Los nuevos informes de la UCO están al caer
El ministro Torres y la presidenta del Congreso de los Diputados, Francina Armengol, están en el ojo del huracán

Pedro Sánchez con la portavoz de EH Bildu en el Congreso, Mertxe Aizpurua. | Europa Press
Se le llena al infame presidente la boca gritando contra el «genocidio» israelí en Gaza. ¡Qué poca vergüenza cuando tiene uno más próximo pegado a sus escaños en el Parlamento de la Nación! ¿Quieres datos, cifras, descabezado? Estos, estas, son las de ETA, la organización terrorista que ahora se encubre bajo el disfraz de Bildu. Desde 1959 a 2010 la banda mató a 855 personas con tiros en la nuca, ametrallamientos o coches-bomba. De ellas, 50 eran mujeres. Lo recuerdo para estas feministas «enragés» de pitiminí que nunca asistieron a un entierro de alguna de estas víctimas. ETA asesinó también a 20 niños. Nunca pidió perdón: una vez le preguntaron al jefe Ternera y dijo: «En la guerra hay muchas bajas inexplicables». Canalla. Cayeron durante todos los años de plomo 69 políticos españoles: 16 de AP-PP, 11 del PSOE (les tenéis arrinconados, miserables), 7 de UCD y 2 de UPN. Más de 250 etarras siguen sin arrepentirse ni tampoco reconoce sus crímenes. Dejaron a casi 750 inválidos para siempre. 358 atentados continúan sin resolverse. En todo el tiempo en que ETA expandió la tragedia, más de 125.000 vascos tuvieron que marcharse de su tierra amenazados por los pistoleros y los que no lo hicieron y se avinieron a pagar el «impuesto revolucionario», el gran chantaje letal, llevaron a las arcas de la banda aproximadamente 25.000 millones de pesetas. Este es el genocidio perpetrado por los socios de Sánchez. Sobre él, silencio absoluto. Culpable.
Aún podríamos ofrecer más números para retratar la actividad humanicida de una organización que durante lustros enteros destrozó no ya la España tardofranquista, sino la impecable demócrata. Se beneficiaron de dos amnistías, tras las cuales, los peores ejemplares del etarrismo se mudaron de la facción «ETA-Político Militar» a la «ETA Militar» directamente, caso por ejemplo del canalla Ibon Meñika, el organizador ahora de todas las protestas por la presencia de un equipo israelí en la Vuelta Ciclista a España. Este individuo malvado fue durante mucho tiempo el «cobrador» de ETA, el que arrebataba millones de pesetas a todos los empresarios y profesionales que, presos de un miedo brutal a ser acribillados por los asesinos, se vaciaron los bolsillos para que la banda comprara más y mejor material terrorista para seguir fusilando a nuevos inocentes.
Pues bien: estos —recuerdo— son los socios de Sánchez, los autores del más terrible genocidio español en los siglos XX y XXI. Ese fue nuestro genocidio, Sánchez. En nuestra Patria. Y, no sigan los pusilánimes sosteniendo que hay que olvidarse de las fechorías de ETA. En el Grupo Parlamentario de Bildu, o sea el recuelo mortal de ETA, se sienta, como si no hubiera pasado nunca nada, la mujer, Aizpurúa, el mejor apoyo de Sánchez, que señalaba objetivos para que los pistoleros les arrancaran el pellejo y, como baranda-jefe aún mueve el culo un morralla desvergonzado, Arnaldo Otegui, el sujeto que secuestró a Javier Rupérez y que no pudo matar al «padre» de la Constitución, Gabriel Cisneros. De este amplio genocidio no dice una sola palabra el cómplice principal de Bildu, Pedro Sánchez. Los cinco votos de ETA mantienen, semana tras semana, en la Moncloa a este beneficiado de saunas. En su «haber» puede colgarse ahora mismo el hecho incontrovertible de que los más pérfidos asesinos estén saliendo, uno a uno de la cárcel —ya solo quedan 58— y reciben, con el beneplácito de socialistas y peneuvistas, homenajes por la sangre derramada, más de una treintena de ellos en estos dos meses de verano que hemos dejado atrás.
Ahora, de nuevo, en el País Vasco se ha instalado el miedo. Miren si no: para esta misma semana estaba programada en «El Sitio», una institución liberal —¡ya tiene mérito en Bilbao!— una conferencia de la actual encargada de Negocios de la Embajada de Israel en España, Dana Erlich. Se ha suspendido: los regidores de la entidad han alegado «razones de seguridad» para aplazar sine die la intervención. Es decir, nuevamente los integrantes y sucesores del conglomerado etarra, fijan las condiciones en las que cualquiera persona pueda moverse o hablar por las provincias vascas y Navarra. Israel —supongo— toma nota. En este momento, si nos atenemos a la información con cuentagotas que nos depara el mismo Estado Judío, mide al milímetro las respuestas que puede utilizar para contravenir las provocaciones de Sánchez. Si hace apenas treinta días hubiéramos preguntado a algún experto en el conflicto entre nuestras dos Naciones si estaba cerca la ruptura de relaciones, lo hubiera negado. Quédense, sin embargo, con la réplica que me ha ofrecido esta misma semana uno de estos entendidos: «Ya no es imposible decir que no». Fácil de entender.
Quédense también con esta otra y personal apreciación: no hay dos tipos más parecidos en su siniestra arquitectura política que Sánchez y Netanyahu. Ambos, como dicta el principio siempre vigente de la Termodinámica: «Son polos del mismo nombre que, por tanto, se repelen». En Israel tienen dictaminado que si hay que matar, se mata; en España, menos crueles, apuesta el Gobierno por el «si hay que destruir se destruye».
No es fácil que la Comisión «ad hoc» de la de Venecia que acude esta semana al Congreso de los Diputados, concretamente a la homónima de Justicia, tire por lo alto y se ocupe de esta batalla diplomática que un Gobierno, el español, errático, sectario y analfabeto, libra con el único Estado democrático de que se ubica en aquel Oriente. Los hombres de negro de Venecia pretenden saber hasta dónde quiere llegar el pequeño Bolaños en el abordaje de la Justicia española. Es la conversión en un negociado del Ejecutivo donde jueces, magistrados y fiscales quedan simplemente como costaleros de Sánchez y toda su caterva tropa de barreneros. La Comisión se encontrará en Madrid con la sesión (inútil) de control parlamentario de los miércoles; el psicópata (lo proclaman así los especialistas) de la Moncloa, responde a tres preguntas planteadas por los populares: ¿En qué consiste la estabilidad de ese Gobierno? ¿El Gobierno trabaja para los españoles?, y ¿El Gobierno cumple con la Ley? Ya se conocen las respuestas del todavía presidente: zapatillas con azúcar o, si les parece mejor: «Como sé que te gusta el arroz con leche, por debajo de la puerta te meto un ladrillo». O sea, nada de nada. Otra sesión frustrada en la que no sabremos nada del inevitable Techo de Gasto del Estado, la antesala de unos Presupuestos incógnitos.
El Gobierno aguanta no obstante los nervios porque recela de que, sin ir más lejos, esta semana, por fin, puedan reventar los informes de la UCO que dejarán en pelotas sin mascarilla a ministros como Torres o a la propia presidenta del Parlamento. «Esto está al caer» dicen por lo bajo los comunicadores extraoficiales de la Moncloa. Son los mismos que desmienten que Sánchez vaya a echar una mano a su fiscal general para pagar la gran fianza que le ha impuesto el juez y que tiene que depositar, como muy tarde, el miércoles. Antes, en Waterloo o en Francia, Puigdemont va a reunir a sus leales para ver si ejecutan o no al presidente del Gobierno. Junts está perdiendo votos a chorros por mantenerlo. Son muchos los que piensan que ya no ganan nada sosteniéndolo, sobre todo después de que, encima de necesitarlos, el Gobierno, Yolanda Díaz y sus subalternos, les insulten. Antes del jueves sabremos algo más. Mientras tanto, Putin nos tiene a todos en un ¡ay! prebélico que no se disimula mandando aviones de la OTAN, entre ellos unos poquitos españoles, a las fronteras de Polonia. El mundo a estas horas está insuflado de horror. Lo peor está por caer. Lo ha advertido la viuda de Kirk: «No tienen ni idea del fuego que han encendido». Desde luego, oyendo este fin de semana a los pirómanos de Vox en Viva 25, parece que el aviso de la viuda lo han hecho suyo.