La mafia de Sánchez ya tiene jerga propia
Es la España de los «txistorras», banquillos y abortos

Ilustración de Alejandra Svriz.
Me lo cuenta mi amigo Daniel Gavela, tantos años juntos en el Grupo Crónica: «Se confirma: toda mafia tiene su jerga». «Txistorras» (billletes de 500 euros) «soles» (de 200) y «lechugas» (de 100). La mafia socialista. Lo ha dicho la UCO: el exministro Ábalos, ex secretario general del PSOE, ex mano derecha de Sánchez, recibió del PSOE al menos 95.437, 33 euros. Hoy mismo, esta tarde, la señora del presidente está citada por el juez Peinado para que comparezca en el Juzgado y así enterarse de que, con toda seguridad (¡para qué andarse ya con presunciones!) va ser juzgada por cinco delitos, las golferías por las que están en la cárcel decenas de personas.
Esta misma semana, el Gobierno, con la firma de su ministra de Sanidad a la que detestan los médicos, y del propio jefe de la «Cosa» («Cosa» con mayúscula) va a intentar colar en el Congreso de los Diputados una Proposición para abordar la Constitución de una forma torticera. En menos de un mes, el único fiscal general del Estado sentado ya en un banquillo asistirá a su juicio porque la Sala II del Supremo presume de que es reo de revelación de secretos.
En estos días, y a toda prisa, Sánchez, quiere convertir al Parlamento en una clínica más del aborto con la intención de volar la Constitución y constituir en derecho la propia interrupción del embarazo. Un horror jurídico y moral. Mañana, por lo demás, esta pesadilla leninista que nos gobierna pretende aprobar el embargo de armas a Israel, incluso –nos dicen– con efectos retroactivos. También este martes, el ministro de Cultura, un comunista rabioso de apellido Urtasun, ensaya la posibilidad de derogar la Ley 18/2013 del 12 de octubre que regulaba tauromaquia como Patrimonio Nacional de nuestra cultura.
Aún en estas horas, el pequeño Bolaños se va a llevar un arreón en las Cortes porque también Junts, que vale para un roto y un descosido, no le va a aprobar la Ley que pone boca abajo a la Justicia convirtiéndola en un comisariado político de la oficina siniestra del Ministerio, Y, por finalizar con las cuentas un apunte más: el «Yeti de Pucela», un ministro conocido por su apellido Puente, va a tener que soportar el acoso del Partido Popular que ha presentado una Proposición no de Ley para que se acredite legalmente que nuestros ferrocarriles van a circular en lo sucesivo con puntualidad, y que, si no lo hacen, paguen, como así ha sido durante muchos años, las correspondientes indemnizaciones.
El panorama español en días sucesivos no se queda ahí porque acoge algunas presunciones: una de gran calado que afecta totalmente al todavía ministro Ángel Víctor Torres que tiene ahora mismo tres causas pendientes a cada cual más preocupante para él. Dos son en correspondientes juzgados de Santa Cruz de Tenerife, y otra es el dictamen que ya tiene cerrado la UCO y que, al parecer, y si esta vez las fechas no nos aíslan en el vacío, se conocerá el día 13 de este mes, una fecha antes, desde luego, del que corresponde también a las amañadas actividades de Armengol cuando era presidenta del Gobierno de Baleares. El Gobierno se dedica a dos menesteres para frenar la acometida de todas estas constancias: el primero, a inventarse martingalas para disimular los efectos de su corrupción; el segundo, a trabajarse sondeos de mercenarios, más falsos que la cara de Judas, con la intención de supervalorar las posibilidades electorales de Vox (Vox es la Cara B del PSOE) y, de paso, movilizar a toda su fanfarria ultracomunista al grito de «¡Qué vienen los fascistas!».
Estamos, ya se ve, en la España de los o las «txistorras» los «soles» y las «lechugas». Una piratería extendida y cutre que avergonzaría al mismo «Dioni». Y en el centro de todas estas patrañas se halla, incontrovertible, Pedro Sánchez Pérez Castejón. Como afirma el valeroso (heroico) juez Peinado en su último auto: «Ha sido la pieza fundamental» en las actuaciones de su señora, lo que es tanto como afirmar algo tan lógico como esto: la señora Gómez no podría haberse comportado como el peor de los aprendices a delincuentes, si no hubiera sido porque era «mujer de…», es decir de Sánchez. Este lo sabe, por eso, venga a urdir estrategias para tapar sus vergüenzas: casi como Tarzán en la selva cuando, tras dar un salto mortal, ocultaba sus partes. Pues ahí se encuentra este maléfico personaje.
Claro está que a veces cuenta con la estúpida ayuda del Partido Popular que le aporta argumentos para vender sus tóxicos productos. Lo del aborto ha sido el último (posiblemente el penúltimo) de estos regalos. ¿Quién le manda a Almeida caer en la trampa de los filo-socialistas de Vox y apoyar una iniciativa absolutamente pasada de moda? ¿Por qué se califica así? Fácil, porque desde el primer aborto practicado en España, los sanitarios tienen la obligación de comunicar a sus pacientes las posibles consecuencias de sus actos. Ahora, Sánchez pretende que el Parlamento de la Nación apruebe por dos tercios –cosa imposible además– la modificación del Artículo 15 de la Constitución, el que consagra el derecho a la vida. No logrará su propósito este individuo, pero ya ha logrado situar la polémica en las mesas de todas las tertulias nacionales.
El que quiera engañarse, que lo haga, pero lo que se nos viene encima esta semana es la crónica de un país atormentado por esa mafia, jerga incluida, una Nación acosada desde el poder que sólo guarda esperanzas en los tribunales y en unas elecciones, que Dios sabe si este sujeto terminará por convocarlas. Aunque si Vox, la cara B del PSOE, no aprueba un par de Presupuestos regionales, los de Extremadura y Aragón, que están ahora mismo al albur de que los traviesos chicos de Abascal los quieran aprobar, habrá urnas a toda prisa. Estamos pues en un ¡Ay! electoral. Esta semana saldremos de cuentas. Mientras tanto sabemos algo seguro: los mafiosos del PSOE y allegados ya nos han dejado, aparte de una financiación ilegal clamorosa, una jerga, su argot mafioso; pronto lo veremos incorporado al Diccionario de la Real Academia. Macarras además.