The Objective
Crónicas del caos

Peinado no convence ni al PP

«A diez días del Congreso, Feijóo mantiene en vilo a sus dirigentes»

Peinado no convence ni al PP

Ilustración de Alejandra Svriz

Cuarenta años después, el Estrecho de Ormuz se ha puesto de moda. Tanto que o Irán se arregla con Estados Unidos e Israel al mismo tiempo, o la civilización europea se queda sin petróleo. Fíjense: los mal informados de la Transición atribuyen al presidente Suárez la advertencia sobre el lío —que diría Rajoy— de Ormuz, pero no fue suya. Más bien al contrario: tras las segundas elecciones democráticas, se celebró la sesión de apertura de las Cortes Generales y en ella Suárez se negó en rotundo a presentar su programa de Gobierno como vencedor de los comicios.

Se organizó un escándalo de aúpa, los socialistas pusieron a Suárez de chupa de dómine y en esto levantó el brazo el vicepresidente Fernando Abril Martorell, que dijo a Landelino Lavilla, primera autoridad del Congreso: «Quiero hablar en nombre del Grupo Parlamentario Centrista».

Lavilla estrujó el reglamento y Abril Martorell, alias «Fernando el Caótico», se dispuso durante una hora larga a avisar a los diputados de los peligros geoestratégicos que rondaban al universo mundo y de la ablación (palabra suya) que podría producirse en fecha muy cercana del citado Estrecho de Ormuz. El personal protestaba de la chapa, otra parte se reía del conferenciante y Abril terminó más o menos así: «Algún día me daréis la razón».

Y se la hemos dado ahora, porque, según fuentes ilustradas de este cronista: «España las va a pasar p… con el petróleo en los próximos meses».

A nuestro presidente, aún, parece importarle una higa el riesgo, porque en La Haya se ha presentado como el David que, con solo una pequeña onda, el 2,1%, derrota a Goliat, el dictador del 5, el porcentaje que, por consenso, tenemos que aportar todos los países de la OTAN a la causa común de la Defensa.

Trump, el elefante pelirrojo, ya ha decidido dos cosas igualmente trascendentales para Occidente: la primera, que nunca más Estados Unidos («America First») pondrá los dólares y los muertos; la segunda, que se ha terminado la fiesta de nuestra prosperidad, que ya está bien de que ellos, los americanos, paguen la defensa entera para que nosotros nos dediquemos a gozar de nuestro Producto Interior Bruto, el manoseado PIB.

Claro que Sánchez, el Cid Conseguidor (él se piensa así), está tan poseído de sí mismo que se siente en condiciones de batirse en duelo con el presidente yanqui. Atención a lo que dice mi psiquiatra de cabecera («Carlos, no digas mi nombre, que tengo llena la consulta»):
«Este hombre [Sánchez] nos está ganando, los libros más reputados de la especialidad no incluyen una tan refinada, y grotesca a la vez, psicopatía narcisista como la suya».

Los fanáticos de Sánchez, que todavía le quedan en el Congreso comandados por el inefable Patxi López, ya van detrás de él como si se tratara del Flautista de Hamelín o de un predicador boliviano de los más duros.

La mercancía que venden los socialistas, los pocos que se avienen a hablar con los periodistas desafectos, es que en muy breve tiempo la Justicia les va a dar grandes alegrías. Y citan, sin ir más lejos, la posibilidad muy cierta de que la Sala de Admisión del Tribunal Supremo, cinco magistrados a la orden del «vitorino» (pertenece a la Asociación Francisco de Vitoria), sentencie que el trabajo del juez Peinado es una larga chapuza y que no hay forma de empapelar así a Bolaños.

Esa noticia, si se produce en breve, le daría aire al mencionado jefe de nuestro Gobierno que, por lo demás, ya cuenta con la amnistía de Pumpido bajo el brazo para complacer a sus colegas de fechorías, los secesionistas de Junts. El problema es que estos son más insaciables que el mítico Gargantúa.

El Gobierno tiene pendiente que la tropa de la entrañable portavoz Llongueras anuncie si va a pronunciarse a favor de las treinta y siete horas y media, la obsesión de Yolanda Díaz. Y pues no; nada de voto positivo, negativo del todo, porque se lo han prometido al presidente de Foment, Josep Sánchez Llibre.

Es decir, que estos aprovechados no es que jueguen como los trileros, bolita, bolita, ¿dónde está la bolita?, es que les ofreces la mano y te raptan el brazo entero. Crecido como está, el sanchismo despliega toda su propaganda al estilo Goebbels e hincha el pecho, porque su jefe le ha doblado el pulso nada menos que a Trump. O sea, la victoria universal.

¡Qué importa que, como asegura un periodista dedicado al tema, el olivar de Jaén, o la factoría de ArcelorMittal, o la fábrica de componentes de Burgos, se hundan por los aranceles que nos va a colocar el rival de nuestro heroico Sánchez! Todo sea por el canto a su triunfo.

Con episodios como este aumenta la sensación de revoltijo, del caos nacional. Y sigue sin engordar la respuesta de la sociedad civil a tanto desmán. Podemos comentar dos cosas: la primera, que el Partido Popular no se va a sumar a la Plataforma por una España Constitucional que pretende ahormar una moción de censura. Alega que esta iniciativa no guarda cabida alguna en la Constitución.

La segunda, que esta reticencia señala cómo los partidos políticos de derecha (Vox no está en la oposición, sino en la posición de prevengan) no son capaces de organizar movimiento común alguno para doblegar finalmente la espalda de Sánchez.

Comentando esta realidad, una de las mujeres destinada a salir propulsada tras el Congreso del Partido Popular se manifestaba así:
«El Congreso no es para mañana, sino para dentro de dos años». A lo mejor todos los augures de la derecha y la izquierda se equivocan, porque en otoño entramos directamente en campaña electoral.

Mañueco, en Castilla y León, se está resistiendo, pero Génova, la sede central del PP, que en estos días está más revuelta que nunca, trata de convencerle. «¿Cuándo mejor que en otoño?», le presionan. Feijóo escribe nombres en su libreta incógnita y se carcajea viendo cómo sus dirigentes están en vilo cara al Congreso. Eso sí: nadie pía. Como recuerda uno de ellos: «El que pregunta se queda de cuadra».

P.D.: Y, finalmente, sobre Cerdán. Su negociación por debajo de la camilla con el PSOE sigue. Los colegas de Navarra, básicamente Chivite, no admiten culpa alguna. Su respuesta es: «Si no quieres taza, taza y media». Ahora van a eliminar los controles previos en la adjudicación de obras. Facilidades para los rateros.

El lunes Cerdán va a negar hasta su voz: «Ese no soy yo, señoría». Él, que parece el más listo de la clase bandolera, sabe que Ábalos ha mandado a sus novias a las televisiones para, mayormente, presentarle como un chico bueno, víctima de una conspiración a lo grande ordenada por su amigo Sánchez, el promotor del Peugeot.

Lo dicho: con este inmenso y retorcido lío el personal se pierde. Quizá es lo que pretende Sánchez, heredero de aquel «Fernando I, el Caótico», el Juan Bautista del Estrecho de Ormuz. Ahora tan de moda.

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