Silvia Intxaurrondo, luz de agosto bajo el sol de los focos
«Su retorno, más propio de una mártir del periodismo que de una simple mortal, huele a estrategia»

La periodista Silvia Intxaurrondo. | Gtres
Mientras una gran parte de los españoles se tuesta al sol, se atiborra de paella o se pierde en la enésima siesta veraniega, Silvia Intxaurrondo, la periodista que nunca duerme, ha decidido que agosto es un mes demasiado valioso para desperdiciarlo en frivolidades como el descanso. La presentadora de La Hora de La 1 ha regresado a su puesto en TVE con la puntualidad de un reloj suizo y la ferocidad de un toro de lidia, dejando claro que, para ella, las vacaciones son un lujo sobrevalorado. ¿Casualidad? No lo crean. Su retorno, más propio de una mártir del periodismo que de una simple mortal, huele a estrategia, a declaración de intenciones, a un «aquí estoy yo» en una España aún en chanclas.
La pregunta es inevitable: ¿por qué vuelve Silvia cuando el resto de los mortales, incluidos sus colegas de profesión, siguen apurando el último trago de sangría en la playa? ¿Es esto un acto de heroicidad periodística, un sacrificio en aras de la información veraz, o simplemente una necesidad irrefrenable de estar en el candelero? Porque, seamos sinceros, Intxaurrondo no es de las que se conforman con un titular perdido en la sección de «sucesos veraniegos». No. Ella quiere el foco, la mesa de debate, el zasca bien colocado. Y si para eso hay que renunciar a un par de semanas de hamaca, que así sea. La periodista vasca, con esa mezcla de elegancia afilada y tenacidad de bulldog, ha decidido que el verano no la doblegará. Mientras sus compañeros de gremio se debaten entre el protector solar y el mojito, ella ya está en el plató, con el micrófono en ristre y una sonrisa que promete tormenta.
El motivo oficial de su vuelta, según las crónicas, es retomar las riendas de La Hora de La 1 tras un mes de ausencia. Pero no nos engañemos: esto no es sólo un cambio de guardia. Es una demostración de poder, un recordatorio de que Silvia Intxaurrondo no es una más, sino la periodista. La única que, mientras el resto del país se derrite bajo el sol de agosto, decide que es momento de regresar al ruedo. Y no lo hace de cualquier manera, no. Lo hace con un dardo envenenado, con esa ironía fina que corta como una navaja. Su primera víctima, cómo no, ha sido Alberto Núñez Feijóo, el líder del PP que, en un arranque de humor gallego mal entendido, tuvo la osadía de decir que las vacaciones están «sobrevaloradas».
Intxaurrondo, con esa habilidad suya tan sesgada como interesada para convertir una frase en un misil teledirigido, no dejó pasar la oportunidad. En su regreso triunfal al plató, bronceada como si a un vaso de leche le hubiera caído una gota de café y con el colmillo más afilado que nunca, lanzó una pulla que resonó en todo el país: «Yo hago una reflexión. Lo importante que es saber hacer una broma, es qué si no, se te monta una polémica en nada». Directo a la yugular. Porque si algo sabe Intxaurrondo, es cómo transformar un comentario desafortunado en un espectáculo mediático. Y Feijóo, con su «las vacaciones están sobrevaloradas», le sirvió la polémica en bandeja de plata.
Pero no nos dejemos llevar por la anécdota. La ironía de Intxaurrondo no es sólo un ejercicio de estilo, sino un arma cargada de intención. Al reírse de Feijóo, no sólo lo ridiculizó; también se posicionó como la guardiana de los derechos laborales, la defensora de ese «descanso conquistado» que, según su colaboradora María José Landáburu, es «una necesidad absoluta en términos mentales, de justicia social y un derecho conquistado». Palabras mayores, dichas con la solemnidad de un manifiesto, pero envueltas en el tono ligero de quien sabe que la audiencia que ve ese programa está de su lado.
Y, sin embargo, no todo es tan idílico en el reino de Intxaurrondo. Su regreso en solitario, tras la marcha de su compañero Marc Sala al Telediario Fin de Semana, levanta sospechas. ¿Es esta una jugada para consolidarse como la reina indiscutible del matinal? ¿O acaso TVE, en un alarde de improvisación veraniega, simplemente no ha encontrado aún un sustituto a la altura? Por ahora, Silvia se basta y se sobra. No necesita a nadie para llenar el plató con su presencia, con esa mezcla de aparente profesionalidad impecable y mordacidad controlada que la ha convertido en un icono del equipo de opinión sincronizada. Pero, cuidado, porque esa misma mordacidad tiene un precio. No olvidemos que Intxaurrondo, premiada por el PSOE madrileño con el Premio de Igualdad Ana Tutor, ha sido acusada de ser una «empleada muy bien mandada» por ciertos sectores políticos y periodísticos ¿Es su regreso una forma de demostrar su capacidad de trabajo más allá de las etiquetas?
Sea como fuere, su vuelta sirve para agitar el avispero en un agosto adormilado. Mientras el resto de los periodistas estrella siguen deambulando por las playas, Intxaurrondo ha decidido que el verano es un campo de batalla. Y ella, armada con su ironía corrosiva y su elegancia glacial, está dispuesta a ganar todas las guerras. Feijóo prepárese: Silvia ha vuelto, y no está para bromas mal contadas. Que tiemble el plató, que tiemble la audiencia, que tiemble España entera.