Vini, Mbappé y ¡Pedrooo! Mentiras arriesgadas
«No pueden jugar los dos juntos porque se solapan, cuando se pasan el balón parece que lo hacen por compromiso»

Kylian Mbappé y Vinicius Jr. | Europa Press
Nico Williams renunció a su sueño de jugar en el Barcelona junto a Lamine Yamal, su «bro»; siguió los consejos de su agente y optó por renovar un decenio con el Athletic. Menos dinero, más tranquilidad y mayores garantías de ser protagonista cada domingo en el terreno donde se cuecen los goles que arriesgarse a seguir la Liga desde la grada. El asunto hubiese dado para un folletín, pero la derrota del Madrid frente al PSG, dolorosa, humillante (4-0) y de consecuencias imprevisibles, superó cualquier otra alternativa noticiable. De ahí la pregunta: ¿Mbappé o Vinicius? «That is the question».
El fallecimiento de un ser querido convoca en las exequias a todas las ramas de la familia, montescos y capuletos. Y no es cierto, enteramente cierto, lo que decía Mingote, que «todos quieren la paz y para asegurarla fabrican más armas que nunca». No, no todos se rearman. Porque el dolor conmueve y brotan lágrimas a borbotones entre sentidos abrazos con el enemigo. No es un paripé, no parece hipocresía, es lo que pide el cuerpo, lo que sale de las entrañas cuando la pérdida sitúa a todas las partes en idéntico nivel, sin espacio para desenvainar los puñales que, momentáneamente, durante el armisticio tácito, dejarán de buscar la espalda. Superado el trance, enterrado el familiar, algunas heridas cicatrizarán y otras volverán a ser diana de la daga, más afilada que antes, centrada ahora en la paletilla del más débil, posiblemente el que perdona. Comparar un entierro, o un funeral, con el fútbol es algo exagerado. ¿Lo es también afirmar que el primer nido de la pareja Sánchez-Gómez lo abonó Sabiniano, que en paz descanse, con los beneficios de las saunas? ¿Entra en el apartado de la ejemplaridad descontrolada el ático donde vive Ayuso con su pareja? Ambas preguntas ofrecen respuestas favorables y desfavorables. Todo depende del cristal ideológico con que se mira. Esto, sin embargo, no forma parte del decálogo del CIS ni del fútbol, proclive a los vaivenes del resultado. Gana el Madrid cuatro partidos consecutivos: ¡Como Alonso, no hay ninguno! Pierde uno, el crucial, y quienes lo encumbraron descubren que es mortal y lo mandan a esparragar.
A Xabi Alonso lo subieron a un pedestal después de deshacerse de la Juve y, sobre todo, del Borussia Dortmund. Contra los alemanes enseñó una nueva cara (1-5-3-2), un atractivo patrón de juego con tres centrales, pese al 3-2 final; solidaridad en todas las líneas, con Vinicius más comprometido y acertado, sin llegar a echar los higadillos porque corría hacia delante, como de costumbre, y bajaba a defender, en contra de lo habitual. Su esfuerzo premió también a Fran García, multiplicado en la banda izquierda e incluso goleador. A Vini le sustituyó Mbappé (min 67), con lo cual los astros no se estorbaron, y de este cambio, la primera lección: no pueden jugar los dos juntos porque se solapan, porque cuando se pasan el balón parece que lo hacen por compromiso, porque si uno no se sacrifica el otro hace huelga y porque frente a un equipo de físico apabullante como el PSG no se pueden encajar dos goles por sendos errores garrafales en los primeros nueve minutos ni después se puede defender con dos menos. Alonso volvió al 1-4-4-2 y después de un paso adelante dio dos atrás. Erró al cambiar el sistema y mucho más cuando Luis Enrique le mojó la oreja y se quedó petrificado. No reaccionó. Recompensó la meritocracia de Gonzalo y la aristocracia de Vinicius y Mbappé. Craso error: sobraba uno de los tres y faltaba un central. De ahí el batacazo. Eso sí, los campos donde jugaba el Madrid rozaban el lleno. Sí, también en Estados Unidos.
La plantilla disfrutará de unas vacaciones merecidas que el entrenador aprovechará para hacer examen de conciencia. Tendrá que decidir si están a setas o a rólex. Durante el paréntesis, en el club sabrán que no tienen ninguna prisa por renovar a Vinicius, quien, tras el desengaño por no conquistar el Balón de Oro, se ha desinflado. La incorporación de Mbappé le ha sentado como un tiro y su valor de mercado ha disminuido: de los supuestos 300 millones de Arabia Saudí a primeros de año a la mitad tras el Mundial de Clubes. Y no está en situación de exigir mejora salarial. La patata arde: termina contrato en 2027 y los plazos de renovación ahora los marca el club, no él. Tiene 26 años, Rodrygo mezcla mejor que él con Mbappé y, como ha quedado demostrado, el tándem Vini-Kiki es una mentira muy arriesgada que el Madrid, en proceso de restauración, no se puede permitir.
Hace mucho, mucho tiempo, entrevisté a José María Ruiz Mateos, el creador de Rumasa. Ya le había «dado leche» a Boyer. Estaba en la cúspide de la fama cuché, aunque el imperio de la abejita se tambaleaba. Me citó en un rincón apartado del hall del hotel Cuzco, de su propiedad. Tuve que esperar cerca de un cuarto de hora porque no paraba de hacerse fotos con un enjambre de señoras bien. Se disculpó por la demora. No era necesario; disfruté del espectáculo. Entre las vivencias que me refirió hubo una que me llamó poderosamente la atención. En 2007 entró en Alcalá Meco. «Me dieron ropa de preso y entre la modesta indumentaria, unos calzoncillos de Micky Mouse». Tal cual. Costaba imaginarlo. ¿A Santi (Cerdán) también? Ese fue el chascarrillo, el titular vino después de contar las buenas migas que hizo con los huéspedes del penal; era un hombre conocido, empático, que, como daba leña a los políticos, caía bien entre los reclusos. «No llevaba allí ni dos días cuando un preso se me acercó y me ofreció partir las piernas a quien yo le dijera por el módico precio de 10.000 pesetas (60 euros) … Subrayó que iba a salir muy pronto. Naturalmente, no acepté. Y para no desairarlo le dije que me lo pensaría». El trullo acoge a cualquiera que ha cruzado las líneas rojas de verdad, no las que determinan los Óscar (López o Puente, que tanto da). La trena doblega, filtra, selecciona, y los reos seguro que tendrían menos escrúpulos que Xabi si tuvieran que elegir entre Vinicius y Mbappé. En esa elección, el pueblo habla, a pie de calle, en las barras de los bares, en las tertulias, en la playa y en la “pisci”. En el penúltimo sondeo el brasileño tiene las de perder. Si lo hiciera Tezanos, ganaría por goleada. Con tal de llevar la contraria…
En Estados Unidos 77 millones de votantes decidieron poner sus vidas en manos de Donald Trump: 8.000 millones de terrícolas pagamos las consecuencias. Es muy injusto. En España, el bipartidismo, que después de cada proceso electoral reniega del método D’Hont, no cambia las reglas porque no le interesa. Urnas tras urnas prefiere lo malo que hay, incluso suponiendo que lo venidero pudiera ser mejor. De tal manera que 395.429 votantes de Junts deciden el destino de 48 millones de españoles, sin olvidar a los 466.020 que eligieron a ERC en las últimas elecciones y así partidito tras partidito. No dejan de ser mentiras arriesgadas. Unos pocos imponen el destino a muchísimos porque así está montado el negocio. Xabi Alonso, en una esquina del ring, deshoja la margarita, consciente de que como no acople a Vini y a Kiki o elija al descarte se quemará como Julen Lopetegui o Rafa Benítez. El Madrid detesta a los indecisos.