The Objective
Hastío y estío

La España de Topuria y la del sanchismo

«Mientras Topuria se enfrentaba a Oliveira, un luchador con 35 victorias y un historial que intimidaría a cualquiera, Sánchez se atrinchera en La Moncloa, incapaz de enfrentarse a las preguntas de una prensa que no controla»

La España de Topuria y la del sanchismo

Imagen de Topuria y Sánchez. | Europa Press

En la madrugada del sábado al domingo, mientras España dormía bajo el peso de un Gobierno que se tambalea entre escándalos y promesas vacías, Ilia Topuria, el hispano-georgiano indomable, entraba en el octógono del T-Mobile Arena de Las Vegas para recordarnos qué significa el esfuerzo, el talento y la determinación. En apenas dos minutos y 27 segundos, Topuria noqueó a Charles Oliveira, el león brasileño con más finalizaciones en la historia de la UFC, y se alzó con el cinturón de peso ligero, sumándolo al de peso pluma que ya ostentaba. Diecisiete victorias, dos cinturones, y una lección de grandeza que pone en ridículo la mediocridad de un Ejecutivo que, desde La Moncloa, se aferra al poder como quien se agarra a una tabla en un naufragio.

Topuria es un portento. No solo por su derecha demoledora, que mandó a Oliveira a la lona antes de que el público pudiera pestañear, sino por lo que representa: un hombre que no entiende de excusas, que no se esconde tras cortinas de humo, que no promete lo que no puede cumplir. Su vida es un testimonio de trabajo incansable. Nacido en Alemania, criado en Georgia, y afincado en Alicante desde los 14 años, Topuria ha forjado su destino a base de sudor, disciplina y una fe inquebrantable en sí mismo. Cada puñetazo, cada entrenamiento, cada sacrificio en el gimnasio es un recordatorio de que los resultados no se regalan, se conquistan. Mientras él subía al octógono con la bandera española en un hombro y la georgiana en el otro, Pedro Sánchez esquiva las preguntas en el Congreso, escondido tras el telón de su búnker, incapaz de dar la cara por los escándalos que corrompen su Gobierno.

Hablemos claro: la victoria de Topuria no es solo un triunfo deportivo, es un espejo donde se refleja la miseria del sanchismo. Mientras Ilia se preparaba para enfrentarse a un titán como Oliveira, el presidente del Gobierno se dedicaba a bautizar estrategias de marketing como «Recuperar la confianza», un eslogan tan vacío como las arcas públicas que su gestión ha dilapidado. Topuria cumple lo que promete: dijo que noquearía a Oliveira en el primer asalto, y lo hizo. Sánchez, en cambio, promete regeneración mientras su partido se desangra bajo el peso de la corrupción. Santos Cerdán, su mano derecha, señalado por presuntos sobornos; José Luis Ábalos, su exnúmero dos, envuelto en la trama Koldo; y Begoña Gómez, su mujer, salpicada por los negocios turbios de Air Europa. ¿Confianza? Lo único que Sánchez recupera es la incredulidad de un pueblo harto de mentiras.

Topuria no necesita amnistías ni pactos bajo la mesa para brillar. Su éxito no depende de favores, de enchufes, ni de presiones a medios de comunicación. Mientras él se enfrentaba a Oliveira, un luchador con 35 victorias y un historial que intimidaría a cualquiera, Sánchez se atrinchera en La Moncloa, incapaz de enfrentarse a las preguntas de una prensa que no controla. Topuria, con su récord inmaculado de 17-0, es la antítesis de un Gobierno que colecciona derrotas morales. Cada golpe de Ilia es un recordatorio de que el talento y el esfuerzo no entienden de atajos. Cada evasiva de Sánchez es una confesión de que su liderazgo es un castillo de naipes sostenido por la propaganda y el clientelismo.

No es casualidad que Topuria, en 2024, recibiera la promesa de un DNI español de manos del propio Sánchez, un gesto que hoy suena a oportunismo barato. Porque mientras Ilia enarbola la bandera española con orgullo, representando lo mejor de un país que lucha por salir adelante, el presidente se dedica a esquiar en Cerler o a desaparecer del Congreso cuando las cosas se complican. Topuria no solo pelea por sí mismo, pelea por todos los que creen que España merece más que un Gobierno que se burla de su inteligencia. Su victoria sobre Oliveira es un grito de dignidad, un puñetazo en la mesa que dice: «Aquí estoy, y no me rindo». Sánchez, en cambio, solo sabe correr, esconderse, y culpar a otros de sus fracasos.

Ilia Topuria, ‘el Matador’, nos enseña que los sueños se construyen con trabajo, no con discursos. Que la grandeza se mide en hechos, no en titulares. Mientras él celebra sus 17 rosas y sus dos cinturones, Sánchez y los suyos se enredan en un lodazal de sospechas, donde la confianza es solo una palabra hueca que repiten para no ahogarse. España merece campeones como Topuria, no oportunistas que convierten La Moncloa en un refugio de privilegios. Que el eco de ese gancho de derecha resuene hasta 2027, porque mientras Topuria siga noqueando rivales, el sanchismo seguirá noqueándose a sí mismo.

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