La dignidad de Nicolás Redondo Terreros
«Su expulsión del PSOE no fue un mensaje: en el partido de Sánchez, no hay lugar para quienes piensan por sí mismos»

Nicolás Redondo Terreros. | Kevin Borja
La figura de Nicolás Redondo Terreros emerge como un faro de dignidad. Un hombre que ha preferido la coherencia a la comodidad, y la verdad a la obediencia. La entrevista que le concedió a Álvaro Nieto, director de THE OBJECTIVE, el pasado domingo, y que se puede ver en el canal de YouTube del periódico, no es sólo un retrato de un socialista desterrado, sino un manifiesto de resistencia contra la deriva de un partido que, en sus palabras, ha sido desguazado por Pedro Sánchez hasta retrotraer a España al siglo XIX. En sus artículos publicados en este mismo medio, Redondo Terreros ha desplegado una prosa dolida y dolorosa, cargada de nostalgia por una socialdemocracia que ya no existe.
Su expulsión del partido socialista en 2023, bajo la acusación de «reiterado menosprecio a las siglas», no fue más que la guinda de un pastel amargo: el PSOE de Sánchez no tolera la disidencia, y mucho menos la de alguien como Redondo, cuya voz resuena con la autoridad moral de quien se ha enfrentado al terrorismo y al nacionalismo con la cabeza alta. En su entrevista con Nieto, Redondo no se muerde la lengua: «Sánchez nos ha llevado al siglo XIX, ha desguazado el Estado». Es una sentencia que corta como un cuchillo jamonero, desvelando la podredumbre de un sistema que premia la sumisión y castiga la honestidad.
En sus colaboraciones con este periódico, como en A los socialistas honestos, o La hora de la verdad, Redondo ha clamado por un despertar de los socialistas que aún guarden un ápice de decencia. «Yo les pido a los socialistas que callan que defiendan lo que hicimos, que defiendan lo que es nuestro, la Constitución del 78 y la España democrática que habitamos», escribió con una mezcla de súplica y reproche. Aunque un servidor crea que la Constitución y la España democrática han sido siempre más ilusiones que realidades.
La independencia de Redondo Terreros es su mayor delito a los ojos de un PSOE que ha hecho de la disciplina un dogma y de la discrepancia un pecado mortal. Su expulsión no fue solo un castigo, sino un mensaje: en el partido de Sánchez, no hay lugar para quienes piensan por sí mismos. Redondo, abogado formado en Deusto, presidente de la Fundación para la Libertad, nunca necesitó de la política para ganarse la vida, a diferencia de tantos paracaidistas que cayeron en Ferraz.
Su libertad de criterio, forjada en la lucha contra el terrorismo en el País Vasco y en la herencia de un padre que desafió dictaduras, le permite hablar sin temor a las represalias. Y lo hace con una claridad que desarma: «No conozco precedente en el que el segundo partido en unas elecciones para instalarse en el gobierno opte por llegar a una coalición con un partido que está dirigido por una persona que no puede pisar territorio nacional».
Esa frase, pronunciada en la entrevista con Nieto, es un dardo envenenado contra el pacto de Sánchez con Carles Puigdemont, el líder de Junts, un prófugo que, de poner un pie en España, sería detenido. Redondo no solo denuncia la aberración de negociar con alguien que ha desafiado la ley y la unidad del país, sino que pone el dedo en la llaga de la corrupción política que ello representa. «No hay mayor corrupción política que esa», sentencia.
No menos incisivo es su juicio sobre José Luis Rodríguez Zapatero, a quien acusa de superficialidad y de haber sembrado las semillas de la decadencia del PSOE. En la entrevista, Redondo no escatima críticas: Zapatero, el «muñidor de los acuerdos con Podemos» y ahora interlocutor con Puigdemont, ha abrazado causas que chocan con los principios democráticos. Su apoyo a Maduro en Venezuela, su relación con China y su papel en el Grupo de Puebla son, para Redondo, síntomas de una frivolidad ideológica que ha contaminado al partido. «Me sorprende que en el PSOE se le aplauda y se le rían las banalidades que suele decir», apunta con una ironía que no oculta su desprecio por esa ligereza.
Redondo no es un nostálgico que vive atrapado en el pasado, sino un hombre que mira al futuro con preocupación. Sus artículos en THE OBJECTIVE son un canto a la resistencia, una advertencia de que el PSOE de Sánchez no es solo una anomalía en Europa, sino una amenaza para la democracia española. «Si gana el Gobierno no podremos hablar de una democracia plena», escribió en La hora de la verdad, y en su entrevista con Nieto refuerza esa idea al señalar la «obediencia ciega» que Sánchez ha impuesto en el partido.
La dignidad de Nicolás Redondo Terreros no radica solo en su valentía para decir lo que piensa, sino en su compromiso con una idea de España que trasciende las siglas. En un tiempo en que la política se ha reducido a un juego de tronos donde todo vale, Redondo encarna la resistencia de quien cree que ser ciudadano es más importante que ser militante. Sus palabras, elegantes y precisas, son un recordatorio de que la verdad no se negocia, ni siquiera cuando el precio es la expulsión de un partido que lleva en su ADN. Mientras Sánchez y sus acólitos se aferran a un poder que se desmorona, Redondo Terreros camina erguido, con la serenidad de quien sabe que la historia, tarde o temprano, le dará la razón.