La Coca-Cola tiene origen español
¿Fue la Kola-Coca la verdadera madre de la Coca-Cola? No hay pruebas concluyentes, pero sí similitudes

Botellas de Nuez de Kola-Coca. | Destilerías Ayelo
¿Podría la Coca-Cola haber nacido en un pequeño pueblo español? Así es. Has leído bien. En Ayelo de Malferit, una localidad de menos de 5.000 habitantes, se gestó una fascinante historia que pone en duda la narrativa oficial del refresco más famoso del mundo. ¿Fue una copia, una inspiración o simplemente una casualidad?
En el corazón de la comarca del Valle de Albaida, a unos 75 kilómetros de Valencia, se encuentra Ayelo de Malferit, un pueblo tranquilo conocido por ser la cuna del cantante Nino Bravo, pero también por una historia menos cantada. Corría el año 1880 cuando tres emprendedores valencianos —Bautista Aparici, Ricardo Sanz y Enrique Ortiz— decidieron unir sus talentos y fundar la sociedad Aparici, Sanz y Ortiz, apodada cariñosamente «La Botellería». Estos jóvenes no eran simples comerciantes; eran visionarios que soñaban con crear algo único. Y lo lograron la Nuez de Kola-Coca, un jarabe elaborado a partir de nuez de cola (un fruto africano cargado de cafeína) y hojas de coca (traídas de Perú), mezclado con agua fresca. Se promocionaba como un tónico reconstituyente, ideal para calmar los nervios, aliviar el cansancio y hasta mejorar la digestión.
La bebida no tardó en destacar. La Kola-Coca comenzó a ganar adeptos en España y más allá. Su éxito no se limitó a las huertas valencianas; pronto cruzó fronteras, llegando a Hispanoamérica y presentándose en ferias internacionales. Uno de los momentos clave ocurrió en 1885, cuando Bautista Aparici, el encargado de las ventas y un viajero incansable, llevó su creación a un concurso en Filadelfia, Estados Unidos. Allí, la Kola-Coca no solo brilló, sino que se alzó con una medalla de oro. Antes de regresar, Aparici dejó muestras de su jarabe en manos de representantes comerciales estadounidenses. Un gesto aparentemente inocente que, visto con ojos de hoy, podría haber cambiado la historia.
Un año después, en 1886, algo curioso sucedió al otro lado del Atlántico. En Atlanta, Georgia, el farmacéutico John Stith Pemberton creó una bebida que él mismo describió como una medicina milagrosa: la Coca-Cola. ¿Sus ingredientes principales? Hojas de coca y nuez de cola, exactamente los mismos que la Kola-Coca de Ayelo. La única diferencia era que Pemberton usó agua carbonatada en lugar de agua fresca, dándole ese toque efervescente que hoy conocemos. ¿Coincidencia? Los dueños de la empresa que creó la Kola-Coca no lo creían así. Durante años, en Ayelo se transmitió la sospecha de que su fórmula había sido copiada por americanos que la descubrieron en Filadelfia. Aunque no hay pruebas definitivas, las fechas, los ingredientes y el contexto invitan a desconfiar del relato oficial.
Pemberton no era un inventor que surgió de la nada. Veterano de la Guerra Civil estadounidense, herido y adicto a la morfina, buscaba desesperadamente un remedio para su dolor y su adicción. Experimentó con varios ingredientes, inspirándose en las modas de su época, como los vinos de coca. Su primera creación, el French Wine Coca, era un tónico alcohólico a base de vino, coca y damiana. Pero en 1886, las leyes de prohibición en Atlanta lo obligaron a reinventarse. Quitó el alcohol y la damiana, añadió jarabe de azúcar y nuez de cola. Según la leyenda oficial, un error al mezclar el jarabe con agua carbonatada dio origen a la Coca-Cola. El 8 de mayo de ese año, se vendió el primer vaso en la Farmacia Jacobs por cinco centavos. El resto, como dicen, es historia… ¿o no?
Para entender cómo la Coca-Cola se convirtió en un éxito, debemos retroceder al contexto histórico de finales del siglo XIX en Estados Unidos: la época de la templanza. Este movimiento social, arraigado en países anglosajones, abogaba por reducir o eliminar el consumo de alcohol, visto como la raíz de males como la violencia doméstica y la pobreza. Surgido a finales del siglo XVIII, ganó fuerza en la década de 1820 con la creación de la Sociedad Estadounidense por la Templanza, que para 1839 ya tenía millones de miembros. Religiones como el metodismo y grupos como la Unión Cristiana de Mujeres por la Templanza impulsaron la causa, que culminó en la Ley Seca de 1920.
En este ambiente, Pemberton vio una oportunidad. Su Coca-Cola, sin alcohol, fue comercializada como «la bebida de la templanza», una alternativa refrescante para quienes rechazaban el licor. Las fuentes de soda, populares en farmacias por la creencia de que el agua carbonatada era saludable, se convirtieron en el escenario perfecto para su lanzamiento. La bebida prometía curar desde dolores de cabeza hasta la melancolía, un reclamo apropiado para una sociedad ansiosa por soluciones rápidas.
La Coca-Cola no surgió de la nada; fue un producto de su tiempo. En el siglo XIX, los vinos de coca eran la moda en Europa y América. El más famoso, el Vin Mariani, creado en 1863 por el químico corso Angelo Mariani, combinaba vino de Burdeos con extractos de coca y se vendía como un «tónico reconstituyente». Personalidades como Julio Verne, Alejandro Dumas, Arthur Conan Doyle e incluso el papa León XIII lo alababan. Pemberton, inspirado por este éxito, lanzó su French Wine Coca en 1884, promocionándolo como un «vigorizante» para todo, desde el intelecto hasta los órganos sexuales. Se dice que ese año, mientras el expresidente estadounidense Ulysses S. Grant escribía sus memorias, consumía French Wine Coca de Pemberton para aliviar el dolor de un cáncer de garganta.
Pero no era el único remedio exótico. Las farmacias de esa época se llenarían de medicinas patentadas que aprovechaban la fascinación por ingredientes como la coca y la kola. El vino San Germán tenía aceite de hígado de bacalao, ictiol, kola, coca y estricnina, se vendía como cura para la anemia y la senilidad. El Dinamógeno mezclaba glicerofosfatos, kola y coca para tratar la debilidad y la neurastenia. Un vino tónico nutritivo con peptona pépsica, coca, kola y quina, prometía fortalecer a niños y adultos. Incluso la heroína, lanzada por Bayer en 1898, se usaba contra la tos. En este panorama de experimentación, la Kola-Coca y la Coca-Cola eran solo dos gotas en un mar de tónicos prometedores.
Antes de que Pemberton perfeccionara su fórmula, en Ayelo de Malferit la Kola-Coca vivía su propia edad dorada. Desde 1881, la Botellería cosechó premios en las ferias de Milán (1881), Valencia (1883) y Roma (1884). La empresa llegaría a acumular medallas de oro, condecoraciones y diplomas honoríficos. Viajó a Londres, Chicago, Jerusalén… Incluso participó en la Exposición Universal de París de 1889, famosa porque allí se inauguró la Torre Eiffel. En 1892, la reina regente María Cristina les otorgó el título de proveedor de la Casa Real, un reconocimiento a su calidad. Bautista Aparici, el alma viajera del trío, no solo llevaba la bebida al mundo; también traía innovaciones a casa. Durante una plaga que devastó los viñedos valencianos, intercambió su jarabe por cepas americanas resistentes, un trueque que salvó la agricultura local. Esas cepas siguen utilizándose hoy.
La Kola-Coca se exportaba a América y se servía en mesas de todo tipo, desde tabernas hasta eventos reales. Sin embargo, su reinado se vio interrumpido por la Guerra Civil Española (1936-1939) y la posguerra. La escasez de materia prima y las dificultades económicas frenaron su producción. Para cuando el mundo volvió a girar, la Kola-Coca había quedado relegada a un recuerdo local.
El destino de la Kola-Coca dio un giro inesperado en 1953. The Coca-Cola Company, en plena expansión global, llegó a España y se topó con un problema: el nombre «Kola-Coca» ya estaba registrado por la Botellería. Para evitar conflictos legales, ejecutivos de la multinacional visitaron Ayelo y compraron los derechos del nombre al entonces propietario, Joaquín Juan Sanchis, por una suma que se rumorea fue de 30.000 pesetas (unos 180 euros, aunque en aquel tiempo era una cantidad mayor, pero ridícula para lo que ya era Coca-Cola). A cambio, permitieron a la destilería seguir produciendo una versión alcohólica: el Licor de Nuez de Kola-Coca, que aún hoy se elabora artesanalmente.
En la fábrica centenaria, ubicada junto a la plaza del Palau, se conserva una botella original de Kola-Coca con su etiqueta en castellano y francés. Sus paredes, decoradas con medallas amarillentas, son un museo vivo de una época dorada. Pero mientras Coca-Cola conquistaba el mundo, Aielo quedó en la sombra, su legado reducido a una curiosidad local.
Según The Coca-Cola Company, la bebida nació el 8 de mayo de 1886 en Atlanta, cuando Pemberton llevó su jarabe a la Farmacia Jacobs. Frank Robinson, su contador, sugirió el nombre «Coca-Cola» por su potencial publicitario y acabaría diseñando el logo icónico. Las ventas iniciales fueron modestas (nueve vasos al día), y Pemberton, enfermo y arruinado, vendió la fórmula a Asa Griggs Candler antes de morir en 1888. Candler, un empresario astuto, la transformó en un imperio global.
Pero esta narrativa fantasea con los detalles. Pemberton no era un genial médico rural adorable, como lo pinta la empresa, sino un farmacéutico adicto a las drogas atrapado por la época en la que le tocó vivir. En 2007 Coca-Cola gastó 38 millones de dólares en su nuevo museo de Atlanta, que adoctrina a más de un millón de turistas mediante embajadores ataviados de rojo, reforzando una versión edulcorada de su producto, negando incluso que la bebida contuviera cocaína (aunque sí la tuvo hasta principios del siglo XX).
¿Y qué hay de la Kola-Coca? La entrada en inglés de Wikipedia sobre Coca-Cola la menciona brevemente: «A Spanish drink called ‘Kola Coca’ was presented at a contest in Philadelphia in 1885, a year before the official birth of Coca-Cola. The rights for this Spanish drink were bought by Coca-Cola in 1953». Es un reconocimiento tardío, pero muy significativo. Hoy, la historia de la Kola-Coca no es solo una nota local a pie de página. Artículos en inglés y documentales han explorado esta conexión, mientras que en Ayelo, la destilería sobrevive con apenas algunos empleados y sigue elaborando el Licor de Nuez de Kola-Coca, un eco de aquel jarabe original.
¿Fue la Kola-Coca la verdadera madre de la Coca-Cola? No hay pruebas concluyentes, pero las similitudes son innegables: mismos ingredientes, fechas cercanas, un concurso en Filadelfia como puente. Es muy probable que Pemberton se inspirara en lo que probó, o quizás alguien llevó la idea a Atlanta. Lo cierto es que la chispa de la vida podría haber surgido en un rincón de Valencia, no en un patio de Georgia.
La historia de Ayelo de Malferit y su Kola-Coca por fin ha salido del olvido, reconocida en artículos internacionales y en la propia Wikipedia. Aunque el pueblo no cosechó la fama ni las riquezas de Coca-Cola, su legado perdura como un recordatorio de que las grandes ideas no conocen fronteras, y que a veces, las revoluciones comienzan en los lugares más inesperados. Así que la próxima vez que abras una Coca-Cola, brinda un poco por esos tres valencianos que, sin saberlo, podrían haber puesto esa fórmula tan secreta en tu vaso.