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Contraluz

Un año de la dana: la hora de actuar unidos

Las responsabilidades políticas están muy repartidas. Es momento de sumar fuerzas para revertir la catástrofe

Un año de la dana: la hora de actuar unidos

Ilustración de Alejandra Svriz.

El miércoles 29 de octubre se cumple un año de la gran catástrofe que sufrió la Comunidad Valenciana a causa de una lluvia de intensidad nunca conocida.

229 muertos y gravísimas afecciones al territorio y a los bienes de las personas.

Las consecuencias habrá que ir evaluándolas con el tiempo. Los daños también. La reconstrucción será difícil y dura, ya nos hemos dado cuenta.

Me vienen a la memoria las palabras de Michel Ignatieff en las que advierte que la vida en común va más allá de la política y de las líneas de demarcación del adversario político —que, más que enemigo partidista debería ser compatriota político— para apoyarse en la necesidad que tenemos como seres humanos, de estar juntos, de ilusionarnos con proyectos comunes, y ser más capaces de alcanzar grandes logros unidos que cada uno por nuestro lado. 

El pasado domingo, en la Plaça de la Seu de la ciudad de Valencia, se celebró un emotivo acto en torno al maravilloso himno de nuestra Comunidad, la música del Maestro Serrano acompañada por el texto de Maximiliano Thous, una maravillosa invitación a la unidad, basada en la tradicional laboriosidad valenciana y el respeto por nuestra tierra en un proyecto común, sin exclusiones ni diferencias. 

«La tragedia de la dana ha dejado al desnudo a una sociedad adormecida, en la que priman los egoísmos y que no piensa en lo común»

Bien, en este momento de rememoración de los días aciagos que sufrimos y por el respeto debido a los fallecidos, a sus familias y a quienes se han dejado algo querido debajo de las aguas, estimo que ha llegado el momento del abrazo.

Evoco, en este preciso momento, el cuadro del valenciano Genovés, símbolo de la reconciliación entre españoles, que se conserva en el Museo de Arte Reina Sofía y que llegó a exponerse, temporalmente, en el vestíbulo del Congreso de los Diputados.

Sin el menor ánimo de blanquear ninguna acción u omisión por parte de cualquier autoridad competente, me parece que la tragedia de la dana ha dejado al desnudo a una sociedad adormecida, en la que priman los egoísmos y que no piensa en lo común, en lo que a todos nos atañe, aunque justo es decirlo, las responsabilidades por todo lo que motivó la destrucción sobrevenida, no son las mismas para todos.

Es legítimo que uno se pregunte por qué no se realizaron las infraestructuras que hubieran reducido, significativamente, los efectos del agua desbocada, por qué no se avisó a la población con la debida prestancia, por qué fallaron las alarmas, por qué los cauces de los barrancos no estaban limpios, por qué no se realizaron obras que habrían laminado las avenidas y habrían infiltrado las aguas en los acuíferos para que todos pudiésemos beber, por qué se construyeron naves industriales en sitios potencialmente peligrosos, por qué no se adecuaron las cabeceras de los barrancos, por qué se construyeron tantas y tantas viviendas junto a los cauces, por qué no se ampliaron dichos cauces y se previó la salida del agua hacia sitios menos conflictivos que permitiesen llevar las aguas a los acuíferos, por qué no se tuvieron en cuenta los modélicos trabajos realizados por insignes profesionales valencianos que sentaron las bases de una gestión integral del territorio, porque no se adoptaron medidas para proteger la Albufera agonizante o para defender los cultivos agrícolas en la medida de lo posible, y tantas otras acciones. ¿Por qué? ¿Por qué?

«La colaboración entre administraciones ha sido deficiente y sus reacciones repletas de acusaciones y reproches mutuos»

La conclusión a la que alcanzo, es que, ni ha habido un cuidado, ni una gestión adecuada del territorio que da soporte a la vida de nuestras personas y a sus bienes. Los sistemas de prevención y aviso de lo que se nos venía encima fallaron estrepitosamente y a la hora de actuar en defensa y reparación de los daños a los afectados, primó la política sucia sobre la razón. Se dejaron sentir las deficiencias de un sistema autonómico basado en el concepto de «quien no piensa como yo es mi enemigo y no mi adversario o mi compatriota político»: la colaboración entre administraciones ha sido deficiente y sus reacciones repletas de acusaciones y reproches mutuos. Lo único que contaba tenía la finalidad de destruir al otro para ganarse un puñado de votos para alcanzar o retener el poder, sus comportamientos públicos solo pueden tildarse de lamentables.

Constato con lo antedicho y sostengo que la responsabilidad por los efectos de la riada se debe, en gran medida, a los errores cometidos por los representantes políticos con la aquiescencia de una sociedad anestesiada. No hemos sido capaces de reforzar el sentido de una extraordinaria historia compartida, tampoco los derechos y responsabilidades comunes que hacen de nosotros un pueblo, gobernado por una administración poco competente, incapaz, desde hace años, para ordenar y proteger el lugar donde compartimos la vida: el territorio valenciano.

O, quizás, no hemos sido capaces de reforzar los lazos que nos unen para enfrentarnos a la avaricia y la codicia que desembocan en una mayor desigualdad y división. Tenemos que rectificar y ser capaces de reconfortarnos los unos con los otros y centrarnos en acometer, con visión de futuro, los trabajos y propuestas legislativas necesarias que nos permitan recuperar lo perdido, y volver a ser lo que siempre hemos sido, gracias al esfuerzo y a la creación de cultura de quienes nos precedieron en esta misma tierra que hoy nos da soporte. Esta será la mejor forma de dejar atrás la tristeza que nos embarga.

«Dejemos de lado las provocaciones sistemáticas de los partidos políticos y forcémosles a que se entiendan entre ellos»

Pido, pues, traer a la memoria este penoso aniversario invitando a todos los valencianos a un abrazo, en el que nos reconozcamos como hermanos, pues todos somos uno en nuestra desgracia común. Debemos dedicarnos de inmediato y de una vez por todas, a revertir nuestros errores poniendo siempre por delante a quienes desaparecieron engullidos por el barro, a sus familias y amigos, a aquellos que quedaron inmersos en su tristeza y soledad y seguir en la acción para recuperar nuestra Comunidad sin exclusiones de ningún tipo. Hemos de inspirarnos en la generosidad y el ejemplo de los voluntarios que acudieron a prestar ayuda sin saber a quién ni de qué manera, pero con el corazón y las manos por delante, dispuestos a ayudar a los que sufren; también, en el cabal comportamiento de las fuerzas de seguridad y del ejército, de los bomberos, de dentro y fuera de la Comunidad Valenciana y de los funcionarios que prestaron sus esfuerzos y ayuda.

¡Ya está bien! Dejemos de lado las provocaciones sistemáticas de los partidos políticos y forcémosles a que se entiendan entre ellos como compatriotas, no como enemigos, con los que necesariamente entenderse. Es su obligación y es lo que esperamos de ellos. Olvidemos las exclusiones, amenazas y odios personales que sólo transmiten rencor y alimentan la semilla de la violencia y no concuerdan con nuestra forma de ser. ¡No nos maltratemos entre nosotros! Seamos ecuánimes, seamos justos. Las responsabilidades políticas están muy repartidas. Cada uno sabe la parte que le toca. Alegrémonos de lo recuperado en este año. Enfrentarnos entre nosotros nada soluciona y a todos, sin exclusión, nos hace daño. Es momento de compartir riesgos, confiando en nosotros mismos, sumando fuerzas para revertir los efectos de la catástrofe.

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