De chistorras y bolsillos grasientos
«El PSOE toma lo sencillo y lo pervierte. Un embutido humilde se convierte en moneda de cambio para lujos y amantes»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Gracias al informe de la UCO de la Guardia Civil, hemos descubierto que en el PSOE no solo proliferan los chorizos, sino que han elevado a la chistorra a la categoría de divisa. Sí, la humilde chistorra, ese embutido del norte, noble y sin pretensiones, que en la mesa campesina se come con pan y vino tinto para alegrar la jornada laboral. Koldo y Ábalos la han transformado en billetes de quinientos euros, símbolo perfecto para sus codicias chabacanas. La UCO, con la minuciosidad de un entomólogo diseccionando una mosca, ha desentrañado una red de pagos en metálico orquestados por el PSOE, entregados en sobres que, como cartas de amor clandestinas, aterrizaban en las manos de Koldo García y Ábalos.
La mente maestra detrás de esta coreografía de billetes era Patricia Uriz, la exmujer de Koldo, esa figura etérea que, en los mensajes intervenidos, emerge como la Madame Bovary de la contabilidad ilícita. Ella, con la precisión de una contable experta, organizaba los envíos. «Prepara las chistorras», le escribía Koldo en un wasap que podría pasar por receta de cocina si no fuera porque las chistorras, en su argot, no se freían, sino que se apilaban en fajos de quinientos euros. Los soles, como si el dinero pudiera iluminar las tinieblas de la corrupción, eran los de doscientos, redondos y prometedores, ideales para ser gastados en una cena con una mujer «cariñosa». Y las lechugas, imposibles de diferenciar con los billetes de cien euros, frescas y crujientes, un entrante ideal para cualquier cuenta bancaria anodina.
El informe de la UCO, ese documento que se lee como una novela negra de Agatha Christie con toques de El Quijote en su delirio, detalla más de 95.000 euros en gastos sin justificar en las cuentas de Ábalos. Ingresos en efectivo, continuos y opacos, que fluyen como un río subterráneo desde las arcas del PSOE hacia bolsillos privados. No era un goteo casual, sino un caudal organizado: pagos mensuales, quincenales, a veces semanales, en sobres que Koldo recibía de manos de militantes socialistas de bajo perfil, esos que en los mítines aplauden con fervor casi religioso. Patricia Uriz, la custodia de la caja B, contaba los billetes con la devoción de una monja, y luego los repartía: una parte para Koldo, otra para Ábalos, que los usaba como bálsamo para sus aflicciones sentimentales. Porque, señores, en este aquelarre de codicia, el dinero no solo compraba favores políticos, sino que servía para mantener contentas a las mujeres que orbitaban alrededor del exministro como satélites en una constelación inestable.
El PSOE, esa máquina de engranajes oxidados que Sánchez engrasa con sus mentiras, ha convertido la sede de Ferraz en una sucursal de la Caja de Ahorros de los Chorizos. Pagos en B para un exministro que, destituidos sus galones, vaga como un fantasma por los pasillos del Congreso, pidiendo explicaciones que nadie le da. En esta sinfonía de la sordidez, el chorizo, ese ladrón de poca monta, cutre y sin estilo, que roba gallinas en la aldea, encuentra grandeza en la elevación a las alturas de su hermana, la chistorra. El PSOE, cutre en su esencia, toma lo sencillo y lo pervierte, un embutido humilde, se convierte en moneda de cambio para lujos y amantes. Es la España profunda, no la de los poetas, sino la de los vividores que, con un guiño y un sobre, creen que el poder es eterno. Ábalos, con sus mujeres sonrientes, es el ejemplo perfecto, un Don Juan con contabilidad en negro, que no seduce con versos, sino con sobres llenos de billetes.
Al final, queridos lectores, en este país donde la corrupción es endémica como la gripe cuando llegan estas fechas, el informe de la UCO no es solo un papel, es un espejo que refleja la fealdad moral de quienes nos gobiernan. Una belleza siniestra conseguida a base de su falta de escrúpulos. Chorizos disfrazados de estadistas, chistorras convertidas en oro falso. Y nosotros, los ciudadanos, pagamos la cuenta con impuestos y frustración. Que las lechugas se marchiten en sus bolsillos, y que cuando metan las manos en ellos sólo encuentren tierra y gusanos. Que los soles se apaguen en sus noches de farra y vida regalada. Que la oscuridad se les eternice, y que vivan a la sombra de la libertad como cualquier otro delincuente. Porque, al final, la verdadera nobleza de la chistorra está en su comportamiento sobre la humilde sartén, no en el bolsillo grasiento del político corrupto.