El libro de Vicente Vallés y la supuesta amistad entre el CNI y la CIA
Ha aumentado la agresividad de la CIA en España, mientras rusos y chinos siguen siendo el mayor peligro

Sede del CNI.
La caza del ejecutor es una novela interesante que ha escrito Vicente Vallés, conocido por ser el presentador del informativo nocturno de Antena 3, con el que es líder de audiencia desde hace años. Tiene una fructífera carrera en el periodismo, pero hoy le traigo al buzón por ese libro que recoge en sus más de 500 páginas muchas historias de espionaje y conspiraciones. Me parece una lectura recomendable y voy a comentar algunos episodios y los voy a comparar con la realidad.
Las relaciones de la CIA estadounidense con el CNI español están reflejadas en una historia de amor entre dos de los protagonistas, pero van mucho más allá. Aunque a los agentes de La Casa les gusta resaltar la buena sintonía entre ambos servicios, la realidad es que desde la llegada de Trump se soportan cada vez peor. Los servicios secretos no son amigos de otros servicios; en general, son aliados. La CIA nunca metería un topo en el MI6, porque ambas agencias son amigas, se llaman primos. La NSA nunca espiaría las conversaciones del primer ministro inglés, porque son amigos.
Por el contrario, la CIA metió un agente doble en el CNI para que robara la información que los altos mandos del servicio español no querían compartir por las buenas. Y la NSA intervino el teléfono de la canciller alemana, Angela Merkel, porque estadounidenses y alemanes no son primos.
El CNI español no quiere mostrar públicamente una imagen alejada de la CIA, que ha vuelto a épocas pasadas en las que sostenía una relación con la agencia española de prepotencia y exigía un trato diferenciado. Han recuperado una actuación más agresiva, lo que pasa es que igual que con Trump, nadie quiere reconocer su chulería en alto.
Los peligros chino y ruso
Si hacemos una comparación, sin duda para España son mucho más peligrosas las acciones de los servicios secretos rusos y chinos, dos organismos que aparecen de una forma destacada en el libro de Vallés. Dos países que no solo no son aliados nuestros, sino directamente enemigos, aunque al Gobierno de Pedro Sánchez le cueste reconocerlo con el gobierno de Xi Jinping.
La enemistad con los de Putin tiene que ver con los intereses estratégicos, totalmente enfrentados. El SVR y el GRU —espionaje exterior y militar— no montan más operaciones agresivas contra España porque tras la invasión de Ucrania el Gobierno expulsó a la inmensa mayoría de sus agentes, porque la Contrainteligencia del CNI es sumamente buena y porque el intercambio de información con la OTAN funciona activamente.
Los rusos son los que han hecho del asesinato su mejor arma para sembrar el miedo en los disidentes y en todos los que no siguen la disciplina impuesta por el Kremlin. Los ejecutores, tan bien reflejados en la novela de Vallés, carecen de escrúpulos y tratan de matar en cualquier país, y lo han hecho en varias ocasiones en España. Son enemigos, no respetan nada y a Putin le encanta transmitir esa imagen.
Lo de los chinos es distinto, hay unos matices importantes en su comportamiento. Utilizan el dinero en lugar de las armas, prefieren comprar voluntades que aniquilar personas. Los personajes del libro de Vallés aventuran la idea de que China gestiona y pone límites a Putin, al mismo tiempo que tratan de mantener bajo control sus relaciones con Occidente, todo por la pasta.
Para el servicio secreto español supone un peligro su forma de actuar en nuestro territorio, la influencia que intentan ganar cada día en las cercanías del poder, hasta ahora con buen resultado. La agresividad la demuestran cuando utilizan sus sistemas de espionaje y cuando sus hackers no paran de pelear por conseguir penetrar en las redes de las empresas españolas para robar información y destruir lo que haga falta.
