The Objective
Hastío y estío

Sarah Santaolalla, de niña a mujer

«Los niños no tienen edad para follar, como usted dice con su extremada delicadeza, sino para jugar y aprender»

Sarah Santaolalla, de niña a mujer

La tertuliana sarah Santaolalla. | Francisco Guerra (Europa Press)

La tertuliana por la gracia de no se sabe quién (o puede que se sepa demasiado), Sarah Santaolalla, merecedora defensora del «progrerío» actual, tan burdo como malvado, ha animado «a los niños, niñas y niñes, ahora que están en sus casas disfrutando de sus merecidas vacaciones, y que están intentando gustar y gustarse, haced lo que queráis, y follad con quien queráis». 

Esto lo dijo en el programa Mañaneros de la primera cadena de TVE. Semejante aberración la soltó financiada por todos nosotros, y para oponerse a las políticas de Orbán en Hungría, que pretende proteger a los niños del adoctrinamiento de género. Santaolalla apareció un día en nuestras vidas, y en los platós de televisión por generación espontánea. No se le conoce un currículum adecuado para sentenciar y aseverar tantas gilipolleces como las que dice. Ni siquiera la excusa de ser una veinteañera la acompaña, pues hay muchos jóvenes preparadísimos a la espera de una oportunidad, para que después se la den a la más tonta de la clase. 

A mi curiosidad más malsana le gustaría saber cómo Santaolalla logró hacerse con uno de los puestos más destacados del equipo de opinión sincronizada. Imagino que pasaría un proceso de selección durísimo donde se buscase la excelencia y un conocimiento profundo de los temas a tratar en esas tertulias. Es más, estoy convencido de que así ha sido. Sólo hay que observarla unos segundos para darse cuenta de que es la candidata perfecta para defender los preceptos de esta izquierda infame que sufrimos actualmente y que nunca había degenerado de esta manera. Santaolalla lleva la confusión, el caos y el desconocimiento a unas cotas de tal perfección que se confunden con el sanchismo y sus socios de la extrema izquierda, hasta hacerlos indivisibles y la misma cosa. 

Sarah Santaolalla es la musa perfecta para esta izquierda. Y es que nadie mejor la representa. Un ser humano vacío de contenido, pero lleno de ruido. Una mujer que parece enfadada con el mundo, y con algo interno que la frustra y que no la deja ser feliz. Un servidor no sabe qué cosa será esa, pero ojalá pueda sanar de ella. Es demasiado joven para sentir una tristeza tan desgarradora en su interior, y de la que sólo se rebela atacando a quien no la sufre. Una paz ajena que parece envidiar con todas sus fuerzas, pero a la que es incapaz de llegar. Un dolor que sufre, pero que es incapaz de extirpar o paliar, o que no quiere hacer nada por conseguirlo. Una droga esta, la de defender a este Gobierno infecto y a sus socios, que le da sentido a su existencia, pero que sólo la «coloca» a ella, y a quienes defienden esta sobredosis mortal. 

El resto somos los obligados a realizar los trabajos forzosos contra nuestra voluntad, como digerir una Amnistía, o pagar impuestos y cuotas de autónomos por encima de nuestras posibilidades. Mientras tanto, Santaolalla alaba a un Gobierno que no nos ha parado de robar. Y dentro de ese dinero sustraído y malgastado, estaría cómo no, el sueldo pagado en las tertulias de la televisión pública a Sarah Santaolalla. 

Pero terminemos por el principio de este artículo. Sarah Santaolalla volvió a ser noticia por esas declaraciones donde les decía a los niños que «follaran con quien quisiesen». Una vez abducidos sus votantes mayores de edad que han comprado pulpo coma animal de compañía y a este Gobierno como adalid de los valores democráticos –a los que un día les dicen una cosa y al siguiente la contraria, faltándoles el respeto porque saben que quienes les compran hoy su mercancía averiada entraron a esa secta por propia elección–, se creen con derecho a aleccionar a las generaciones futuras. Que no respeten a los adultos tiene un pase, pero que intenten manchar la honestidad y la falta de malicia de los niños, es algo que no se debe permitir. Parece ser que cuando Isabel Celaá, la primera ministra de Educación que tuvo el sanchismo, dijo aquello «que de ninguna manera los niños pertenecían a sus padres», nuestra heroína, la gran Sarah Santaolalla, ya estaba de acuerdo o empezó a estarlo en ese momento, como chica muy disciplinada y que acata muy bien el pensamiento único establecido. 

La sexualidad de los niños es sagrada, inviolable. Algo que se va desarrollando de forma pausada y natural, y donde nadie debe imponer desde fuera su forma de verla. Sólo los padres deben orientar y solucionar las dudas que estos puedan tener, y sólo si los progenitores ven necesaria la ayuda externa de un profesional, acudir a este. 

Y es que los niños no tienen edad para follar, como usted dice con su extremada delicadeza, señora Santaolalla, sino para jugar y aprender, mientras van creciendo y conociendo otras realidades propias y de su entorno. Honestamente creo que lo que le ha pasado a usted es que le ha fallado el subconsciente, y se ve como una niña en un mundo de adultos donde hablan de cosas muy serias que ni entiende ni está preparada para hacerlo. Una mujer que con su edad se estaba dando los mejores consejos para ella, pero que al mirarse en el espejo sólo vio a una niña desvalida.

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