The Objective
Crónicas del caos

Acometida total contra la Ertzaintza

«¿Se está enterando el Gobierno de España de la nueva ETA?»

Acometida total contra la Ertzaintza

Agente de la Ertzaintza.

Solía contar Manuel, Manolo, Ballesteros, director del Mando Único para la Lucha contra el Terrorismo, y uno de los expertos que más hicieron para la derrota policial de ETA, que, en sus comienzos, a esta banda de asesinos no se la tomó demasiado en cuenta. Sólo se la creyó una pequeña escisión radicalizada en sus presupuestos revolucionarios, de las Juventudes del PNV, EGI, escisión poco extensa en los años sesenta, a la que se tenía —informaba Ballesteros— perfectamente perimetrada, adjetivo tan de moda en estos tiempos por los incendios.

Esta percepción cambió, sin embargo, en 1968 (ETA se fundó, lo hemos escrito aquí, en 1959) con la explosión de dos acontecimientos letales muy imprevistos entonces por la Seguridad del Estado: el asesinato en Irún del inspector Melitón Manzanas probablemente a manos del etarra Izco de la Iglesia, y el enfrentamiento entre la Guardia Civil y dos militantes ya de la banda, Xabi Echevarrieta y Sarasqueta, en un control, muy mal planteado por cierto, de tráfico. Murió el primero y ETA declaró la guerra abierta al Estado español.

A partir de entonces —o quizá un poco antes— el Ministerio de la Gobernación intentó conocer cualquier pormenor de aquella facción de marxistas independentistas y ordenó, por ejemplo, un detalle muy curioso: acortar las vacaciones de Franco en el Palacio de Ayete de San Sebastián, señal al parecer de que aquel grupo de «muchachitos revoltosos» (así los calificó un ministro cercano al Opus Dei) había apostado por una ideología revolucionaria «a lo latinoamericano», cosas de Che Guevara sin ir más lejos, y por un indeclinable afán por conseguir la «liberación del pueblo vasco». Marxistas y secesionistas. Y ya terroristas, claro. 

Este largo exordio parece imprescindible para justificar la analogía que encierra el título: EGI es a ETA lo que Bildu a Gazte Koordinadora Sozialista (GKS). La banda nació del magín de seis o siete estudiantes vascos, alguno como Madariaga y un poco menos el «alemán» Krutwig medianamente ilustrados, que habían abandonado EGI, luego EKIN, las mocedades del PNV, disgustados por el evidente aburguesamiento del partido de Sabino Arana, también por su decisión de estos de marchar «gol a gol» en pos del segregacionismo.

Años después, el lehendakari Jesús María Leizaola, que había sustituido a un más que probable agente de la CIA, José Antonio Aguirre, me definió personalmente esta postura de su organización como «irnos bebiendo, traguito a traguito la botella de champán, hasta que podamos exigir otra, otra y otra». No se puede explicar mejor la conducta acomodaticia y aprovechona del PNV durante todos estos años. Pero esos «traguitos» no convencieron entonces a los «chicos de las bombas», denominación de Arzalluz; y en un templo religioso, San Antón de Bilbao, se concitaron para hacer frente a los temblorosos militantes del nacionalismo moderado. Es decir: de EGI surgió ETA. Sin discusión.

La historia parece repetirse ahora. Bildu, los antiguos terroristas de ETA, han pisado moqueta tanto en el País Vasco como en Madrid, se están forrando con los diezmos y primicias que reciben allí, acá y acullá, se han hecho socios preferentes del un desalmado Pedro Sánchez, y se han olvidado de sus principios comunistas y un poco menos de su extracción secesionista. Bildu, digámoslo así, es una ETA descafeinada. Por eso a los estudiantes de la Universidad Vasca, donde parece haber más pistolas que libros, les ha disgustado la morigeración de Bildu y se han constituido como facción aparte.

ETA fue hija del PNV, GSF ya es hija de Bildu. Y se está haciendo notar, ¡vaya si se está haciendo notar! Por lo pronto, ha abordado el sindicato de estudiantes y se ha quedado con, literalmente, esta organización. Además ha entendido que tienen que atacar sin piedad por una determinada causa, y se está cebando con la Ertzaina, la Policía Autónoma, que según ellos, «no responde a los fines para la que fue creada». Su modelo parece ser el que, por ejemplo, tiene establecido en Nicaragua el presidente Daniel Ortega, una Fuerza directamente al mando de su señora, Rosario Murillo, una analfabeta de tomo y lomo a la que sus conciudadanos profesan incluso más miedo que a su propio marido. GSF quiere esa forma de hacer Euskadi.   

La verdad es que la Ertzaintza no da abasto en el combate contra estos sujetos. Proliferan las fiestas pueblerinas, también las capitalinas como las de Vitoria (eso de «Gasteiz» es una estupidez sin traducción posible) y la GSF ha instalado sus casetas, chozas, donde, aparte de expender vino de marca, se propalan consignas que los nuevos reclutas del nuevo radicalismo cumplen sin chistar. Contra ellos, el PNV del maketo (ocho apellidos castellanos) Aitor Esteban no sabe qué hacer.

Ahora declara a su partido abierto a la inmigración («todos los que vivimos aquí somos vascos») y ha emprendido una presión total para defender a «su» Policía, esa Ertzaina que se inventó un comandante del Ejército del Aire español que, a la madurez, viruelas descubrió, que siempre había sido un fiel seguidor del «padre» Arana, Así son cosas tras las Montañas Rocosas de Pancorbo. GSF ha se ha iniciado en la tradicional acometida contra todos los que no son de los suyos, tanto que Esteban, desde el PNV, ha pedido a sus descendientes y disidentes, que se «abstengan de realizar agresiones». Curioso edulcorante.

Pues bien, pregunta: ¿de todo esto, de la nueva ETA, se está enterando el Gobierno de España? ¿O más concretamente el réprobo (cuatro veces en el Parlamento) Grande-Marlaska? Este, con certeza que no. Bastante tiene con esquilmar con dietas congoleñas los estómagos de sus policías o con enviar todo un Destacamento de la Guardia Civil a Lanzarote para cuidar del cuerpo serrano (últimamente, la verdad, hecho una birria) de Pedro Sánchez Pérez-Castejón, un presidente al que, cuando regrese de estas vacaciones de escolar francés, habrá que preguntarle: ¿Echó de menos, señor presidente, una saunita como las de su suegro, para redondear su descanso isleño? En serio: la GSF ya ha protagonizado una primera batalla campal en San Sebastián. Como diría un castizo: «Por algo hay que empezar». Y han empezado. Del PNV a Bildu y de ETA a GSF. Estamos advertidos.      

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