¿Qué demonios pasa con la polémica ‘Lista de Epstein’?
«Paralelamente, Trump ya no quiere hablar del caso, incluso se molesta cuando le preguntan por la cuestión»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Si La lista de Schindler se mantiene como una de las obras maestras del cine sobre el Holocausto, «La lista de Epstein» es una de las mejores películas de intriga política que se han montado los conspiranoicos o, por el contrario, un escándalo sexual de tal magnitud que podría hacer caer al mismísimo Donald Trump. Las dos versiones se mantienen vivas porque todo alrededor de ese caso está plagado de contradicciones, rumores y sospechas.
Durante años, los seguidores de MAGA y Qanon han defendido la delirante idea de la existencia de una suerte de secta pedófila y satánica formada por las élites liberales de los Estados Unidos y responsable del asesinato de Jeffrey Epstein, acusado de dirigir una trama de explotación sexual, para hacerle callar y ocultar la existencia de una agenda con los nombres de todos los implicados. Los más diabólicos, los demócratas Bill y Hillary Clinton. Durante la última campaña presidencial, Donald Trump incluyó entre sus promesas electorales la desclasificación de la «lista» en la que figuraban los clientes de Epstein. Incluso personajes como Kash Patel, actual director de FBI daba por válida la conspiración, exigiendo luz y taquígrafos para acabar con las especulaciones.
Sin embargo, la investigación del FBI sentencia que Epstein murió por suicidio en 2019 –una versión ya respaldada por la cámara de seguridad de la cárcel y el informe forense–, y reafirma que no existen evidencias de que alguien entrara a su celda esa noche. Tampoco se han encontrado pruebas que confirmen un entramado de chantaje. Los conspiranoicos se han rebelado contra la agencia federal, acusándola de encubrimiento y de proteger a esa élite corrupta. Para ello, no dudan en aferrarse a supuestas pruebas como el minuto de vídeo de la cámara de seguridad de la cárcel la noche de la muerte de Epstein, misteriosamente desaparecido de la grabación, así como los testimonios de las víctimas.
Pero, ¿cómo surgió la idea de esa «lista de clientes»? El origen se remonta a dos archivos diferentes: los registros de vuelo de su jet privado, el llamado Lolita Express, y su famosa «little black book», una libreta de direcciones incautada en 2019. Ambos documentos han sido públicos, algunos desde hace años. La libreta contenía más de 1.500 entradas, con nombres, teléfonos y direcciones de contactos tan variados como Mick Jagger, Michael Jackson, Alec Baldwin, el príncipe Andrés, Les Wexner, Naomi Campbell o Ivanka Trump, entre muchos otros.
Se trataba de un directorio de personas de la alta sociedad, aunque ahora nos dicen que no era una lista de personas involucradas en los delitos sino de simples invitados, sin que existan pruebas de interacción alguna con la red de explotación sexual. Incluso guardaespaldas y exempleados, como Alfredo Rodríguez, llegaron a intentar venderla por miles de dólares antes de que el FBI la incautara y la utilizara como parte de su investigación.
En febrero de 2025 se publicó una versión parcial de estos documentos, mucho más simbólica que reveladora, con nombres circunscritos a direcciones, llamadas y vuelos. Toda esa información ya era conocida: eran datos públicos, incluyendo los vuelos del «Lolita Express» y los nombres ya recogidos en la libreta de contactos.
No obstante, esta versión oficial choca con el testimonio póstumo de la víctima Virginia Giuffre, quien aportó fragmentos de su diario familiar en abril de 2025. En él afirmaba que se grababan encuentros sexuales con cámaras ocultas para luego chantajear a quienes participaron, lo cual implicaría la existencia de pruebas documentales que contrastan con la versión del FBI. Además, materiales incautados por dicha agencia en 2019 incluían discos duros, CD y grabaciones con etiquetas como «joven + nombre», así como cámaras escondidas domésticas, elementos que algunos activistas interpretan como indicios de material recolectado con propósitos de manipulación. De pronto, el caso se ha esfumado. Al menos legalmente.
Pero la otra alternativa, la que apuesta por la existencia de dicho listado tóxico, ha ido cobrando fuerza desde que Elon Musk acusara al gobierno de ocultar pruebas porque Donald Trump, el mismo que llevaba tiempo anunciando que se iban a saber todo, estaría implicado. Ahora, las sospechan recaen en los conservadores, que ven cómo salen a la luz innumerables imágenes del presidente con misses y sonrientes jovencitas, rodeándolo entre besos y carantoñas, así como charlas cómplices entre el empresario y el líder de la trama pederasta. Cada día aparece una foto, un vídeo. Hasta los periodistas de la Fox, televisión aliada de Trump, preguntan a la portavoz de la Casa Blanca sobre las declaraciones de Pam Bondi, fiscal general, que aseguraba tener la lista y toda la información sobre la mesa de su despacho. Si la tenía es porque existía. Y ahora ha desaparecido. Bondi, por cierto, también ha quitado hierro al minuto perdido de las grabaciones, asegurando que ese error del sistema de seguridad pasaba todos los días. Paralelamente, Trump ya no quiere hablar del caso, incluso se molesta cuando le preguntan por la cuestión, la misma que parecía obsesionarle cuando solo era candidato.
Cuanto más la niegan los mismos que antes amenazaban con publicarla, más se alimenta el mito, solo que ahora el caso ha mutado y la conspiración cambia de bando. Epstein es el cuento de nunca acabar.