Sánchez y los tontos de remate
Su mayor mentira es afirmar que el culpable de todo este gigantesco desaguisado, él mismo, es su principal víctima

Ilustración de Alejandra Svriz.
Es cierto que la humanidad en su conjunto lleva dando un espectáculo muy poco edificante en su comportamiento político y social en este primer cuarto del siglo XXI, y que resulta muy decepcionante ver el sombrío cariz que han adoptado las consecuencias de un hecho tan esperanzador y relevante como el derrumbe del comunismo en las postrimerías del siglo XX. Pero eso no nos da derecho a los españoles para justificar la lamentable deriva política de nuestro país después de haber experimentado en el último cuarto de este mismo siglo un proceso tan relevante y esperanzador como lo que hemos dado en llamar la Transición a la Democracia.
Si triste ha sido ver que las dictaduras comunistas han sido sustituidas en Rusia y China por dictaduras a secas, pero más agresivas y autoritarias aún que las marxistas, y que en las principales democracias tenían lugar episodios tan terroríficos y deprimentes como la destrucción de las torres gemelas en Nueva York, la elección y reelección de Trump, o la desmembración parcial de la Unión Europea mediante el lamentable referéndum del Brexit, y que en el Oriente Medio prosigue la guerra, a veces larvada, a veces abierta, entre judíos y musulmanes de diversas sectas (que frecuentemente se matan entre sí), que la primavera árabe tuviera un final tan sangriento y lamentable, que la criminal agresión rusa a Ucrania se ve apoyada por el vergonzoso compadrazgo de Estados Unidos, y que la democracia en el mundo se encuentra en retirada frente al populismo y la autocracia, no menos triste ha sido ver que tras 20 años de gobiernos, ciertamente no perfectos, pero sí aceptables, con una civilizada alternancia en el poder de socialdemócratas y conservadores moderados en España, el primer cuarto de la presente centuria nos haya obsequiado con gobiernos a cuál más incompetente y demagógico, para terminar con la bazofia sanchista, cuyos últimos coletazos aún pueden ser peores y más dañinos que la pesadilla de los siete últimos años.
No nos hacía falta conocer el Informe de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO) para percibir la impresentable indecencia del Gobierno de Sánchez, que dura ya siete años como una plaga bíblica. Según ha señalado en este periódico Álvaro Nieto, THE OBJECTIVE había denunciado hace tiempo la mayor parte de los hechos que la UCO ha detallado y pormenorizado de manera exhaustiva e inapelable. Pero aparte de lo aplastante de la evidencia recopilada, por su detalle, su volumen y la solidez de la evidencia, la Guardia Civil ha contribuido con su informe, además de ofrecer material para la instrucción judicial, a llamar la atención del público sobre algo que muchos políticos y periodistas conocían, pero que quizá había pasado casi inadvertido para la mayoría.
El cinismo, la grosería, el tono soez y la desvergüenza con que se interpelaban los íntimos de Sánchez han invadido repentinamente los titulares de los medios escritos y gráficos, y son estas cosas, por desgracia, las que hacen más mella en la mayoría. Aunque la realidad subyacente sea la misma, lo zafio llama más la atención que las expresiones correctas y las denuncias formales. Pero es mejor este respingo que la anterior indiferencia.
La reacción de Sánchez ante el aluvión de lo que hasta hace unos días él llamaba “fango” ha sido característica: enfrentarse a la adversidad mintiendo a diestro y siniestro. En esto tampoco hay nada nuevo, salvo que para hacerlo esta vez se haya disfrazado de cadáver moreno y playero. Quizá la mayor de las mentiras que profirió el otro día sea la de afirmar que el culpable de todo este gigantesco desaguisado, él mismo, sea su principal víctima. Hace falta mucha resiliencia o, en román paladino, mucha caradura, para hacerse de nuevas ante algo que, como dije más arriba, era del conocimiento público.
«Este ‘Don Teflón’, como le ha llamado ‘The Times’, nunca ha dado muestras del más mínimo adarme de vergüenza»
Y, como también se ha puesto ya de relieve por varios comentaristas, en el caso inverosímil de que fuera cierto que acababa de enterarse de quién era de verdad su compinche (compinche a su vez de otros acreditadamente delictuosos compinches), su culpabilidad sería aún mayor, porque, ello indicaría, que es tonto de remate. Un político al que sus compañeros más íntimos, sus incondicionales, que le han acompañado en sus travesías del desierto, compartiendo automóvil en una larga expedición que le rehabilitara cuando el partido le había puesto al borde de la expulsión, son capaces de ocultarle durante años que son una cuadrilla de corruptos y lo han venido siendo desde el comienzo de su aventura en común, es un tonto tan tonto, que está descalificado no ya para ser presidente de gobierno, sino para cualquier puesto con un mínimo de responsabilidad. Porque, además, reincidió en los nombramientos. No se “equivocó” una vez, sino dos.
Sánchez mentía el otro día, como de costumbre; él sabía que nadie creía lo que decía, pero le daba igual. Sólo estaba tratando de ofrecer a sus incondicionales y cómplices un pretexto, por inverosímil que resultara, para seguir apoyándole. Aún no sabemos si se saldrá con la suya, pero este “artista del escapismo”, como le llamó The Economist en 2023, este “Don Teflón”, como le llamó hace unos días The Times, nunca ha dado su brazo a torcer ni dado muestras del más mínimo adarme de vergüenza. Por eso ha tenido el cuajo de decir que él va a continuar en su puesto para seguir beneficiando a los españoles.
Él, el mayor responsable de la mortandad del covid-19 en España, el galgo de Paiporta que huía cobardemente, farfullando, sin la menor evidencia, “extrema derecha, extrema derecha”, de los que le reprochaban su evidente responsabilidad por la catástrofe de la dana valenciana del pasado otoño; él, que dejó en la estacada a los reyes, que, por cierto, le dieron una lección más de valor y decencia; él, que ha dejado sin educación ni vivienda a la juventud española, que está vendiendo a trozos la soberanía nacional al separatismo vasco y, sobre todo, al catalán, que está dispuesto a gobernar sin las Cortes y sin presupuesto con tal de no dar la voz al pueblo porque la teme, el que nos está ahogando fiscalmente para comprar al forajido Puigdemont los votos que le permitan a él, Sánchez, seguir viviendo lujosamente a nuestra costa y seguir escapando de la justicia; él, cuya familia más cercana y cuyo fiscal general, dependiente de él, y sólo de él, están ya a un paso del banquillo; él, el presidente de los apagones y los descarrilamientos, el enemigo de la Democracia, de la Justicia y del Estado de derecho, el amigo de Maduro, de Putin, de Xi Jinping y de Hezbolá.
«Este personaje que enfanga todo lo que toca, dice que debe continuar presidiendo el gobierno para ‘beneficiar a los españoles’»
Él, que es tan transparente y tan popular que nunca acepta preguntas de los periodistas, que está dejando el prestigio de nuestro país por los suelos a medida que se van conociendo en los medios extranjeros la catadura y los hechos de nuestro presidente y su cuadrilla; él, que cuando pretende escudarse en la discutible prosperidad de la economía española, olvida deliberadamente que la locomotora económica de España es la Comunidad de Madrid, presidida por Isabel Díaz Ayuso, a quien odia profundamente; él, que quiere atrincherarse tras nosotros y hacernos cómplices de sus desmanes sobornando a otros partidos que están dispuestos a corromperse con él porque esperan hacer leña del árbol caído -es decir, hacer leña de nosotros por medio de él, de Sánchez-; él, este personaje que enfanga y pudre todo lo que toca, dice que debe continuar presidiendo el gobierno para “beneficiar a los españoles”. Tendría gracia si no fuera trágico.
¿Hasta cuándo, Falconetti, abusarás de nuestra paciencia? Te finges tonto de remate porque piensas, quizá con algún fundamento, que los tontos de remate somos nosotros. Si mal está hoy la situación internacional, la de España no le va a la zaga. Gracias a ti, Pedro Sánchez.