El sanchismo-leninismo como fosa séptica moral
“La fosa séptica del sanchismo-leninismo degrada los valores que nos hicieron una sociedad próspera y libre”

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Europa Press
España tiene la mayor tasa de paro juvenil de la Unión Europea (27%), al mismo tiempo que las empresas no encuentran el personal que necesitan. Hay jóvenes que buscan oportunidades en el exterior, mientras que otros dilatan la entrada al mercado laboral mediante una sucesión de másteres y cursos, que agranda la brecha entre las expectativas y la realidad. Es común la queja entre los jóvenes por lo impracticable que les resulta casarse, formar una familia o acceder a una vivienda.
Frente a ese cuadro de situación, el sanchismo-leninismo (y varios gobiernos autonómicos), aprovecha la llegada del verano como una ocasión para la demagogia. El símbolo de ese despropósito es la tercera edición del programa ‘Verano joven’, del Ministerio de Transportes, que concede enormes descuentos para viajar por España y Europa.
En lugar de aprovechar los meses de verano para facilitar, por ejemplo, una primera experiencia laboral, nuestros políticos proponen a los jóvenes olvidarse de todo y “pasárselo bien”. Que disfruten de un verano “guay”, aunque no tengan trabajo, ni coche, ni vivienda, ni perspectivas. Es peor que una tomadura de pelo; es socavar las bases de los valores que hacen a nuestra prosperidad; los valores del trabajo y el ahorro; los valores del capitalismo.
El Gobierno nacional destinará 120 millones de euros a los descuentos del ‘Verano joven’. Ese mismo dinero alcanzaría, por ejemplo, para subvencionar cerca de la mitad (16 puntos porcentuales) de las cotizaciones sociales del empleador, para 106.000 jóvenes, durante seis meses, que cobren el salario mínimo. También alcanzaría para formar de manera intensiva durante el verano a 120.000 jóvenes en el manejo de programas informáticos u otras habilidades que faciliten su empleabilidad. También podrían darse 8.000 créditos de 15.000 euros a jóvenes que inicien un emprendimiento. O podrían darse 2.400 becas de investigación de 50.000 euros cada una, para retener talento.
El origen de ese dinero es inmoral. Porque surge de robarle a la gente que trabaja parte del fruto de su trabajo mediante impuestos que no van a financiar servicios públicos esenciales, sino las ocurrencias de los ministros de turno. Un Gobierno tiene sentido como protector de los derechos individuales. El sanchismo-leninismo subvierte esa lógica atacando esos derechos, en este caso cobrando impuestos para financiar gastos superfluos.
Lo peor es el daño cultural. En lugar de promover el trabajo y el ahorro como fuentes últimas del progreso social, el sanchismo-leninismo hace propia la agenda comunista de promover el ocio por todos los medios: encareciendo la contratación lo máximo posible (subida alocada del salario mínimo, aumento de cotizaciones sociales, cuota de solidaridad), intentando recortar de forma arbitraria la jornada laboral, con la percepción ilimitada del Ingreso Mínimo Vital o con programas como el ‘Verano joven’. Inoculando la idea de que el trabajo solo es explotación y castigo; algo de lo que hay que librarse cuanto antes.
Todos los países que aplican las ideas socialistas se empobrecen. Cuanto más estricta es la aplicación de esas ideas, más rápido y profundo es el empobrecimiento. No es por casualidad. Es porque los socialistas de todos los partidos desconocen el proceso de creación de riqueza y la verdad elemental de que el ahorro, la inversión y la acumulación de capital son la clave detrás del crecimiento económico, el aumento de la productividad, el crecimiento de los salarios y el bienestar general. Debilitar culturalmente el valor del trabajo ataca los cimientos de la prosperidad: sin trabajo no hay ahorro.
La fosa séptica en que el sanchismo-leninismo ha convertido la cosa pública no se limita a la mentira como norma, mordidas, adulteración de licitaciones, colocación de ineptos en diversos empleos, aprovechamiento de cargos públicos para enriquecimiento familiar, disposición arbitraria del dinero público o señalamiento de jueces incómodos, en una lista incompleta de fechorías que crece día a día. Esa podredumbre moral degrada también nuestros valores más preciados, esos que nos hicieron una sociedad próspera y libre: el trabajo, el ahorro, la responsabilidad individual, la familia, la tolerancia con el que piensa distinto, el valor de la palabra.
Degradación moral que explica cómo es posible que haya unos siete millones de personas dispuestas a votar a Pedro Sánchez otra vez.
PD: la brillante exposición del profesor Miguel Anxo Bastos en el Madrid Economic Forum me inspiró para escribir este artículo. ¡Siempre gracias, profesor Bastos!