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Opinión

Euro digital: la trampa de su «practicidad»

«En lugar de mover el oro, era mucho más fácil pagar con documentos acreditativos, que dieron origen al dinero de papel»

Euro digital: la trampa de su «practicidad»

Euro digital.

La historia del dinero es muy larga. Comienza con las dificultades del trueque: además de complicar el fraccionamiento (¿cómo fraccionar una vaca para cambiarla por tres kilos de pan?), tiene el gran problema de la «doble coincidencia» (el que tiene lo que yo necesito debe querer precisamente lo que yo ofrezco en trueque).


Por eso, espontáneamente, la gente empezó a utilizar mercancías muy demandadas como medio común de intercambio. Así nació el dinero. Primero fue el ganado (eran nómades), en otros momentos fue la sal (de ahí «salario»), el tabaco y muchas otras mercancías, hasta que se llegó al oro y la plata.


El único problema del oro y la plata era el riesgo de transportarlo, máxime cuando los comerciantes viajaban o se hacían grandes transacciones. A alguien se le ocurrió dejar el oro depositado bajo custodia de alguien, que entregaba un documento que acreditaba la tenencia del metal. Enseguida se descubrió que, en lugar de mover el oro, era mucho más fácil pagar y cobrar con esos documentos acreditativos de tenencias de oro. Eso dio origen al dinero papel.


Hasta que llegaron los políticos. Es cierto que ya en tiempos de Roma se adulteraba la moneda metálica, pero nunca la estafa monetaria llegó tan lejos como cuando los políticos se hicieron con el monopolio de la emisión de papel moneda.
Aprovechando la «practicidad» de usar el papel moneda, gradualmente se apropiaron de las reservas de oro; el dinero papel pasó a ser solo «fiduciario», es decir, basado en la confianza. «Confianza» es un eufemismo para ocultar que, en verdad, la gente no tuvo más alternativa que usar papeles sin respaldo.


Todas las crisis inflacionarias fueron culpa de políticos emitiendo papel sin respaldo. Aunque la creatividad para encontrar culpables de la inflación es inagotable (en los ’70 los árabes que controlaban el petróleo o el «espiral precio-salarios», en los ’80 la «puja distributiva», y más recientemente Putin, la guerra y los «cuellos de botella»), la única verdad es que la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario: la oferta monetaria sube y/o cae la demanda de dinero. En palabras más simples, se rompe el equilibrio entre cantidad de dinero, por un lado, y cantidad de mercancías y servicios por otro.
Aunque pueda sorprender, que la inflación en España y la Eurozona haya superado el 10% en 2022 (y el 20% en los países bálticos y el 15% en Holanda o Eslovaquia) es culpa del Banco Central Europeo. El mismo que en su página web miente diciendo «mantenemos la estabilidad de precios».


¿Por qué, en el mismo continente, con la misma guerra y el mismo petróleo, la inflación no pasó del 3,3% en Suiza? Porque allí los políticos no se meten con el dinero, mientras que el BCE se dedicó a emitir euros para comprar masivamente títulos públicos, facilitando que políticos manirrotos gastaran a más no poder.


Esto habría sido imposible si hubiera oro (u otra cosa) respaldando los euros o si hubiera cualquier límite efectivo a su libre emisión. Es un claro ejemplo de que la «practicidad» del dinero «fiduciario» solo funciona para los políticos: ellos derrochan emitiendo sin control mientras tus ahorros y tu salario pierden poder adquisitivo.


Cuento todo esto porque el argumento de la «practicidad» vuelve, ahora para justificar el «euro digital», la mayor herramienta de control social jamás inventada. Un solo ejemplo: los euros digitales son programables, por lo que podrían limitar su uso geográficamente (por ejemplo, solo puedes comprar en tu barrio o en tu país), temporalmente (tienes hasta fin de año para usarlos o, si no, los pierdes) o por producto (no puedes pagar más de 100 litros de gasolina por mes o más de 3 kilos de carne vacuna o cualquier delirio que se le ocurra a los globalistas de todos los partidos).


Aceptar la «practicidad» del papel moneda nos hizo sufrir múltiples crisis inflacionarias. Aceptar la «practicidad» del euro digital nos hará rehenes de los políticos. O directamente sus esclavos.

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