Irene Montero, la reina catódica
«Ella cree que cualquier idea o similar que pase por su cabecita es una solución para no importa qué problema»

La eurodiputada Irene Montero en un acto de Podemos. | Europa Press
Se llama populistas a las almas pías que se empeñan en buscar soluciones simples a problemas complejos. Un vistazo desapasionado a la España del presente basta para que nos hagamos una idea cabal del auge que tienen estas triquiñuelas entre nuestros convecinos.
Esta sería una definición simple de lo que es el populismo. Hay variantes que sofistican el procedimiento para aplicar a cualquier problema, incluso a los simples, soluciones perfectamente majaderas. Los lectores más avezados ya habrán acertado a colegir que, por lo dicho, me estoy refiriendo a Irene Montero.
Ella cree, probablemente de buena fe, que cualquier idea o similar que pase por su cabecita es una solución para no importa qué problema. La izquierda de su ralea considera que está predestinada a mejorar las condiciones de vida de la gente y para eso vale cualquier cosa que se le ocurra. Digo que de buena fe porque la ignorancia no permite espacios para la duda en las almas simples y éste es un caso preclaro.
Irene acertó a ligar con el macho alfa de la manada y estableció con él una alianza fuerte en la que cohesionaba el sectarismo lo que habría tendido a separar la inteligencia, el conocimiento o la memoria. Nunca se arrugó ante las dificultades que le planteaban sus retos. «Solo sé que no sé nada», dicen que dijo Sócrates, para señalar con precisión un punto de partida realista para la búsqueda del conocimiento. Irene, digámoslo con realismo, no pertenece a esa escuela de pensamiento.
Ella ya se lo sabía todo. El pueblo le había confiado la tarea de legislar y ¿quién podría desconfiar de una capacidad jurídica en la que había confiado el pueblo en unas elecciones generales? Así que la pobre Irene, en compañía de otras, pergeñó una ley para situar el consentimiento en el centro de las relaciones sexuales, como si no estuviera ya. Ley del solo sí es sí se llamó el engendro y el resultado de su aplicación es más que evidente: reducción de condenas a violadores en no menos de 1.500 y excarcelaciones. Culpa de los jueces, sentenció Irene Montero que sabe como nadie cómo se deben aplicar las leyes.
Y si tenía soluciones para las relaciones sexuales también había de tenerlas para resolver el problema de la vivienda, que no es una crisis, según piensa erróneamente el personal, sino un robo. Si no hay viviendas suficientes, la solución no es construir más, sino expropiar y regular. Ni una casa más para especular. Ella considera que al igual que en la emergencia sanitaria no se permitía especular con las mascarillas y regulamos su precio, por qué en esta crisis no bajamos los alquileres por ley y prohibimos la compra a los no residentes y expropiamos las viviendas a los fondos buitre para ponerlas en alquiler social, por qué no prohibimos el alquiler vacacional que impide el uso social de las viviendas y de paso frenamos las prácticas especulativas de Airbnb o de Booking que, además, están operando en los territorios palestinos ocupados por Israel.
Ella y Pablo Iglesias criticaron al exministro de Economía Luis de Guindos por comprarse un ático de 600.000 euros, antes de comprar un chalé unifamiliar en Galapagar. Preguntada por ello, respondía con su lengua de madera: «Si la pregunta es si la economía debe estar en manos de la gente y no en manos de los mayordomos de los poderosos, lo pensaba ayer y lo pienso hoy; y De Guindos, igual que todo el PP, ha demostrado que no estaba para servir a la gente, sino a los poderosos». Natural. ¿Qué otra cosa pueden hacer los mayordomos de los poderosos, sino servirlos? Para eso les pagan. «Un ministro debe comprar viviendas para vivir y no para especular». Los periodistas preguntaron por qué que Luis de Guindos había comprado una vivienda para especular. «Yo no he dicho tal cosa», respondió.
Sin embargo, cuando tocó techo fue al decir que: «Todos los niños, las niñas y les niñes (sic) tienen derecho […] a conocer su propio cuerpo, a saber que ningún adulto puede tocar su cuerpo si ellos no quieren, […] y que eso es una forma de violencia; tienen derecho a amar y a tener relaciones sexuales con quién les dé la gana, basadas, eso sí, en el consentimiento». ¿Y si quieren, alma de cántaro? El contacto sexual de un adulto con niños es la definición canónica de la corrupción de menores. Art. 187 y sig. del Código Penal. Aunque los niños se dejen.
Tiene maestro. Su novio emplazaba a sus alumnas a seguirle al baño de las discotecas, mientras él se daba un agua y soñaba con programas de televisión y con azotar hasta la sangre a la periodista Mariló Montero.
Este fin de semana se estrenaba Sarah Santaolalla en la Universidad de otoño de Podemos, donde hablarán a sus anchas de política nacional e internacional y de los problemas que ella misma resuelve en las tertulias donde la coloca su novio. Mucho cuidado, Irene, que aquí tienes competencia catódica de tu nivel. Ésta puede traer soluciones para la vivienda, el sexo de los niños y hasta para el consentimiento de tu propio novio, no te fíes.