Vinicius y la OTAN, reyes del verano
«Es el líder que en el cara a cara se atasca con el reto y no se atreve con la pedorreta»

Vinicius Jr. | Reuters
Primer partido de Xabi Alonso contra el Al Hilal, empate (1-1), tormenta, primeras críticas, recelos, Ancelotti en la memoria. Nervios a flor de piel. Paciencia cero. Segundo encuentro, 3-1 al Pachuca, que tampoco es que sea el Milán de Arrigo Sacchi. Medias sonrisas. Los agoreros respiran. En el tercer choque del Mundial de Clubes la luz se hizo. El Salzburgo, que tampoco es el City de Guardiola, encajó 3-0. Vinicius, sin trencitas, con su «look» de toda la vida, se reivindicó: un gol, una «dejada» genial a Valverde para el 2-0 y el tercer tanto, golazo de Gonzalo, canterano y sensación. Al término dijo Florentino Pérez: «Ha sido el mejor de los tres partidos». Incluso los que lo vieron se descubrieron ante la sagacidad del «ser superior». Así es el Madrid, le basta un soplo de aire para recuperar el ánimo bajo la canícula. Luego, dependerá de la Juventus que continúe el canto a la alegría o que los negros nubarrones invadan de nuevo a los descreídos. Ancelotti era muy bueno y lo demostró. Xabi es muy bueno y lo demostrará.
Otro escenario, La Haya, y otro partido, Pedro Sánchez contra la OTAN. Uno contra todos (31); según testimonios de los últimos, España perdió por goleada. Tragó y encajó incluso un gol en propia puerta: 32-0. Según el presidente español, suya fue la victoria (¿?). En el fútbol la realidad salta a la vista, más allá de calores, soponcios, bajadas de tensión, granizadas o «inventadas». Tan cierto como la vida misma en este junio que se consume entre temperaturas desorbitadas, una cumbre para que el español se ponga «colorao», un Mundial de Clubes que pilló a Simeone con el calzón en las corvas, la ilusión por los fichajes que aterrizarán y las salidas que encogen el corazón de aficionados como los del Athletic, que o dobla el brazo al Barça y a posteriori al CSD o despide a Nico Williams con trompetas, timbales y la hucha a reventar. El chico quiere prosperar y jugar al lado de Lamine Yamal, su amigo, y de astros que están más cerca de los títulos que de los premios de consolación. Lo ha confesado. Suficiente para abrirle las puertas y que vuele hacia ese club cuya economía es un arcano, como el compromiso de Pedro Sánchez con la OTAN: ¿2,1%? ¿3,5%? ¿5%? Desafió a los aliados –es un decir– y a Trump, este amenazó a España y la cuestión es si, achantado PS, pues firmó lo mismito que todos los demás, va a pasar por el aro o asume el papel de cáscara de nuez en el proceloso mar de esa perversa y necesaria sociedad del Tratado del Atlántico Norte. Cuando, por cierto, los peligros acechan por el sur.
Mientras se desenmaraña el enredo internacional, inflado por los embrollos patrios para disimular chanzas como la Ley de Amnistía, las consecuencias del primer Mundial de Clubes permanecerán ocultas hasta un tiempo después, como esas células durmientes de las que nadie quiere hablar, ni siquiera quien tiene el poder de activarlas. Hasta que arranquen las competiciones en Europa y los futbolistas que han participado en el enésimo experimento de la FIFA empiecen a caer como moscas: el organismo humano, aunque resistente, acusa esfuerzos que devienen en enfermedades. Confía el Madrid en que la temporada 24-25 se haya cobrado los sacrificios suficientes en el altar de la competitividad extrema y malsana. Jamás conoció una plaga de lesiones semejante. Por si acaso, Xabi Alonso, tan meticuloso él, distribuye hombres y minutos a la espera de más refuerzos. Tampoco se sorprendería si alguno de los indiscutibles decide jugar en otras latitudes. Hay runrún, sospechas y certezas muy superficiales.
Entre lo que es obvio, la montaña rusa funciona a toda pastilla con Vinicius, siempre Vinicius, el muerto en el entierro, el novio en la boda y el niño en el bautizo. En el último semestre, no había rendido ni la mitad de lo que de él podía esperarse. En estas, se desbloquea ante el Salzburgo y firma un partido sobresaliente. De repente, recupera velocidad y desborde; su condición física ya no es precaria, mejora su agilidad mental y la acumulación de partidos, que influía en su mediocre rendimiento, deja de ser un mal síntoma. De este periplo semestral y hasta el triunfo ante los austriacos, lo más destacado, dentro del terreno de juego, fue que alivió la llegada de Ancelotti a Brasil con el gol que marcó a Paraguay y que ha supuesto la clasificación para el Mundial de 2026. Extramuros, lo sorprendente es que eliminó de su cuenta de Instagram todas las fotografías que le relacionan con el Madrid. Todas, excepto una en la que aparece de espaldas, mensaje subliminal que desconcierta aún más que sus salidas de pata de banco cuando cambia el balón por la simulación o le da por convertirse en «pistolero Sánchez» sin más munición que la mímica y la lengua. ¿Se va de vacaciones o a otro equipo? Un misterio más. Y en este caso, el del futbolista, ya no interviene el matón de la clase de los mayores, pongamos que hablamos de Trump, o el chulito del aula de los pequeños, pongamos que hablamos de ese jefecillo acostumbrado a humillar a todos cuantos le rodean, excepto a quienes le mantienen en el poder. Es el líder que en el cara a cara se atasca con el reto y no se atreve con la pedorreta.
En su caso, Vini tendrá que explicarse con goles, centros, taconazos y regularidad, porque, como no espabile, terminarán cantándole alguna coplilla en el Bernabéu, más cariñosa que las que escucha por esos campos de Dios, pero que le hará más pupita. Los parroquianos del fútbol no perdonan a los desagradecidos ni a los caprichosos; mucho menos a los traidores. Ojalá que no tenga que escuchar lo de María Dolores Pradera: «Devuélveme el rosario de mi madre / y quédate con todo lo demás / Lo tuyo te lo envío cualquier tarde / No quiero que me veas nunca más». Comprobado su discutible rendimiento en la hora en que había que echar el resto, guiado por sus agentes desvió la atención de su baja forma borrando las fotografías que son la imagen del club que le paga. Su entorno, ese ente gelatinoso que solo piensa en el dinero, sugiere que en el Madrid no le valoran, que no miman como se merece al «mejor jugador del mundo», que por ello tendría que cobrar más que Mbappé y Bellingham (30 millones brutos, 15 netos por temporada) y que como no mejoren la oferta ahora que negocian la ampliación de contrato (vigente hasta junio de 2027) estudiarán otros destinos. ¿Chantaje a la vista? ¿Operación despiste? Sea como fuere, Vinicius ha vuelto y dice que se queda. Mejor para el madridismo. La renovación está en el horno. Entre tanto, la OTAN que apuntaba a canción del verano, junto a Vinicius, pierde audiencia por la invasión del TC con la Ley de Amnistía. «Spain is different».