The Objective
Hastío y estío

Carta de Noelia Núñez a mi imaginación

«Soy Noelia, una mujer de 33 años que creció entre bloques de hormigón, que soñó con cambiar las cosas y que, por querer volar demasiado alto, tropezó con sus propias alas»

Carta de Noelia Núñez a mi imaginación

Noelia Núñez en una sesión parlamentaria en el Congreso. | Europa Press

Escribo estas líneas desde un lugar que no esperaba visitar tan pronto: el ojo del huracán, ese espacio donde el silencio es ensordecedor y las miradas ajenas pesan como losas. Hace semanas, mi vida era un torbellino de reuniones y mítines. Hoy, tras el escándalo de mi currículum inflado, me encuentro desnuda ante el juicio público, sin escaño, sin cargo, sin más escudo que estas palabras. No busco redención barata ni titulares fáciles; solo quiero hablarte desde el corazón, con la verdad que me queda y la fuerza que aún me sostiene.

Cometí un error, y no uno pequeño. Quise ser más de lo que era, adornar mi vida con un grado en Derecho y Ciencias Jurídicas que nunca terminé. Fue un acto de vanidad, de torpeza, de esa ambición ciega que a veces nos empuja a pintar la realidad con colores que no nos pertenecen. No tengo excusas. En un país donde el currículum es un lienzo de fantasías, creí que un título inacabado pasaría desapercibido. Pero las redes sociales, ese tribunal implacable, y personajes como Óscar Puente, con su olfato para la sangre, me pusieron en mi sitio. Renuncié a mi escaño, a mi puesto en el PP de Madrid, a mi rol en Fuenlabrada. Lo hice porque era lo justo, porque la política, aunque a veces lo olvide, exige una honestidad que yo, en ese momento, no supe honrar.

Los ataques han sido duros. Me han llamado oportunista, mentirosa, un producto que se desinfló al primer pinchazo. Cada palabra ha dolido, no lo negaré. Hay noches en las que el eco de esas críticas me despierta, y el peso de mi error me aplasta. Pero no me escondo. No soy la caricatura que algunos han dibujado, ni la “Ayuso de Fuenlabrada” que otros celebraron. Soy Noelia, una mujer de 33 años que creció entre bloques de hormigón, que soñó con cambiar las cosas y que, por querer volar demasiado alto, tropezó con sus propias alas. A quienes me señalan con desprecio, les digo: tenéis derecho a juzgarme, pero no a reducirme a un titular. Mi error no me define; mi respuesta a él, sí.

La política, para mí, ha sido un amor agridulce. Entré en ella con la ilusión de una niña que cree que el mundo puede ser mejor si todos arrimamos el hombro. Encontré un espacio de pasión, de ideas, pero también de zancadillas y juegos de poder que no siempre supe sortear. Fue mi universidad sin título, mi máster en la vida real. Me dio la oportunidad de hablar por los míos, de llevar la voz de Fuenlabrada a Madrid, de conectar con gente que, como yo, cree en los sueños grandes. Pero también me enseñó que la política castiga la ingenuidad y premia la cautela, algo que aprendí demasiado tarde. Si alguna vez volviera, lo haría con los ojos abiertos, con la verdad por delante, sin adornos. Sería más Noelia que nunca: directa, cercana, sin miedo a equivocarme, pero con la lección aprendida de que la autenticidad es el único currículum que importa.

Miro al futuro con una mezcla de vértigo y esperanza. No tengo un título universitario, y quizá nunca lo tenga. Pero tengo planes, proyectos que no necesitan de un despacho ni de un escaño para brillar. En lo personal, quiero volver a las raíces, a mi Fuenlabrada, a las charlas con mis vecinos, a las tardes con mi familia, que han sido mi refugio en esta tormenta. Quiero estudiar, no por un título, sino por el placer de aprender, de entender el mundo que quiero cambiar. En lo laboral, he aceptado un nuevo desafío: ser colaboradora en “En boca de todos”, el programa de Cuatro. No es un escaño, no es un púlpito, pero es un altavoz. Allí, bajo los focos, pienso llevar mi verdad, mi descaro, mi corazón de barrio. Sé que el plató es un terreno resbaladizo, pero no me asusta. Sé lo que es caer y no me ha quedado otra que aprender a levantarme. Enfrentarme a gente de la simpleza de Sarah Santaolalla o Ramón Espinar, y ganar esas pequeñas batallas, me hará ir cogiendo confianza para empresas mayores. 

No te pido que olvides mi error, pero sí que mires más allá. Soy más que un currículum inflado, más que un escándalo pasajero. Soy una mujer que ha tropezado, pero que camina con la cabeza alta. A los que me apoyaron, gracias por no soltarme la mano. A los que me critican, gracias por enseñarme a ser más fuerte. Y a todos, una promesa: no he terminado. Con o sin título, con mi melena luminosa y mi alma magullada, seguiré adelante. Porque, al final, la vida no se trata de cuántas veces caes, sino de cuántas te levantas. Y yo, te lo aseguro, estoy de pie.

Con cariño y sin rendirme,
Noelia Núñez.

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