Víctor de Aldama: arriesgada denuncia de fraude electoral
Da la impresión de que la imputación la hizo a uña de caballo, de ninguna manera la llevaba pensada, menos aún escrita

Ilustración de Alejandra Svriz.
Sorprende que a estas horas nadie –escribo nadie– se haya hecho eco de la brutal denuncia que realizó este lunes Aldama sobre un supuesto fraude electoral en los pasados comicios del 23. El cronista ha preguntado tanto al Partido Popular como a Vox (no desde luego a sus portavoces) si se van a subir a lomos de esta revelación muy arriesgada y van a someter al Gobierno, y más concretamente a su presidente, a un acoso sobre la veracidad o falsedad de la pirueta de Aldama, y en los dos partidos –dicho castizamente– «se la cogen con papel de fumar». O sea, en román paladino: por ahora pasan del tema.
Realmente es una actitud prudente. Da la impresión de que la imputación realizada por Aldama en el programa de Carlos Herrera la hizo a uña de caballo, de ninguna manera la llevaba pensada, menos aún escrita. La formuló en un contexto en el que se presume que la mayoría de, por no decir todas, sus acusaciones se han compadecido hasta ahora con la realidad. Es decir: Aldama jugaba a favor del viento, eso a pesar de que fue advertido de que sus palabras encerraban una gravedad sin precedentes. Este cronista, tras la intervención de Aldama, tuvo la suerte de poder preguntarle en qué basaba su denuncia de fraude.
Su explicación fue que hace unas fechas, en la presentación de la llamada «plataforma» de Espinosa de los Monteros, le abordó una persona que dijo ser ingeniero de Indra, perteneciente además al equipo de esta sociedad que computa los votos electorales. Le informó de que en julio del 23, le apartaron a él y a otros colegas que trabajaban en el escrutinio en un momento estratégico de la sala donde se efectuaba el conteo. En la sala se quedó solo una persona, según le comunicó a Aldama, de la que no han vuelto a saber nada. «¿Por qué no has denunciado el hecho?», le preguntó Aldama. Contestación: «Porque gano tres mil y pico euros y no me los puedo jugar».
Hasta aquí el fundamento sobre el que el controvertido Aldama ha sostenido la brutal acusación de fraude, ni siquiera de «presunto» porque este epíteto no fue utilizado por él en ningún momento. Lo asombroso es por qué la oposición no se ha subido a este carro y está exigiendo responsabilidades. Pues ciertamente porque no lo ven claro. En el Partido Popular, la mujer que hasta el pasado julio fue responsable del Área Electoral, Carmen Funes, reviste sus respuestas de suma prudencia y piensa (ella no sabe ciertamente lo que prepara el simpatíquísimo Tellado) que su partido «no se va a meter de hoz y coz en este jardín».
Lo mismo se opina en Vox, partido en el que milita un importante parlamentario que adelanta que no han contemplado la posibilidad de solicitar aclaraciones al Gobierno sobre el caso. En definitiva, que la cosa se va a quedar en nada, a no ser –posibilidad remota– que el denunciante presente pruebas irrefutables de que su acusación posee alguna base de certidumbre. Lo hasta ahora expresado es una conversación de pasillo sobre la que Aldama ha construido su tremenda acusación.
Una inculpación que afecta nada menos que a la transgresión de la clave primera del Estado de derecho, que no es otra que la posibilidad que tienen los ciudadanos de opinar libremente en votaciones cerradas. Por tanto, a la espera de que Aldama aporte nuevas revelaciones que, por lo demás, él asegura que coinciden con otras que, literalmente, «vienen de lejos», PP y Vox se dedican a lo suyo, que no es otro menester que la pelea descarada.
Feijóo y sus gentes afirman una y otra vez que su enemigo solo es Sánchez. Los «voxingleros», por su parte y por boca de su inefable portavoz –Fuster parece que se apellida–, se ocupan de meterle el dedo en el ojo al PP que, en último término y hace unos días, han sentenciado que es un «partido estafador». Ni siquiera el rumor de un adelanto de urnas, lleva a ambos partidos a un acercamiento que, quiérase o no, puede ser indefectible.
Existe una coincidencia que ambos grupos parlamentarios manejan como probable y es que, una vez agotado el maná de los fondos europeos, ya con menos dinero en el bolsillo, Sánchez se vea en la imperiosa necesidad de llamar a las urnas. ¿Cuál será la fecha? Pues probablemente octubre del 26 cuando, a mayor abundamiento, ya se hayan cumplimentado las elecciones regionales de Castilla y León y Andalucía, regiones en las que el PSOE tiene muy comprometido su resultado.
La pregunta pertinente es si todos los avatares de corrupción, con traslación a los tribunales, que asolan a Sánchez, pueden abocarle a cerrar la legislatura presente. Todos venimos anunciando unos posibles informadores demoledores de la UCO que no terminan de publicarse. La última información al respecto es que los que afectan al ministro canario Angel Víctor Torres y a la balear Armengol, presidenta del Congreso, están «a punto de caramelo», según señala también Aldama. Pero cojamos con pinzas su anticipo.
Curiosamente, y porque atañe a Torres, hay que recordar que hasta la Fiscalía General del Estado, ya en marzo de 2022, transmitió al fiscal de Canarias, la denuncia de las posibles irregularidades perpetradas por el Gobierno insular en la contratación de material sanitario. Está en capilla el ministro de no se sabe qué, como lo está David, el hermano del presidente al que la juez pacense Beatriz Biedma le tiene cogido por donde mayor dolor existe.
Ahora mismo, lo que corre por Extremadura es que el músico en cuestión, émulo, se creyó él, de los mejores compositores universales con su curiosa Danza de las chirimoyas, ¡ahí queda eso! Se sentará definitivamente en el banquillo allá por la segunda quincena del mes de enero. Será el primero entre los danzarines de Sánchez en presentarse obligatoriamente en los tribunales. El segundo será el infumable fiscal general del Estado y la tercera la propia señora del autócrata. Con este panorama judicial por delante, ¿se rendirá Sánchez y convocará elecciones? Quédense con el descarte que se da por supuesto en el PP. Esto: «Lo hará lo más tarde posible y a partir de ahí todo puede pasar» y añaden: «Vigilaremos el escrutinio». Fraude no, pero tentaciones, todas. Así es este individuo.