The Objective
Crónicas del caos

Que Él renuncie a la herencia de las putas

…y que Montoro devuelva el dinero que nos confiscó

Que Él renuncie a la herencia de las putas

Ilustración de Alejandra Svriz.

Esta crónica comienza formalmente 11 líneas más abajo, pero resulta imprescindible este inicio, tanto que se lleva los titulares. Digo: si esta sociedad española no estuviera tan alelada, hoy mismo (ya estamos tardando) pediría que Sánchez, el yerno de Sabiniano, alias El Saunas, renunciara a la herencia gruesa del suegro, tal y como hizo en su día, tras sufrir una campaña miserable de la izquierda, el Rey Felipe VI con Juan Carlos I. Ante notario. Además, subtítulo: hoy mismo también el llamado Cristóbal Montoro, un auténtico depredador de vidas y haciendas, debería estar devolviendo el dinero que confiscó a miles de personas honradas. Lo arrebató del bolsillo, además mofándose de sus víctimas. Quien a hierro mata… Los que te conocimos, ciruelo.

Sánchez como Heliogábalo, emperador de las saunas

Y a lo que veníamos: tarde gris del invierno bonaerense, apartamento muy austero de don Claudio Sánchez Albornoz. Nos recibió al recordado Pepe Oneto y al cronista embotado en un vetusto sillón de orejas, abrigado con una bata deshilachada del XIX. Le acompañaba sólo una señora, también de provecta edad. Sin tiempo para los disimulos retóricos nos preguntó inquisitivamente (1980). «¿Qué? ¿Cómo ven ustedes lo que está ocurriendo en nuestro país?».

Se interesaba, creímos, por la Transición naciente, pero al minuto supimos que sobre ella nos podía impartir una lección magistral, así que le dejamos, embobados, hablar, hasta que casi nos increpó. Se puso serio, frotó sus manos pobladas de mil manchas del cronómetro vital, y nos advirtió grave. «¿Saben ustedes lo único que puede derrotar a esta aventura?». «¿Cuál?», preguntamos al unísono: «Pues que venga un cabrón y el espadón destroce el invento?». «¿Qué cabrón?», nos atrevimos a insistir. Hizo una mueca de sonrisa y respondió. «Pues cualquier sargento que se crea un salvador de España?».

Un año y pico después, golpe del 23-F, tumbado sobre las alfombras de la Real Fábrica de Tapices que puebla los suelos del Congreso de los Diputados, rememoré al segundo aquel aviso premonitorio de don Claudio. Ya había surgido el cabrón, el tipo, los tipos mejor, empeñados en aherrojar nuestra libertad.

Aquellos intentaron destruir el embrión de la España democrática que tanto estaba gustando a don Claudio, los de ahora, los cabrones de ahora (fíjense que no ponemos nombre, ni apellidos) tienen un objetivo parecido: derrotar a aquella nación que ha vivido, más bien que mal, durante cuarenta años. Unos y otros, estos quizá sin reconocerlo porque entre ellos no abundan los eruditos, pertenecemos a esa raza de «hispánicos» empeñados -también lo escribió el profesor- que nacieron allá por el Arqueolítico, la matriz de la clactoniense africana y después de la tayaciense europea.

Aquella tarde que he referido, don Claudio que era un optimista patológico a pesar de llevar en el destierro cuarenta años, nos despidió de esta guisa: «Necesitamos ante todo tener fe en España y en nosotros mismos». La receta que esta misma semana precisamos, cuando hemos constatado que el infame Sánchez ha vendido precisamente a España, tan vieja, tan sabia, tan individualista, primero a los analfabetos separatistas catalanes y, después, a los aranistas ágrafos del PNV que, como los rateros pueblerinos que afanan en las ferias, nos están robando, gracias a las insidias de Sánchez, la memoria de nuestra Historia.

Y ya la pregunta que se formula la gente es esta: «Y ahora, ¿qué? ¿Qué va a ser de nosotros?». Pues los analistas más reputados coinciden en este triple peligro: primero, los secesionistas catalanes van a forzar a Sánchez a convocar un referéndum para ellos mismos, una consulta con vocación de independencia. Segundo, los vascos, que ya aprendieron que los pistoletazos y las bombas no les dan el triunfo, van partido a partido, redactan ya un nuevo estatuto en cuyo frontispicio figura la definición de «patria vasca», y en cuyo desarrollo aspiran incluso a hacerse con Navarra, objetivo mucho más cercano de lo que los tontos del lugar (en Barajas entran todos los días a miles) piensan. Aún está pendiente de cumplirse un tercer peligro: que en su huida Pirineos arriba, los ladrones nos dejen en las raspas con la Seguridad Social española en quiebra técnica, y con el IRPF recuerdo sólo de una etapa en la que España (Sánchez) ha entregado la cuchara.

Pero estamos en pleno fin de semana, con calor tórrido de 40 grados y el gentío sólo quiere oír hablar de playas atiborradas de Nivea, y de paellas de bogavante. El atraco a la nación más vieja de Europa al que hemos asistido en estas fechas, al grueso de la población le viene a traer por una higa. Don Claudio Sánchez Albornoz, que se peleó mil veces con Américo Castro, dejó, sin embargo, escrito en su monumental España, un enigma histórico, tres tomos de 1957, que la mayoría de los «sargentos» que han ensayado la pirueta de terminar con nuestro país (Bismarck, dixit) se han pegado un lechazo como los que propina Topuria, arquetipo del Cid actual.

O sea, que este individuo traidor del cuento, Sánchez, a punto de calzarse el braguero para exhibirse en Lanzarote, también pasará a la Historia General de España como una horrible pesadilla, pero, al fin, como el protagonismo de una época que avergonzaría al peor emperador romano: Heliogábalo, aquel canalla y traidor que voló el Imperio mientras él se solazaba en saunas para la homosexualidad de entonces. ¿Les suena la cosa?

Pero no lo demos todo por perdido. De pronto, tenemos una buena noticia: la verborreica Díaz, una suerte de pregonera de espinacas, ha tenido que guardarse su gran desafío, la jornada de 24 horas y media y llevarla hasta septiembre, no a este pleno-ómnibus del día 22 en el que ella pensaba aparecer como la gran muñidora del progresismo mundial. Los catalanes del empresariado, esos que tanto sufragan por si acaso al independentismo más radical (Gallina Blanca, los hermanos Griffols, el propio Barça…) han dictaminado que no están de acuerdo del todo con el pacto entre Sánchez y el pícnico Junqueras, pero que, como dicen en ellos con su argot y su acento: «Ya nos vale». Solo una mica porque los del Junts, del tontaina Turull de cuya indigencia neuronal hablan y no acaban sus hermanos de sangre estelada, no aceptan que el gordo les haya devorado la merienda, así que tampoco van a apoyar el engendro demoledor. Llegará diciembre -ya lo verán- y el bodrio seguirá sin pasar el fielato del Congreso. 

Y cuando se nos venga septiembre todo será de otra forma como cantaba Doris Day en su almibarada película con el gay Rock Hudson. Miren por un momento al Tribunal Supremo en el que residen muchos magistrados que se estremecen ante la posibilidad de que se inaugure el Año Judicial con la foto del Rey Felipe VI, hierático entre Bolaños, ministro de Justicia, y el todavía fiscal general del Estado, García Ortiz. A este, si la Sala de Apelación del Supremo se da prisa con los recursos, antes de que se clausure julio puede ser llamado a juicio oral, una posibilidad nada improbable, disculpen el forzado retruécano. Pero ellos resistirán entre tanta basura. Un final, final que acredita, dice Ayuso, su enorme chulería. Fíjense: Parlamento hace unos días con muchos ministros en la palestra; uno de ellos se ufanaba de esta guisa: «Vamos a seguir hasta el final, que se j…n». ¡Qué finura dialéctica! ¡Qué ilusionante plan!

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