La mitad del objeto de deseo de los guatequeros del tardofranquismo
Manuel de la Calva, cofundador incombustible del Dúo Dinámico, vio su llama extinguirse ayer a los 88 años

Manuel de la Calva y Ramón Arcusa, el Dúo Dinámico. | Europa Press
Se constituyeron, se constituyó el Dúo Dinámico en el más gozoso objeto del deseo de los guatequeros del tardofranquismo y Primera Transición. Renunciaron a los «Dinamic» y se refugiaron en el español de todos. Podían haberse quedado apostados ahí, pero han durado hasta ayer mismo cuando Manuel de la Calva, un rockero primordial de voz aterciopelada y hermosa, se nos ha ido definitivamente de nuestros añorados Pick-up. Llegaron a las radios de los Cuarenta y cosa así cuando en ellas aún dominaba Luis Mariano y su enternecedora Maite. En las fiestas, guateques (de gua, a ver si acierto y qué, te quedas sin nada) Manolo y Ramón fueron en principio y con el italiano Cellentano («Calentano» en el argot del momento) los príncipes de los amoríos púberes. Sonaba Quince años tiene mi amor y la chavalería de entonces, casi estrenando Universidad, miraba alrededor a ver si a alguna expositora «le gusta tanto bailar el rock».
Guardaba el Dúo una cierta estirpe masculinista que ahora no sería tolerada. En los ambientes más duros del machismo fueron apodados como «Los Dinamicones», una estúpida apelación que a ellos, revestidos de guardiamarinas en un par de películas al uso, les traía exactamente por un higa, porque ellos, Manolo y Ramón, eran sólo músicos, y a ese menester dedicaban sus mejores cualidades. Lo de Manolo tenía, si se quiere, más mérito: aparecía a cuerpo descubierto, rojo de jersey y blanco de pantalón y zapatos, y movía los brazos con una cierta agitación espasmódica. En cambio Ramón, el alto y guapo del Dúo, se parapetaba tras una guitarra que se escuchaba mínimamente. Con los años, el Dúo ocupó el número uno de todas las listas de éxito, eso sin esperar al verano de los horteras que gritaban y saltaban como lagartos con yenkas de mejor no recordar.
De pronto además, el país se encontró con que Manolo y Ramón eran unos excelentes compositores. Hizo falta que Massiel ganara Eurovisión con su La, la, la casi inmortal para que todos reconociéramos en el Dúo una inmensa capacidad para escribir músicas pegadizas, aptas para todos los públicos. Julio Iglesias y su emocionante Hey y Perales con no sé cuántas letras de inmenso suspiro, se beneficiaron del ingenio, la presteza y la calidad de un Dúo que, ahora sólo cabe recordarlo de refilón, tuvo sus más y sus menos. No fue un combate de egos, pero sí una cierta distancia alentada desde fuera por los malditos empresarios y representantes de la época. Para la Historia del país queda que el Dúo tuvo que renunciar al nombre por esas cosas de un cambio en lo que entonces atendía por «sello discográfico».
Se sobrepusieron a tamaña estupidez y el Dúo siguió cantando sus canciones de siempre teñidas, perdón, perdón, de un cierto romanticismo becqueriano. Alguna letra empezó a emocionar a dos y tres generaciones. Aquel verso asonado de En los verdes prados al pasar, por frondosos bosques al cruzar, flota todavía… se lo quedaban para el recuerdo talluditas casadas de las que se habían hecho fuertes antaño en los guateques con un codo asesino que quebraba las costillas del más perverso aspirante al sobeo. El Dúo se atrevió con la emulación incluso de Caruso; le faltaba voz pero le sobraba emoción. Porque ellos mismos eran la plataforma pura del amor: Esos ojitos negros que me miraron…, Como ayer, igual que ayer o ¿Quién me robó tu querer?, una canción incónica que puso boca abajo el Santiago Bernabéu y que surtió un efecto «reconciliación» porque algunas parejas se dijeron: «pelillos a la mar» y siguieron juntos.
Después, ya al borde del estío, como ahora mismo, surgió, casi como una premonición: El final del verano, hasta llegar al Resistiré de este momento, una letra antológica de Carlos Toro que el Dúo Dinámico musicó con intención de despedida. Manuel de la Calva es de los grandes artistas españoles que no tiene biografía propia, su pareja de decenas, el bello Ramón, le ha mencionado al decirle adiós como «mi hermano». Para muchos, habitantes de tanto tiempo, fue el Dúo sobre todo nuestro cómplice adolescente. Manolo se ha ido más arriba con gran parte de nuestros recuerdos. A él brindamos Tan sólo nostalgia, la que nos adelantó que sentiríamos, que sentiríamos hoy.