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Eternamente Yolanda

La vicepresidenta segunda defendió las 37 horas y media asegurando que permitirá «mejorar la productividad»

Eternamente Yolanda

Yolanda Díaz. - Archivo | Eduardo Parra (Europa Press)

Hay días en que no está una para nada, debió de pensar la vicepresidenta segunda del sanchismo el día en que su gran propuesta político-económica de reducir la jornada laboral manteniendo los salarios era derrotada en el Congreso. A mi modo de ver le faltó un poco de ambición: ¿por qué no mejorar el plan? Reducir la jornada estaba bien, pero ¿por qué no aumentar los salarios al mismo tiempo para hacer un win-win?

Contra el propósito redentor de Yolanda, eternamente Yolanda, que diría Pablo Milanés se aliaron dos circunstancias: tuvo enfrente a ‘la santa alianza’, que no era la descrita en su manifiesto comunista: el Papa y el zar, Metternich y Guizot, polizontes franceses y radicales alemanes, sino esa alianza también contra natura del PP, Vox y Junts per Catalunya que se alzaron con 178 escaños.

No fue eso lo peor. El mismo día y mientras su plan redentor agonizaba, el jefe pasaba del debate y de la votación y aprovechaba la tarde para irse al cine con la parienta.

El doctor y su catedrática fueron a Callao, al preestreno de la película de Amenábar sobre Cervantes. ¿Qué era más importante para la clase trabajadora y para el progreso de la sociedad española en general, reducir la jornada o apuntalar la tesis de que Cervantes era maricón? Depende de a quién se le pregunte.

Ella no lo veía mal del todo, o, al menos, prefirió quitarle hierro al tema: «Cada uno hace lo que quiere. Fue un debate muy interesante y seguro que el presidente lo siguió». ¿desde el cine? Es difícil mejorarlo. Zapatero lo igualó en la ópera de ‘La Fura dels Baus’, el 5 de julio de 2005, mientras el incendio de Guadalajara se cobraba las vidas de once bomberos.

No es la primera vez que Sánchez hace novillos en las votaciones de sus socios. Ya se largó del Congreso el día en que se votó la Ley del Solo sí es sí, la gran parida legislativa de Irene Montero. Total, ha venido a decir Ángel Víctor Torres, con su voto también se hubiera perdido, una nueva versión de la sentencia de León de Greiff: «Juego mi vida, cambio mi vida, de todos modos, la llevo perdida… Esto no es una derrota, ha dicho la Moncloa: Es la pérdida de la votación de los que votan que sí frente a los que votan que no». A ver quién supera la tautología. Bueno, quizá el legendario entrenador del Alcoyano: «hemos ganado porque les hemos metido más goles que ellos a nosotros». 

La Viceyolanda aprovechó para poner al día el marxismo en el debate que perdió par escarmiento de la portavoz de Junts: «En este debate representamos algo que mueve la historia: la lucha de clases. Usted representa al capital y el Gobierno representa a las gentes trabajadoras».

La lucha de clases como motor de la historia. En mi juventud errada (¿o herrada?) distinguíamos escrupulosamente entre el Marx joven, el de la lucha clases como motor de la historia y el Marx maduro que acertaba al explicar el cambio de la historia por el desarrollo de las fuerzas productivas.

Por lo demás, la vicepresidenta segunda se ha expresado con el habitual nivel de necedad que ha venido acreditando en cada comparecencia. Recuerden cuando no supo explicar lo que era un ‘erte’ y le pedía sopitas al ministro Escrivá que compartía rueda de prensa con ella, o el día que se apiadó de los niños de Madrid porque no podían saber lo que era un horizonte. Al revés que sus oyentes catalanes, era un acto en Barcelona: «ustedes levantan la mirada y tienen ahí el horizonte».

También alcanzó cumbre el día que aseguró que las personas ricas son conscientes de que «nos vamos al carajo», lo que llevó a las élites tecnológicas a un «plan B restringido» para ellos con «cohetes» para «huir del mundo y protegerse ellos solos». Era yo muy niño, Yoli aún no había nacido, cuando un tal Pablo del Río anticipaba en más de medio siglo el sueño de Yolanda: «El año dos mil y pico/ los hombres podrán volar/ metidos en un cohete/ hacia el espacio estelar».

Yolanda ha propalado más tonterías que cualquier otro ministro de Sánchez, en pie de igualdad quizá con Irene Montero o la ministra Alegría, que tampoco es muda. En el debate sobre la reducción de jornada, que era su especialidad, tampoco se iba a quedar atrás. Eso por no hablar del día que confundió a Juana de Arco con Juana la Loca. Si les da igual Juana que su hermana, cómo no van a parecerles intercambiables Juana y Juana.

La vicepresidenta segunda defendió las 37 horas y media asegurando que la reducción de la jornada laboral permitirá «mejorar la productividad». Tenía razón el popular Juan Bravo al desconfiar de una propuesta para «trabajar menos y cobrar más». Hay que aumentar la productividad para reducir la jornada y no al revés. No hay que «ponerse un pantalón de una talla menos para adelgazar».

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