The Objective
Hastío y estío

María Corina Machado y el silencio de los lobos

«Mientras la mayoría del mundo aplaude, en España la jerarquía del partido socialista callan con un silencio chirriante»

María Corina Machado y el silencio de los lobos

María Corina Machado en su reaparición en una protesta en Caracas. | Europa Press

El comité de Oslo ha tenido el acierto de coronar a María Corina Machado con su galardón supremo: el Nobel de la Paz. No es mero caprichoso, sino reconocimiento a la tenacidad de una mujer que ha convertido su vida en un baluarte contra la tiranía. María Corina, ingeniera por formación y guerrera por convicción, representa el reverso luminoso de tantos espectros que acechan en las sombras del autoritarismo. Mientras la mayoría del mundo aplaude, en España la jerarquía del partido socialista –principal partido del Gobierno–, con Sánchez y Zapatero a la cabeza, callan con un silencio chirriante. Un silencio que no nace de la indiferencia, sino de una complicidad manifiesta.

Pedro Sánchez, con su sonrisa forzada de a quien le queda poco en la poltrona, ojea las noticias en su móvil hasta llegar a la del Nobel de la Paz y, en lugar de un «¡bravo!» Entusiasta, murmura un «calladitos estamos más guapos». Al lado, Zapatero, eterno negociador que ha pasado de presidente a apóstol de la mediación chavista, asiente la decisión mientras le tiembla la ceja. Ni una felicitación oficial. Es como si el Comité del Nobel hubiera premiado a una vulgar delincuente en vez de a una mujer que ha desafiado a un régimen que ahoga a Venezuela en petróleo y plomo. Sánchez y Zapatero, con su mutismo malvado, propio de lobos con piel de cordero, se alinean claramente del lado de Nicolás Maduro y su régimen tiránico

Pero si el silencio gubernamental es cobarde, las palabras de Pablo Iglesias en la red social X rozan lo obsceno. El exvicepresidente soltó esta perla el mismo día del anuncio: «Dar el Nobel de la Paz a María Corina Machado es como dárselo a Hitler». En un arrebato de zafiedad que haría sonrojar a un trol de las cloacas digitales, Iglesias equipara a una defensora de la democracia con el monstruo de la esvástica. Si puede hacer una comparación tan burda es porque ha estudiado a Hitler profundamente. No es casualidad que Iglesias, con su obsesión porque todo sea ultraderecha, esa que utiliza en todas sus soflamas, se halla mimetizado en parte con el criminal nazi, pero desde una ideología contraria. Y es que hay algo que les une, su odio a los judíos. Que se pusiera la kipá en el Muro de las Lamentaciones con las declaraciones que ha hecho después sobre Israel, es una falta de respeto que en él no sorprende. Les diferencia el exterminio llevado a cabo por Hitler, y que Pablo tiene un bigote más poblado que el del austriaco, que además va acompañado de una perilla.

María Corina Machado es el faro en la tormenta venezolana. Nacida en Caracas en 1967, es ingeniera industrial y entró en política no por ambición, sino por imperativo moral. En 2002, fundó Súmate, una organización que buscó reunir firmas para un referéndum revocatorio contra Hugo Chávez, el difunto padre del actual desastre. Pero Chávez, ese militar con delirios de grandeza, respondió con el garrote: amenazas, extorsiones y cárcel. María Corina no se amilanó. En 2010, se presentó al Congreso como independiente, y en el discurso de posesión de su acta dio un alegato por la libertad y los derechos humanos.

Los años siguientes fueron su vía crucis. Inhabilitada en 2014 por denunciar fraudes electorales. Asesinatos selectivos de opositores, como el de Fernando Albán, o el de Óscar Pérez, no la detuvieron. En 2019, durante otras elecciones fraudulentas, levantó la voz desde las calles, organizando protestas que Maduro ahogó en gas lacrimógeno y balas. Sufrió un arresto domiciliario en 2021, con escoltas del Sebin, la policía política chavista, custodiándola como si ella fuera Hannibal Lecter. Amenazas de muerte, exilios forzados de familiares, campañas de desprestigio que la tildaban de agente de la CIA o de «fascista con falda». Aun así, en 2023 lideró las primarias opositoras, arrasando con el 92% de los votos. Inhabilitada de nuevo para las presidenciales de julio de 2024, entregó su legado a Edmundo González, cuya victoria robada por Maduro desató una ola de repudio global. María Corina ha padecido la pérdida de amigos en las mazmorras de El Helicoide, el hambre que azota a un pueblo que ella representa con una dignidad inquebrantable. También ha escrito libros como Hacer política, un manual de resistencia cívica. 

Este premio no es solo para ella, sino para el resiliente pueblo venezolano, esa nación de 28 millones de habitantes que resiste como un gato panza arriba. Los venezolanos han soportado una hiperinflación que pulverizó sus ahorros, una escasez que mató de hambre a niños, y una represión que se ha cobrado miles de vidas. Han emigrado en masa, unos ocho millones desde 2015, pero no se rinden. Siguen luchando con las herramientas que tienen. Han votado en urnas trucadas soñando con una democracia que de momento sólo está en el horizonte de sus ojos. Querido pueblo venezolano, desde aquí mi abrazo solidario. Seguid resistiendo, la luz cada vez daña más a los amos de las tinieblas. La democracia no es un sueño, sino un derecho que pronto recuperaréis y que celebraremos todos los ciudadanos que nos queremos libres e iguales. 

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