The Objective
¿Y esto quién lo paga?

La inflación y el IRPF más elevado de la historia

«Se debería debatir adaptar el IRPF a la inflación porque es la subida más importante de impuestos de los últimos años»

La inflación y el IRPF más elevado de la historia

Ilustración de Alejandra Svriz.

«He navegado en cien mares y atracado en cien riberas»

Antonio Machado

Como es mi primer artículo en THE OBJECTIVE, permítanme que me presente antes de hablarles de impuestos y economía, que es de lo que suelo escribir. Soy Francisco de la Torre, inspector de Hacienda, y en una vida anterior fui diputado en el Congreso. Allí también me dediqué a temas fiscales, y fui presidente de la comisión de Presupuestos, en una época donde esto significaba algo porque había presupuestos. También he escrito tres libros de economía y Hacienda Pública: ¿Hacienda somos todos? Impuestos y fraude en España (Debate 2014-2022, 4ª edición), Y esto, ¿quién lo paga? Economía para adultos (Debate 2023) y La factura del cupo catalán. Privilegios territoriales frente a ciudadanía (La Esfera de los Libros, mayo de 2025), este último con mi amigo (y el economista más brillante que conozco) Jesús Fernández-Villaverde.

Tomo el título de mi segundo libro, que es una cita de Josep Pla, para estas columnas, porque es mi libro más personal. Mi primer libro fue un encargo porque un editor no encontraba a nadie que quisiese hacer un libro de fraude e impuestos. Y La factura del cupo catalán es un libro escrito por necesidad ante el desafío más importante al que se ha enfrentado la democracia española desde el 23-F y el fracaso del procés, la transformación de España desde un Estado autonómico (básicamente federal) en un Estado confederal asimétrico. De todas estas cuestiones iremos hablando aquí.

Por honestidad personal, y también por indicación del código de conducta de la Agencia Tributaria, estas columnas son personales y no expresan la opinión de nadie más que la mía propia. 

Hoy les querría hablar de dos impuestos, el IRPF y la inflación, y de cómo se retroalimentan. El motivo es que hace unos días se publicó una propuesta de modificación normativa del Consejo de Defensa del Contribuyente en la que el «Consejo plantea la oportunidad de ajustar las cuantías monetarias que jalonan todo el sistema tributario a la evolución de la inflación». Como el Consejo es un órgano oficial de la Secretaría de Estado de Hacienda, cuyos miembros nombra la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, creo que es un pronunciamiento importante.

A ningún ciudadano hay que explicarle que el IRPF es un impuesto o, mejor dicho, el impuesto por antonomasia, porque supone casi la mitad de la recaudación de la Agencia Tributaria. La inflación también es un impuesto, como señalaba John Maynard Keynes, siguiendo una tradición que se remonta a la Escuela de Salamanca en el siglo XVI, que además insistía en que se ceba en los más pobres.

Que la inflación es un impuesto es largo de explicar, pero dentro de determinados límites el Estado se beneficia claramente de la inflación. Como la inflación hace que los deudores devuelvan menos, y el Estado es el principal deudor en cualquier economía, la inflación reduce la deuda en términos reales. Además, como los impuestos se fundamentan en la capacidad económica, la inflación, que es, entre otras cosas, el deterioro de la capacidad para pagar con una moneda se debería tener en cuenta en los impuestos, especialmente en el IRPF.

¿Por qué especialmente en el IRPF? Pues porque es un impuesto progresivo, paga más quién más gana, y no solo eso, sino que se paga un tipo efectivo cada vez más alto. Esto quiere decir que, a medida que se gana más dinero, hay que dedicar más porcentaje de la renta ganada a pagar el IRPF. Esto es el fundamento de la redistribución y del Estado social, pero como todo, tiene límites. Cuál debe ser el porcentaje de renta que se queda el Estado a medida que se gana más es una de las cuestiones más polémicas de los impuestos. Pero, sin entrar en esa cuestión, hay un principio básico, y es que se haya ganado realmente más, que se tenga más capacidad de pago.

¿Qué ocurre si un trabajador le suben el sueldo, pero por debajo de la inflación? Que ha perdido poder adquisitivo. Pero si, además, no se ajusta el IRPF a la inflación, de paso pagará más IRPF, es decir, que perderá aún más poder adquisitivo. De hecho, lo que le ocurrirá al trabajador es que le habrán subido los impuestos. En un impuesto por tramos como el IRPF se suele decir que con aumento de sueldo se puede saltar de tramo, con lo que una parte de la renta pagará un tipo superior, con lo que se pagarán más impuestos. Esto es cierto, pero, aunque el aumento no te haga saltar de tramo, también se pagará más IRPF. La razón es que habrá un porcentaje más elevado de la renta que estará pagando en los tramos con tipos más elevados.

En resumen, un tipo efectivo más elevado, es decir, una subida de impuestos encubierta. Este efecto se conoce en la jerga fiscal como progresividad en frío. Mientras que la progresividad en el sistema fiscal es necesaria y positiva (por supuesto dentro de ciertos límites), la progresividad en frío es muy negativa, tanto en términos económicos, como incluso en términos democráticos, porque no deja de ser una subida de impuestos que no ha pasado por las Cortes Generales.

La pregunta que se harán todos ustedes es si esto tiene importancia. Pues la respuesta es que sí, especialmente tras los periodos de una inflación relativamente alta como hemos padecido. De hecho, llevamos una serie de años pagando cada vez más IRPF. En 2024, los españoles destinamos el 14,36% de nuestra renta a pagar el IRPF, lo que supone el tipo efectivo más elevado de la historia. Si comparamos con 2018, sólo la subida del tipo efectivo, derivado de no adaptar el IRPF a la inflación, ha supuesto una recaudación adicional, derivada de esta subida encubierta de impuestos de 13.766 millones de euros, que es muchísimo dinero, y una de las subidas de impuestos de mayor importe de nuestra historia.

Habría que adaptar nuestro sistema fiscal, y especialmente el IRPF a la inflación, porque, como señala con lucidez el Consejo de Defensa del Contribuyente «de lo contrario, en periodos inflacionarios – como el que últimamente se ha padecido – la presión fiscal sobre la renta se agudiza por el mero transcurso de los años, siendo perjudicadas comparativamente en mayor medida las personas más desfavorecidas. No parece que tal cosa sea muy razonable».

Yo tampoco creo que sea razonable, y precisamente por eso, creo que, por lo menos, se debería debatir de esta cuestión, adaptar el IRPF a la inflación, tanto en los medios como en el Parlamento, porque ha sido la subida más importante de impuestos de los últimos años, y la hemos pagado casi todos los ciudadanos.

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