Arantza Arruti, terrorista párvula
La mujer, recientemente fallecida, fue la única de los 16 juzgados en el Proceso de Burgos declarada inocente

Arantza Arruti. | Andoni Canellada (Foku)
Se llamaba Arantza Arruti Odriozola y tenía 79 años en la fecha de su muerte. Todos los medios se han hecho eco de la noticia, destacando que había sido juzgada en el Proceso de Burgos, aunque no he leído en ninguna parte que fue la única de los 16 procesados que obtuvo un veredicto de inocencia.
El sumarísimo 31/69 tuvo 16 acusados: 11 varones seglares, tres mujeres y dos curas. Las tres mujeres estaban acompañadas en el banquillo por sus maridos: Itziar Aizpurua por Jokin Gorostidi, Ione Dorronsoro por Xabier Izko y Arantza Arruti por Gregorio López Irasuegui. Esta última, que fue considerada irrelevante desde el punto de vista penal por el consejo de guerra, había tenido sin embargo, un papel notable en los prolegómenos del juicio. Ella era herrialdeburu de ETA en Navarra cuando fue detenida por la Guardia Civil en noviembre de 1968. Su marido, junto a Izko De la Iglesia, intentó asaltar la cárcel de Pamplona la víspera de Reyes del 69 para liberarla. Ambos fueron detenidos y a Izko se le ocupó la pistola con la que había matado a Melitón Manzanas en junio de 1968. El asesinato del comisario fue la pieza central del Proceso de Burgos, junto al del guardia civil José Antonio Pardines y al taxista Fermín Monasterio, al que asesinó Mikel Etxeberria Iztueta, fugitivo de la operación policial en la que habían sido detenidos sus compañeros Mario Onaindia, Josu Abrisketa y Bittor Arana. Monasterio se resistió a llevarlo y Etxeberria lo asesinó aunque no estuvo en el banquillo del Gobierno. Imitar de Burgos porque no fue detenido.
Así pues, Arantza Arruti tuvo un papel relevante en el origen del proceso de Burgos (fue la primera mujer detenida y condenada por su militancia etarra) y hay que señalar que el tribunal militar fue duro en la sentencia, excepto en su caso, al dictar unas penas más duras de las que había solicitado el fiscal, seis penas de muerte, que el tribunal convirtió en nueve: dos para Xabier Izko, Jokin Gorostidi y Teo Uriarte, y una para Mario Onaindia, Dorronsoro y Larena.
Todos ellos fueron liberados por la aplicación de la amnistía a plazos, aunque una parte fueron extrañados para volver al interior de España clandestinamente y aparecerse en los mítines de la izquierda abertzale. Los excondenados pasaron a militar en política repartiéndose entre Herri Batasuna, la opción más radical, Euskadiko Ezkerra y LKI, la versión vasca de la Liga Comunista Revolucionaria.
Las andanzas del matrimonio formado por López Irasuegui y Arantza Arruti todavía registraron alguna anécdota añadida. La amnistía sorprendió a López en el penal del Puerto, a cuya salida quería esperarlo Arantza. No fue posible. Ella fue detenida en un bar de Chiclana y conducida a la cárcel de Jerez de la Frontera, donde su marido, ya libre, no pudo verla por prohibición expresa del director hasta que intervino el decano del Colegio de Abogados de Jerez.
López Irasuegui volvió a Euskadi en 1976, donde le esperaba un millar de simpatizantes que fueron disueltos por la Policía cuando cantaron el ‘Eusko Gudariak’ que había popularizado Onaindia al romper la vista del juicio de Burgos el 9 de diciembre de 1970. En una de las entrevistas que le hicieron declaró que su móvil para integrarse en ETA era el castigo que sufría el euskera, la lengua de los vascos. Esto era más bien un adorno. Patxo Unzueta, que fue su compañero en la Facultad de Ciencias Económicas de Bilbao y además su amigo, no le conocía devoción por la lengua vasca. Era, como Unzueta, un ferviente unamuniano. En 1964, al celebrarse el centenario del escritor bilbaíno, dicha facultad convocó un certamen literario sobre su figura y los tres premiados fueron tres etarras: Patxo Unzueta, Goio López Irasuegui y Txabi Echebarrieta Ortiz, que cuatro años después haría historia al convertirse en el primero en matar y el primero en morir.
En la mañana del 26 de diciembre de 1988, unos paseantes encontraron el cuerpo inerte de López Irasuegui al pie de un talud en el monte Archanda, cerca de Bilbao, muerto por precipitación según las apariencias. Tenía 42 años.