadas- para observar si dos de las grandes bastiones mediáticos del sanchismo, RTVE y Al rojo vivo, de La Sexta, tomaban partido por el inquilino de La Moncloa. Debo confesar que esta vez hicieron un equilibro informativo loable, quizás porque el caso es palmario. Al igual que se viene observando tímidamente en El País, donde el socio mayoritario, el franco armenio Joseph Oughourlian, ha hecho un relevo en la dirección con el fin de distanciarse un poco de las directrices de Moncloa con gran enfado de Sánchez.
El jefe de Gobierno es actualmente un hombre solo. Sabe que su caída es una cuestión de tiempo y que es imposible que el fin de la legislatura llegue como él dice hasta mediados de 2027. Don Teflón, le ha bautizado en un editorial el diario conservador británico The Times, porque es como ese modelo de sartén no pringable, resbala y fácil de limpiar. La tropa mediática ha tirado de Wikipedia para recordar que así bautizó la prensa estadounidense al capo mafioso John Gotti de la familia Gambino y fallecido en 2002. En los ochenta, cuando apareció en el comercio esa sartén tan práctica, se dijo que el presidente Ronald Reagan era como el teflón, porque no le resbalaba nada pese a que la economía funcionaba regular, la deuda pública estaba descontrolada y los conflictos de Nicaragua y El Salvador manchaban su Administración.
En esta ocasión, el Don Teflón español ha llegado demasiado lejos y seguramente se ha manchado más allá de los límites. Parece que, por el bien de la estabilidad democrática, tarde o temprano abandonará el poder bien derrotado en los próximos comicios teóricamente no antes de mediados de 2027, bien abandonado por sus socios de legislatura, léase nacionalistas catalanes y vascos y obligado a convocar elecciones anticipadas, o incluso, y eso sería muy grave, implicado en la trama de una presunta financiación irregular de su partido por lo que el Tribunal Supremo pidiera el suplicatorio al Congreso y que los diputados se vieran ante el dilema de concederlo o no.
En esta tragicomedia que algunos analistas presagiaban y otros despreciaban y consideraban urdida por la derecha para dar un golpe blando, el personaje Sánchez es de diván de psicoanalista como paciente de delirio de negación al igual que Ábalos o el mismo Cerdán, quien incluso cuando la UCO difundió los audios de las mordidas afirmó sin pestañear que no se reconocía y que las conversaciones podían estar manipuladas. Ábalos, tan elegante, con voz aterciopelada y verbo estructurado, que denota lecturas, parecía una especie de Hannibal Lecter a la valenciana cuando apareció a la puerta de su casa días atrás con una sonrisa casi psicopática después del registro de la UCO. “Han sido muy respetuosos, muy amables y yo he colaborado”, dijo embutido en esa camiseta blanca con la leyenda Orlando, Florida. El atuendo le quitaba años y peso. Parecía un buen vecino educado. No especificó que la policía le había incautado una treintena de lápices informáticos y varios dispositivos tecnológicos. Y calló sobre el incidente de una de sus citas de alterne a quien le dio un disco duro para que se lo metiera dentro del pantalón y saliera a pasear al perro. Un agente lo descubrió. Posteriormente, ya sí en esa sonrisa beatífica, explicó que ese dispositivo contiene grabaciones de entrevistas con Sánchez y otros ministros, todo ello como material de un proyecto de libro de memorias, proyecto que a lo mejor debe escribir en la cárcel. El lunes tiene que volver a ser interrogado por el juez instructor del Supremo al igual que Cerdán y Koldo, a quien le hemos eliminado el apellido como si su deshonestidad nos obligara a hacerlo en comparación con la de los otros dos colegas, más ilustres y por tanto con derecho a conservarlo. Sánchez en su última comparecencia se refirió a la trama como el caso Koldo.
“A estas alturas es sensato decir que ya no hay partido político socialista en España, sólo una organización mafiosa dedicada al desprestigio de la democracia en beneficio personal del caudillo parasitado, bajo las siglas de un partido histórico, el PSOE. Es decir, que estamos ya en una autocracia”, ha escrito Félix de Azúa en THE OBJECTIVE.
Se echa en falta un ensayo sobre la conducta mental antes que política del ciudadano Sánchez desde su llegada por sustitución al Congreso de los Diputados, su elección discutible de secretario general del PSOE, su pragmatismo desideologizado, su trayectoria cambiante, su desprecio íntimo de Pablo Iglesias, fundador de Podemos, su buena química con su antecesor, José Luis Rodríguez Zapatero y su asentamiento y aferramiento al poder como presidente de Gobierno a cualquier precio, porque, como subrayó esta semana en otra rueda de prensa, su reemplazo por Feijóo y Abascal sería una “grave irresponsabilidad”. De momento, sabe que huele a muerto, que sus compañeros, pese al aplauso, se sienten incómodos y rehúYa yen hacerse una foto juntos. Él, don Teflón, como la breve novela de García Márquez, no tiene quien le escriba. Y por eso lo hace de su puño y letra él mismo a los militantes del partido y al secretario general de la OTAN, Mark Rutte, advirtiendo que España se opone a aumentar hasta el 5% del PIB el gasto militar como exige Donald Trump. “Ese hombre simpático se lo recordará”, como Rutte se ha referido con ironía a Trump. La carta puede hacerle ganar votos de su partido y la simpatía de la izquierda de la izquierda, pero la metástasis es casi incurable. Habrá que observar los gestos matones del presidente de EEUU con un líder europeo, enfebrecido hasta ahora de narcisismo, pero en sus horas más bajas. La soledad del poder, don Teflón.