Analítica a Míriam Nogueras
«Cobra 117.000 euros al año del Estado que desprecia, aparta banderas, pero acepta subvenciones del Estado español»

Míriam Nogueras, portavoz de Junts en el Congreso de los Diputados. | Diego Radamés (Europa Press)
Míriam Nogueras es una figura que no pasa desapercibida gracias a su rol de ejecutora implacable. Es el brazo armado de Carles Puigdemont, ese eterno fugitivo que desde Waterloo dicta sentencia sobre el devenir catalán (y español) como un emperador destronado. Nogueras no es solo la portavoz de Junts en el Congreso; es la fiscal general del Gobierno, la que carga contra Sánchez con una ferocidad animal. Y si no, que se lo digan a las banderas de España, esas que aparta con un gesto de desprecio casual, como quien mueve un cenicero molesto en una terraza. Fue en febrero de 2023, en plena sala de prensa del Congreso, la imagen dio la vuelta al mundo: Nogueras, con esa sonrisa de quien quería ser protagonista y sabe que lo consiguió, desplazó la rojigualda del atril para dejar solo la europea. Era la declaración de intenciones de una política que ve en España no un país, sino un enemigo a batir.
Para entender a Nogueras, hay que retroceder a sus raíces, a su Dosrius natal en la provincia de Barcelona, donde vio la luz el 11 de mayo de 1980. Un pueblo de apenas tres mil almas, enclavado en el Maresme, con playas de postal y un independentismo que se cuece a fuego lento desde los años setenta. No hay dramas shakespearianos en su origen: ni miseria ni opulencia, sino la solidez de un hogar donde el catalanismo se mamaba con la leche materna. Su padre, un empresario local, le inculcó el valor del trabajo duro; su madre, el de la identidad inquebrantable. De esa mezcla sale una mujer que, a sus 45 años, encarna el arquetipo de la nacionalista pragmática: dura en el discurso, pero hábil en los negocios.
Nogueras se matriculó en Derecho en la Universidad de Barcelona, pero no llegó a cruzar la meta. La vida, o el instinto emprendedor, la desvió hacia el mundo laboral antes de que la toga le rozara los hombros. «Prioricé mi futuro profesional», ha dicho en alguna entrevista, con ese tono de quien justifica una rendición estratégica. En su lugar, optó por una formación práctica: Sus padres fundaron una empresa del sector textil. No era Inditex, pero en Dosrius pasaba por un emporio. Allí, entre telas y patrones, Nogueras aprendió el arte de la negociación, de vender no solo metros de algodón, sino ilusiones de independencia económica (y territorial). Con el tiempo montó su propia empresa, también del sector textil. Queda claro que para conocer a Nogueras sólo hay que «tirar del hilo». Hasta que la política la reclutó, como a tantos otros, prometiéndoles el oasis independentista.
Su trayectoria política es un ascenso meteórico. Entró en escena con Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), ese partido que mutó de Pujol a Puigdemont, de una mariposa envejecida, sin alas y descolorida a un gusano huidizo. En 2016, ya militaba activamente en Junts per Catalunya, el nuevo nombre para los huérfanos del pujolismo. En las elecciones generales de 2019, saltó al Congreso como diputada por Barcelona. En la siguiente legislatura repitió, pero fue en la actual donde Puigdemont la ungió como portavoz adjunta, y luego titular. Desde septiembre de 2023, Nogueras es la voz de Junts en Madrid: la que negocia los presupuestos con el Gobierno como quien regatea en un mercado marroquí, la que tumba decretos con vetos sorpresa y la que acusa a los jueces de «vendidos al Estado».
Ideológicamente, Nogueras es una independentista de manual, pero con un barniz que la distingue de los «románticos» de ERC. Su mantra: «Los partidos son adversarios políticos, pero nuestro rival es el Estado español». Lo soltó en una entrevista en El País en julio de 2023, y resume su cosmovisión: España como Estado opresor, el procés como redención histórica y Puigdemont como mesías intocable. Critica el «unionismo ramplón» del PP y Vox, pero reserva su veneno para el sanchismo, al que tacha de «federalismo de pacotilla».
¿Podría Nogueras ser la sustituta de Puigdemont cuando el expresident caiga, ya sea por sentencia judicial o por agotamiento vital? A sus 45 años, tiene juventud, lealtad probada y un carisma que, aunque áspero, moviliza bases. Puigdemont la ha avalado públicamente, evitó que compitiera con Jaume Giró por la cabeza de lista en 2023, y su rol como «guardiana del legado» la posiciona como heredera natural. Pero el partido es un nido de víboras: Laura Borràs acecha desde el Parlament, o Jordi Turull como buen «ninja silencioso». Nogueras tiene el perfil: empresaria y catalana. Si cae el Napoleón catalán de Waterloo, ella sería la candidata de consenso, o al menos la que lidere la transición a un Junts sin exilio.
Y entonces llegaríamos al duelo particular que el independentismo de derechas le reserva: el «mujer contra mujer» con Silvia Orriols, la enfant terrible de Aliança Catalana. Esa alcaldesa de Ripoll ultranacionalista e islamófoba, que representa el ala dura, la que mezcla la estelada con banderas de España tachadas y un discurso antiinmigración que hace de Abascal un blando.
Míriam Nogueras no es solo una diputada; es el espejo deformante del procés: ambiciosa y contradictoria. Cobra 117.000 euros al año del Estado que desprecia, aparta banderas, pero acepta subvenciones del Estado español, y sueña con una república que empieza por vetar presupuestos. Puigdemont la ha moldeado a su imagen: leal hasta la médula, implacable en la trinchera.