The Objective
Hastío y estío

Sánchez y Óscar López, una relación tóxica

«Dos figuras que, en apariencia, comparten lealtad al partido, pero cuya historia está salpicada de traiciones»

Sánchez y Óscar López, una relación tóxica

Pedro Sánchez y Óscar López. | Europa Press

En el laberinto de intrigas que es el PSOE, pocas relaciones despiertan tanta perplejidad como la que une a Pedro Sánchez y Óscar López. Dos figuras que, en apariencia, comparten lealtad al partido y ambición desmedida, pero cuya historia está salpicada de traiciones, venganzas y un peloteo que roza lo patológico. ¿Cómo es posible que un hombre que intentó hundir políticamente al actual presidente del Gobierno, excavando en los trapos sucios de su familia política, termine convirtiéndose en su fiel escudero? La respuesta apunta a una dinámica tóxica, donde el poder absoluto de Sánchez dicta las reglas y López, como un superviviente nato, se somete a ellas con una devoción que desconcierta.

Remontémonos a 2016 cuando el PSOE obliga a dimitir a Sánchez como secretario general. Ya en 2017, Sánchez se vuelve a presentar como candidato, pero pierde el apoyo de Óscar López, hasta entonces uno de los más fieles de su guardia pretoriana. Huyó del árbol caído hace apenas unos meses, y quiso unirse al fuego que en ese momento pensó que más calentaba que era el de Patxi López, el otro era el de Susana Díaz, pero le pareció escarcha. Fue el momento cuando ordenó una investigación exhaustiva sobre los negocios de Sabiniano Gómez, padre de Begoña Gómez, y que ya era la mujer de Sánchez.

Sabiniano Gómez, un empresario con un pasado turbio en el sector de las saunas y locales nocturnos que, según informes policiales y periodísticos, rozaban el límite de la legalidad. Se hablaba de prostitución encubierta. López, ansioso por desestabilizar a su rival, movilizó a su equipo. Era una operación para asestar un golpe mortal a la candidatura de Sánchez. López contactó con investigadores privados y revisó archivos judiciales en busca de pruebas que vincularan a la familia Gómez con actividades ilícitas.

Pero lo que hace esta historia aún más sórdida es la confirmación de figuras clave en el submundo de la información. Leire Díez, conocida como la «fontanera» del PSOE, esa operadora «discreta», ha avalado que López impulsó estas operaciones. El ex comisario Villarejo ha corroborado en sus grabaciones que López recurrió a contactos en los servicios de inteligencia para obtener datos sobre Sabiniano. Aunque Villarejo es un personaje controvertido, sus afirmaciones encajan con el patrón de guerra sucia que ha marcado al partido socialista desde que se instaló el sanchismo.

Entonces, ¿por qué Pedro Sánchez, una vez consolidado en el poder, le daría un ministerio a quien intentó destruirlo? Tras ganar la secretaría general en 2017, Sánchez no olvidó. López fue apartado del núcleo duro del partido, relegado a un ostracismo que duró siete largos años. No fue un exilio total: Sánchez, con su astucia, lo colocó como presidente de Paradores, un puesto cómodo pero periférico, lejos de la toma de decisiones. Era un destierro dorado, una forma de mantenerlo vigilado y humillado, recordándole quién mandaba.

El giro llegó en 2024, cuando Sánchez, enfrentado a una oposición feroz en Madrid, decidió sacar a López del cajón. No como un gesto de reconciliación, sino como una herramienta. López fue nombrado ministro para la Transformación Digital, pero su verdadero rol era otro: convertirse en el «perro más ladrador que mordedor» contra Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, que ha sido el talón de Aquiles de Sánchez. López, con su oratoria afilada y su experiencia en Castilla y León, fue enviado a la trinchera madrileña. Ataca a Ayuso en cada mitin, la acusa de corrupción y de mala gestora, pero sus golpes son más ruido que impacto. ¿Es esto un ascenso o un caramelo envenenado? Todo apunta a lo segundo. Las próximas elecciones autonómicas en Madrid, previstas para 2027, podrían ser el escenario de una humillación histórica para el PSOE. Ayuso arrasa en las encuestas, y López como candidato oficial sería la cara visible de ese fracaso. La venganza perfecta de Sánchez: usar al que quiso ser su verdugo para que se estrelle públicamente.

El peloteo de Óscar López a su «amado líder» Sánchez no deja de sorprender. En actos del partido, López lo elogia con una devoción que roza el ridículo, llamándolo «el mejor presidente de la democracia». ¿Qué mueve a un hombre que intentó matarlo políticamente compartiendo partido? Hay dos hipótesis posibles. La primera: el miedo al capo de la organización. Sánchez controla el partido con mano de hierro, purga disidentes y recompensa a los sumisos. López, que ha visto caer a rivales como Susana Díaz o Tomás Gómez, sabe que desafiarlo es firmar su sentencia de muerte política. Prefiere ser un vasallo fiel que un cadáver ambulante.

La segunda explicación es más siniestra: la falta de escrúpulos de López, que alcanzaría cotas imposibles de igualar. Un político que rebusca en la intimidad familiar de su rival, no tiene límites morales. Para él, la lealtad es táctica, no una cosa de principios. Sánchez lo sabe y lo explota. Esta relación tóxica no es solo personal; refleja el PSOE de Sánchez: un partido donde las traiciones se perdonan si sirven al poder, y las venganzas se cocinan a fuego lento.

En última instancia, el dúo Sánchez-López encarna lo peor de la política española: ambición sin pudor, donde el pasado turbio se entierra bajo capas de hipocresía. Mientras López ladra contra Ayuso, Sánchez observa desde Moncloa, sonriendo ante su marioneta.

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