The Objective
Hastío y estío

Sé lo que hicisteis el último verano

«Sánchez ha demostrado ser un superviviente, un Houdini de la política que escapa de las cadenas de las encuestas»

Sé lo que hicisteis el último verano

Pedro Sánchez y Begoña Gómez recorriendo la Alhambra en 2023. | Europa Press

El verano, ese paréntesis de sol y esperanzas, siempre ha sido un escenario perfecto para las intrigas, los amores fugaces y los secretos que se esconden tras las gafas de sol. Este año, mientras los cines estrenan el remake de Sé lo que hicisteis el último verano, la película de 1997 que marcó a una generación con su suspense adolescente y sus cuchillos destellando bajo la luna, no puedo evitar pensar en Pedro Sánchez y Begoña Gómez, la pareja que protagoniza su propio guion estival desde la Moncloa. Y, de paso, alegrarme porque la única actriz que repite en ambas películas es Jennifer Love Hewitt, musa de mi adolescencia por la que han pasado los años como al vino que no ha dejado nunca de embriagarme.

Me los imagino en algún rincón exclusivo de la Residencia de la Mareta, en la isla de Lanzarote. Han dicho que estarán 23 días en ese lugar. Tres semanas, dos días, y una hora menos en Canarias (y esperemos que también en el Gobierno). Él, con esa sonrisa de galán que parece ensayada frente al espejo; ella, catedrática en pajas mentales, con la mirada perdida en el horizonte, como si intuyera que el otoño traerá más que hojas caídas. Pero, ¿qué piensan realmente? ¿Se habrán sentado bajo las estrellas, con una copa de albariño en la mano, preguntándose si llegarán al verano de 2026 durmiendo en la Moncloa? ¿O temen que septiembre traiga el fin de su reinado?

El remake de la película, como el verano de Sánchez, llega cargado de nostalgia y promesas de renovación. En la original, los protagonistas ocultaban un accidente mortal, un secreto que los perseguía con un gancho oxidado. En la política española, los secretos también tienen su propio filo. Las investigaciones sobre los negocios de Begoña Gómez, las acusaciones de tráfico de influencias, los contratos bajo lupa, todo ello compone un guion que podría titularse Sé lo que hicisteis a escondidas.

Pedro, con su habilidad para esquivar titulares y su carisma de funcionario al que le quedan muchos años para jubilarse, quizá crea que puede sortear otro otoño. Pero, ¿y ella? ¿Siente Begoña el peso de las miradas, el murmullo de los pasillos, el eco de los editoriales que la señalan? Esto sí que da miedo y no una película que provocó otras sensaciones, por lo menos en un servidor. 

Me pregunto si, en algún momento de este verano, hablarán de ello. Si, entre risas forzadas y baños al atardecer, dejarán caer la pregunta: ¿resistiremos? Porque el otoño, en política, es un juez implacable. Las corruptelas tienen una forma de acumularse como nubes antes de la tormenta. Los casos que salpican al PSOE, los favores que se susurran en los mentideros, los informes que duermen en algún cajón, todo ello podría estallar cuando las temperaturas bajen y los españoles regresen a la rutina. Sánchez, maestro del relato, sabe que el guion puede torcerse. Pero, ¿lo sabe Begoña? ¿O prefiere creer que el verano es eterno? Parece que le tienen miedo a septiembre con su otoño crepuscular y las corruptelas deslumbrantes de este Gobierno.

En la película, los protagonistas corrían, gritaban, intentaban escapar de su pasado. En la Moncloa, la estrategia parece distinta: sonreír, gobernar, resistir. Pedro Sánchez ha demostrado ser un superviviente, un Houdini de la política capaz de escapar de las cadenas de las encuestas y las mociones de censura. Pero el remake de su mandato no está exento de riesgos. La opinión pública, como el asesino de la película, no olvida. Y las urnas, como el gancho, siempre están al acecho. ¿Pensarán en eso mientras brindan bajo el sol? ¿O preferirán ignorarlo, como quien aparta la vista de una sombra que se mueve en una esquina?

Jennifer Love Hewitt, con su belleza atemporal, nos recuerda que algunos iconos resisten el paso del tiempo. Sánchez, en su propio relato, también aspira a serlo. Pero el tiempo, en política, no es tan indulgente como en Hollywood. El verano de 2025 podría ser el último en el que Pedro y Begoña disfruten de la Moncloa como su hogar. O tal vez no. Tal vez él, con su instinto de funambulista, logre escribir otro capítulo, otro giro de guion que mantenga a los españoles pegados a la pantalla. Pero el otoño está cerca, y con él, las preguntas que no quieren responder: ¿qué hicisteis estos siete años? ¿Y cuánto tiempo más podréis ocultarlo?

Mientras el sol se pone y el remake llena las salas, me quedo con la imagen de Pedro y Begoña, solos en una playa, mirando el mar. No sé si temen a septiembre, si sueñan con otro verano en el poder o si, simplemente, prefieren no pensar. Pero sé que, como en la película, los secretos siempre encuentran su lugar. Una cárcel que los impida salir para evitar el riesgo de entrar en otra. 

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