The Objective
La otra cara del dinero

Elio y la flexible cultura empresarial de Disney

En la última película de Pixar se cambió el punto de vista queer tras comprobar que la audiencia la desaprobaba

Elio y la flexible cultura empresarial de Disney

Elio. | Foto de Pixar/PIXAR - © 2025 Disney/Pixar

Pixar era una maravillosa fábrica de cuentos que se convirtió en una empresa de éxito. Al escuchar su nombre, se nos viene a la cabeza Toy Story, una película de vaqueros y astronautas capaz de devolvernos a lo mejor de nuestras infancias. Pixar la produjo en 1995, cuando el impulso de los felices años 80 aún daba de sí. Todos asociamos la genialidad de Pixar a la de Steve Jobs, que en realidad se limitó a comprar, mejorar y empaquetar con más glamur (a ver si la genialidad de Jobs va a tener más que ver con el márketing…) The Graphics Group, una filial que George Lucas se inventó para explotar la muy prometedora conexión entre cine y ordenadores. Sí, Lucas: el de La Guerra de las Galaxias e Indiana Jones. El tipo que acertó a atrapar la luz de aquellos dorados años 80. 

Entonces llegó Disney. El siglo XXI trajo la pospospos (añádale los pos que le parezca o elévelo a n, no sé) modernidad, pero todavía nos quedaba Pixar. Una productora independiente que se atrevía a crear cosas como la mencionada Toy Story, Monster o Buscando a Nemo. Películas delicadas en la narrativa, entrañables, mágicas. Diferentes. Y muy lucrativas. La valoración bursátil de Disney sobrepasa ya los 200.000 millones de dólares. Más que el PIB de Eslovaquia, por ejemplo. Y necesita carne fresca para su picadora de ingresos. En 2006 compró Pixar. 

Solo dos años después, Pixar parió una de las más bellas obras de arte de lo que llevamos de siglo: WALL-E. El año siguiente llegó la estupenda Up. Más adelante, la genialidad de Inside Out. Pero Disney había plantado la semilla de la decadencia. Aunque el progresismo insiste en venderse como la resistencia a las grandes multinacionales, no tiene problemas en adueñarse culturalmente de todas las que puede. A las multinacionales les da igual… mientras les dejen seguir explotando la veta financiera, que es la que les interesa. Cuando lo woke tomó por asalto la cultura de los grandes mercados, Disney comenzó a hacer películas woke. Así de sencillo.

El problema es que al ser humano, por lo que sea, tienden a gustarle las historias auténticas. Cuando les meten con calzador determinada propaganda, les rechina. La cuestión no es la mayor o menor validez de los valores que se propaguen, sino el calzador. Títulos como Onward, Luca, Red o Elemental se derramaron por las taquillas dejando un reguero de desilusión. Pixar estaba dejando de funcionar. Por si hubiera deudas, la casa madre Disney constató el agotamiento de la vía woke con una incomestible versión de Blancanieves, como explicamos por aquí

La alarma se encendió cuando ya estaba en marcha una nueva película de Pixar: Elio. El argumento prometía: una organización intergaláctica manda al espacio a un niño solitario creyendo que es el líder de la Tierra. En España se estrenó la semana pasada, pero en EEUU lleva ya un tiempo fracasando. No se trata, sin embargo, de un tropiezo más. The Spectator publicó hace unos días un artículo titulado «Elio and the decline of Pixar» que sostenía que «la razón de su fracaso no es solo que el público no se molestara en ir, sino que la mala fama, las decisiones creativas inciertas y el hedor fétido del fracaso ya se habían apoderado de la película mucho antes de su estreno». Pero lo más interesante viene a continuación: «Aunque recibió buenas críticas y buenos comentarios del público interesado en verla, existía la sensación de que se había despojado de algo en el proceso y de que la película había sido reconvertida en algo que no era». 

Atención.

En principio, Elio iba a ser otra cosa. Por qué y cómo cambió hasta llegar a los cines resulta muy significativo, de hasta qué punto es consciente Disney del cambio de paradigma y el huerto que supone adaptarse a él. Que lo haya explicado con todo lujo de detalles un medio como Hollywood Reporter les debe de haber sentado regular. Estamos hablando de un clásico: fundada en 1930, la revista se ha convertido en una especie de Biblia del ramo. Y a finales del mes pasado sacó un tremendo artículo titulado «Inside ‘Elio’s’ ‘Catastrophic’ Path: America Ferrera’s Exit, Director Change and Erasure of Queer Themes». 

En él, Ryan Gajewski asegura que, «según varias personas con información privilegiada», el de Elio «fue retratado inicialmente como un personaje con código queer, lo que refleja la identidad del director original Adrian Molina como un cineasta abiertamente gay». Aunque «otras fuentes dicen que Molina no pretendía que la película fuera una historia de salida del armario, ya que el personaje tiene 11 años», lo importante es que, «de cualquier manera, esta caracterización se desvaneció gradualmente a lo largo del proceso de producción a medida que Elio se volvía más masculino siguiendo los comentarios de los directivos. Atrás quedaron no solo ejemplos tan directos de su pasión por el ecologismo y la moda, sino también una escena en el dormitorio de Elio con fotos que sugerían un enamoramiento masculino». 

Al parecer, todo se torció en el verano de 2023. Molina realizó una proyección de prueba en Arizona y cuando preguntó a los espectadores quiénes irían al cine a verla, nadie levantó la mano. Por entonces, además, Molina presentó su última versión a la productora. Aquí Gajewski no tiene tanta información: «Existen versiones contradictorias sobre la respuesta exacta que recibió el director de Pete Docter, el jefe de Pixar, y circulan rumores en algunos círculos del estudio de que Molina se sintió afectado por la conversación. Lo que sí está claro es que Molina abandonó el proyecto poco después, y gran parte de Elio fue reelaborada bajo la dirección de Madeline Sharafian y Domee Shi».

Hay todo tipo de teorías sobre de dónde partió la decisión de cambiar de rumbo, si de Pixar o directamente de lo más alto: la casa madre. Por aquí ya explicamos que Disney no tiene ningún problema en adaptarse a ecosistemas bastante poco woke para explotar parques temáticos en Emiratos Árabes o China. Igual que se hizo muy woke después de contar en su historia con episodios como la orgullosa pertenencia a la Alianza Cinematográfica para la Preservación de los Ideales Estadounidenses del fundador Walt, que en 1938 invitó a sus estudios a una tal Leni Riefenstahl. 

¿Podría funcionar Disney como una especie de termómetro de paradigmas culturales? Lo que parece evidente por la desastrosa taquilla de Elio es que no les va a resultar tan fácil decir Diego donde dijo digo. A los gurús del management se les llena la boca de conceptos como el de cultura empresarial, con su importancia capital (con perdón) de la coherencia, los valores y etcétera. Disney aquí parece tirar del marxismo de Groucho y hablar de culturas: si no le gusta esta, tengo otras, le dice al consumidor. También hablan los gurús de imagen de marca. Y de cómo cargársela. Como le pasó a Rocío Jurado con el amor.

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