Sánchez, cuestión de días
«Sánchez sabe que julio y agosto son dos meses donde a España lo único que le importa son sus vacaciones»

Ilustración de Alejandra Svriz.
El manual de resistencia de Sánchez toma todo su sentido estos últimos días de junio. El presidente del Gobierno está convencido de que con aguantar una semana más, todo se relajará y volverá una paz intranquila, pero más cómoda. Y es que Sánchez sabe que julio y agosto son dos meses donde a España lo único que le importa son sus vacaciones. Ya puede haber un riesgo comprobado de manera científica de que pueda caer en algún momento de esos dos meses un meteorito que hiciera desaparecer nuestro territorio, que el personal seguiría como si tal cosa, y pondrían el despertador como cualquier otro día vacacional, para poder poner la toalla y la hamaca en primera línea de playa.
Y es que a los españoles no nos gusta que pasen cosas en verano. También es cierto que nos da igual lo que ocurra, pues le haremos el mismo caso que a la suegra cuando habla. Al pueblo español le gusta aislarse durante este periodo estival sin necesidad de tener que pisar las Canarias o las Baleares. Se encierra en sí mismo y en su ruido interno. El caos exterior le resbala como el suelo mojado que circunda la piscina en la que se encuentra. No le importa desnucarse si sabe que lo hará dormido mientras el telediario le canta las nanas que más le aburren. El español medio en verano no quiere saber nada de lo que pasa ni en su país, ni en su planeta. No sentir ni padecer llevado al extremo. Una insensibilidad más placentera que sentir a flor de piel.
Sánchez cuenta los días para que esto suceda. Que el pueblo le dé la espalda, pero esta vez no sólo de forma metafórica. Que el pueblo esté a lo suyo, mientras él sigue destrozando lo de todos. Que nos hinchemos a helados, mientras el presidente del Gobierno hace esfuerzos baldíos por descongelar su alma y su corazón. Visualiza un paseo nocturno de la mano de Begoña. No hay nadie más en esa madrugada dormida. Los únicos demasiado despiertos son ellos. Una película de terror ante la tragicomedia de sus actos les viene a sus cabezas. El ojo que todo lo ve, sale del mar con la plasticidad de una sirena, y se eleva sobre el cielo sustituyendo a las gaviotas, y les dice: “Sé lo que hicisteis el último verano”. Ese sueño de una noche de verano se convierte en una pesadilla tan real y perceptible como los barrotes de una celda donde no podrían compartir su amor.
Que llegue julio con sus fiestas de San Fermín. Que el chupinazo lo lance la señora Chivite, si todavía es presidenta para esa fecha. Con un poco de suerte al personal se le habrá olvidado que era íntima de Santos Cerdán, otro navarro ilustre, que busca un abogado a contrarreloj que le consiga los mismos triunfos que Miguel Induráin. Que los encierros sean a los toros, y no a él, su mujer, su hermano y su cúpula socialista. Que el toro de la justicia y de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, no les “cojan” ni a él, ni a ninguno de los suyos.
Lo que Sánchez también quiere es que durante ese mes, las únicas cuestas empinadas las recorran los ciclistas durante el Tour de Francia. Que no lo hagan ninguno de los suyos camino de los juzgados de Plaza de Castilla, con esa Castellana que parece que termina en el cielo. O en la Audiencia Nacional o en el Supremo, avergonzando a Colón y subiendo por la calle Génova, pero parándose antes de llegar a la casa del enemigo, para evitar sus caras de alegría y regocijo.
Faltan pocos días para que se cumpla su objetivo, pero siempre que se quiere que el tiempo corra, este se enlentece de manera desesperante. Las exclusivas de los distintos medios de comunicación sobre las corruptelas de este Gobierno, se suceden de manera acompasada, recreándose en los detalles. Los periodistas parecen astronautas que dan pasos cortos y lentos, pero también seguros y hacia delante. Una sensación de quietud que inquieta demasiado a Sánchez. Los días son tortugas y el caparazón al presidente del Gobierno se le empieza a despegar.
La meta se divisa a la vuelta de la esquina. El calendario está preparado para pasar página, pero su textura hace que estas se peguen y cueste pasar al siguiente mes sin que este se rompa.