Más libros, más libres, pero lo que diga Sánchez
«Nada más nítido para ver en qué se ha convertido el PSOE que el espejo de Rubiales»

Ilustración de Alejandra Svriz.
1. El columnismo es escribir sobre una frase de María Pombo sin saber quién es María Pombo. La frase es que leer no nos hace mejores. Una verdad cristalina. Muchos sanchistas han aducido que Hitler leía. ¡Y hasta Netanyahu! Habría que recordarles que no leer tampoco ha hecho mejor a Sánchez. Uno de ellos, Altares, ha rescatado el lema de una antigua campaña de promoción de la lectura: «Más libros, más libres». Es como si la abrazara, aunque en su devenir diario el lema tendría que completarlo así: «Más libros, más libres, pero lo que diga Sánchez».
2. Todo ha partido, parece, de que la tal Pombo (arriesgado apellido para desdeñar la lectura) tiene las estanterías de su casa vacías. Me he acordado de Borges: «Ordenar bibliotecas es ejercer, de un modo silencioso y modesto, el arte de la crítica». En este sentido, la biblioteca sin libros de Pombo la convierte en una crítica implacable. Podría estar de acuerdo con ella. Es una biblioteca, lo acepto, en que no están los mejores libros. Pero en compensación tampoco hay ninguno de los peores, que son la mayoría.
3. De jovencito me gustaba acortar el «Hay que ser absolutamente moderno» de Rimbaud para dejarlo en «Hay que ser absolutamente». La frase de María Pombo también se podría acortar: «Leer nos hace». (Al menos a unos pocos).
4. Ábalos me cae cada vez mejor. Sus carpetas de tías en cueros lo convierten en mi semejante, en mi hermano. ¡Qué pena que yo no haya tenido su habilidad para manejar presupuestos! He hecho el bien porque no he podido hacer el mal, simplemente. Ahora se avecinan las declaraciones de su exmujer, que cuadruplicarán mi idolatría. Lo primero que ha soltado es maravilloso. Cuenta que les dijo a sus hijos: «Perdonad por haberos elegido a este señor de papá». Es como cuando Leopoldo María Panero acusó a su madre: «Lo que nunca te perdonaré es que, pudiendo haberme tenido con Luis Cernuda, me tuvieses que tener con el Conejito Blanco». (Así es como llamaba a su papá.)
5. He de escribir una nouvelle diderotiana: Amparo Rubiales o El patriotismo de partido produce monstruas. Lo último han sido sus palabras contra Isabel Perelló, presidenta del TS y el CGPJ, por su defensa de la independencia de los jueces. Rubiales culmina («y mi feminismo es sabido», dice): «Me gustaría que se recogiera esa melena sobre la cara». Nada más nítido para ver en qué se ha convertido el PSOE que el espejo de Rubiales.
6. Siempre pensé que a Sánchez solo podría derrotarlo un senador, es decir, una figura senatorial que encarnase exactamente lo contrario de lo que Sánchez representa. Por desgracia, Feijóo no es esa figura. Está cada vez más exasperado, más deshilachado, más sanchistizado. Y encima tampoco lee.
7. Agresiones a lo que más amo: Lisboa, la Vuelta. Noto que se me resquebrajan mis pilares. Nunca me llegué a subir al tranvía descarrilado, pero me gustaba verlo ahí, subiendo y bajando como parte de la cotidianidad lisboeta. Su estruendo con muertos ha sido la reproducción en una calle del terrible terremoto. Algo que no le pega a la pacífica Lisboa. En cuanto a los cretinos que cortaron la Vuelta en Bilbao, está claro que se movilizaron no por los muertos de Gaza, sino por los terroristas de Hamás. Al fin y al cabo los comandaba un etarra. En este contexto son espeluznantes las palabras de la sin duda bondadosa Caballero: «¿Vale más la salud y la vida de un ciclista que la de un gazatí al que el gobierno israelí está dejando morir de inanición?».