The Objective
Cuadernos FAES

El despotismo lingüístico en Cataluña

«Casi doscientos cincuenta años después, el nacionalismo catalán exige la traducción simultánea»

El despotismo lingüístico en Cataluña

El despotismo lingüístico en Cataluña | TO

Entre las muchas obsesiones que manifiesta el nacionalismo catalán, destaca la denominada lengua propia. Esa lengua catalana que, en palabras de los renacentistas catalanes del siglo XIX, es el «patrimonio secular de una raza», el «auténtico monumento de un pueblo», el «verbo de nuestro espíritu», la «señal de carácter», «lo más», la «imagen más fiel del genio nacional», la «expresión del espíritu de la tierra» y la «perennidad de nuestra raza». Una lengua a la cual se le otorga el papel de depósito y expresión de la identidad catalana. Siglo y medio después, la cosa sigue igual. Salvador Illa: la lengua catalana es la «columna vertebral de la nación catalana». De ahí que la prioridad del nacionalismo catalán –añadan el socialismo nacionalista catalán– sea la lengua. Su lengua propia. El catalán. De ahí, la Ley de Normalización Lingüística en Cataluña (1983), la Ley de Política Lingüística (1998), el Estatuto de Autonomía de Cataluña (2006), el Plan para la Lengua y la Cohesión Social (2007), la Ley de Educación (2009), la Ley de acogida de las personas inmigradas y las retornadas a Cataluña (2010) o el Código de consumo de Cataluña (2010)1. El objetivo aparente: la normalización lingüística de la lengua catalana en Cataluña. Falso. El objetivo no es la reclamación del derecho (?) a vivir (?) plenamente (?) en catalán (?) como aducen. El objetivo real: la substitución lingüística del español por el catalán. Y algo más, el control social. De ahí, el reciente Pacto Nacional por la Lengua (2025).

La Introducción del Pacto Nacional por la Lengua2 concluye la presentación con una ficción «buenista» nacionalista que embarra el documento. La siguiente: en el momento del fallecimiento de Francisco Franco, «la sociedad catalana supo construir un consenso social entorno a los tres grandes objetivos básicos relativos al catalán». A saber: en primer lugar, que toda la población asumiera el dominio de la lengua catalana; en segundo lugar, que el catalán se pudiera emplear y se empleara efectivamente en todos los ámbitos sociales; en tercer lugar, que la lengua fuera un punto de encuentro entre toda la población, independientemente de su origen. Seamos realistas: a la sociedad catalana –¿cuál es el alcance de dicha sociedad?– no le preocupaba un asunto –la lengua catalana– que sí interesaba a catalanistas, nacionalistas e izquierdistas con carné en el bolsillo y ambición política en la cabeza. La Introducción lamenta que medio siglo después «no se han conseguido totalmente» los objetivos. Obvio, porque la mayoría de la ciudadanía no estaba en ello. Añado: por aquel entonces, el nacionalismo catalán ya había puesto la mirada –de reojo– en un español que debía marginarse primero y substituirse después por la lengua catalana. Ese es –de nuevo– el hilo conductor «buenista» nacionalista que embarra hoy el documento. 

«El anhelo de la Cataluña monolingüe no es sino producto de la euforia populista de unos partidos políticos»

El nacionalismos catalán escucha al pueblo, pero no le oye

El problema del nacionalismo catalán: confundir el deseo con la realidad. El anhelo de la Cataluña monolingüe no es sino el producto de la euforia populista de unos partidos políticos de vocación y corte nacionalista –también, izquierdistas– empeñados en desespañolizar Cataluña para nacionalizarla al modo catalán. Primer objetivo: la lengua propia (?) catalana ha de substituir –la identidad propia (?) lo exige– a la lengua impropia (?) española. Segundo objetivo: el control social. Curiosamente, esos partidos nacionalistas e izquierdistas de hoy no están tan lejos de los partidos de la Transición ni de los partidos de la Segunda República. Me explico: hoy, esos partidos se presentan como ejemplos de la democracia. Unos partidos que recuerdan la Cataluña de los años veinte y treinta del siglo pasado: la calle pesa más que las instituciones democráticas y el derecho, los partidos y los sindicatos exhiben una solidez superior a la de las instituciones constitucionales. La apelación a las emociones políticas se impone. Una suerte de populismo contemporáneo que el historiador Enric Ucelay-Da Cal remite al ejemplo/modelo de los populismos manipulativos de América Latina de los años cincuenta del siglo pasado, en los cuales se escucha al pueblo, pero no se le oye3. Sigue la manipulación y también el engaño. El «proceso» sería un ejemplo/consecuencia/repetición de lo dicho.

Hacia la Cataluña monolingüe

Con la intención de imponer una Cataluña monolingüe, los redactores del Pacto Nacional por la Lengua –es decir, los que están detrás del documento– asumen el fracaso de los últimos cincuenta años de inmersión lingüística y normalización lingüística. Admiten que, «de hecho, continúa habiendo sectores sociales significativos que viven al margen del catalán tanto desde un punto de vista práctico como simbólico y emocional, como si fuera una lengua con la cual no tuvieran ninguna relación». De lo general a lo particular, afirman que «el catalán continúa sin estar presente en todos los ámbitos: hay [ámbitos] en que no ha conseguido salir de la marginalidad, hay otros [ámbitos] en los cuales había avanzado pero hace cierto tiempo que recula, hay ámbitos en que sigue perdiendo posiciones y otros en que todavía se ha de posicionar»4. Algo habrá que hacer.

El hablante debería elegir a la lengua

vAnte semejante derrota/castigo –reiterada durante medio siglo–, el nacionalismo catalán debería reconocer que no es la lengua la que elige al hablante sino que es el hablante quien elige a la lengua. Y algo más: la coacción lingüística genera anticuerpos. El nacionalismo catalán insiste y persiste: escucha al pueblo, pero no le oye, decíamos antes. Tan es así que, como señala la Introducción del documento Pacto Nacional por la Lengua, el nacionalismo catalán –modelo de intransigencia– «toma conciencia política, cívica y social de esta realidad [la marginalidad y retroceso de la lengua catalana]» y traslada el problema a un Parlament que discute el asunto y aprueba la Resolución 102/XIV sobre la orientación política general del Govern (255-00002/13), en la cual se insta al Govern a “promover un pacto nacional que proporcione el máximo soporte social e institucional al desarrollo de las políticas necesarias por lo que concierne al uso y el conocimiento de la lengua catalana y que haga del catalán un instrumento de conocimiento y cohesión social”. Más de lo mismo. Sigue la coacción lingüística mal disimulada. Y no solo eso, porque el Pacto Nacional por la Lengua deviene un Pacto Nacionalista contra la Lengua Española en toda regla. Un vademécum de fácil manejo para consultar de forma inmediata cómo se puede imponer el catalán y así marginar el español. 

«Un vademécum de fácil manejo para consultar de forma inmediata cómo se puede imponer el catalán y marginar el español»

Para orientarse: el Pacto Nacional por la Lengua es una de las condiciones de ERC y los Comunes –Junts y la CUP lo rechazan por falta de ambición– para la investidura de Salvador Illa como President de la Generalitat de Cataluña. Hay que añadir que el Pacto, entre otras instituciones, tiene el apoyo de Fomento del Trabajo, Pimec, Consejo General de las Cámaras Oficiales de Comercio, Industria y Navegación de Cataluña, CCOO de Cataluña, UGT de Cataluña, USOC, La Intersindical, Unió de Pagesos, Federación Catalana de Municipios, Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencia, Consejo de los Ilustres Colegios de Abogados de Cataluña, Confederación de Cooperativas de Cataluña, Confederación de Asociaciones Vecinales de Cataluña, Asociación de Maestros Rosa Sensat, Mesa de Entidades del Tercer Sector Social así como de las organizaciones nacionalistas Òmnium Cultural y Plataforma por la Llengua. 

Ante semejante lista, uno puede llegar a la conclusión de que el catalán es mayoritario en la calle y es mayoritariamente usado por la ciudadanía de Cataluña. Falso. Lo que indica la lista es que el catalán está en los despachos de quienes piden subvenciones públicas. Una actitud –la de los peticionarios de subvenciones y la de los que no quieren enemistarse con la Administración autonómica– que nos remite al conductismo y la espiral del silencio. 

El conductismo lingüístico y la espiral del silencio

Ese conductismo, que teorizó el psicólogo estadunidense J.B. Watson en Conducta: una introducción a la psicología comparativa5, afirma que el medio ambiente condiciona la conducta de las personas. El psicólogo puso el acento en la fuerza determinante de la situación. El estímulo y el ambiente generan respuestas concretas y la conducta se ve modelada por los acontecimientos que rodean al sujeto. Ese conductismo que el fisiólogo ruso Iván Pávlov6, en Los reflejos condicionados, describió como un comportamiento condicionado o como un aprendizaje por sustitución del estímulo. El estímulo condicionado se convierte en estímulo eficaz y provoca una respuesta condicionada. Una adaptación del conocido ejemplo de nuestro fisiólogo: así como el sonido de un timbre, asociado con un plato de comida, genera un proceso de salivación; la llamada del nacionalismo catalán a la expansión del catalán y/o marginación del español genera la reunión de la fiel infantería monolingüe hospedada cómodamente en la Generalitat de Cataluña. 

«La llamada del nacionalismo catalán a la expansión del catalán y/o marginación del español genera la reunión de la fiel infantería monolingüe»

Esa espiral del silencio elaborada por la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann en su ensayo La espiral del silencio7 que, partiendo de Alexis de Tocqueville, señala que temiendo el aislamiento más que el error, las personas prefieren compartir las opiniones de la mayoría, aunque estuvieran seguras de su falsedad. De ahí, la espiral del silencio o ese no expresar lo que uno piensa cuando va a contracorriente de lo publicado y publicitado; ese no significarse por miedo a lo que puedan pensar los otros o por temor a poner en peligro los intereses particulares, sociales o profesionales. Finalmente, por si acaso, por lo que pueda ocurrir, o por lo que nos pueda ocurrir, se apuesta por lo corrección política que alega/manda el poder. 

El conductismo y la espiral del silencio son magistralmente manejados por el nacionalismo catalán bajo la amenaza de exclusión social e identitaria. El conductismo y la espiral del silencio, convenientemente manipulados, llaman a la movilización de los oportunistas que se suben al carro del caballo que creen ganador, de los indecisos, de los temerosos que no se atreven a más por miedo a ser señalados y vaya usted a saber lo que piensan de mí y lo que me puede ocurrir, de quienes saludan tímidamente y prefieren callar, de los independentistas sobrevenidos por conveniencia, de los que miran para otro lado por interés o para evitar la muerte social. Aquí entran en juego esos peones que, «espontánea y naturalmente», forman parte del cuerpo de abajofirmantes ya citados del Pacto Nacional por la Lengua. 

A la cabeza de la defensa del Pacto Nacional por la Lengua aparece Salvador Illa, que, en la firma del acuerdo, en el simbólico Institut d’Estudis Catalans, afirmó –tras medio siglo de fracaso en fracaso de la inmersión y normalización de la lengua catalana– que «recogemos un anhelo largamente esperado. El catalán es nuestro patrimonio, nos necesita a todos». De ahí, el Pacto Nacional por la Lengua que podría titularse Pacto Nacionalista contra la Lengua Española. 

El vademécum del despotismo lingüístico catalán

Ese vademécum que es el Pacto Nacional por la Lengua responde al modelo clásico conductista estímulo/respuesta. En el caso que nos ocupa, el destinatario del estímulo es el conjunto de la sociedad catalana. El vademécum apela no solo a los políticos, sino también a los sectores económicos, comerciales, educativos, asociativos, culturales, deportivos, etc. Una suerte de cruzada cuyo objetivo es catalanizar/nacionalizar el territorio impulsando el uso de la lengua catalana. Una lengua que abriría el camino a la consolidación de la identidad catalana. La lengua catalana como espejo de la nación catalana. La lengua catalana como substituta de la lengua española. La nación catalana como substituta de la nación española. El nacionalismo catalán, a la manera del romanticismo alemán, pongamos por caso Johann Gottfried Herder8, afirma que la lengua es más que un instrumento de comunicación al cumplir una doble función: la de tesorería, que guarda la experiencia acumulada por todas generaciones pasadas de la nación, y la de dar forma al pensamiento de quienes hablan una lengua determinada. La conclusión: las naciones hablan como piensan y piensan como hablan. 

«El objetivo es nacionalizar el territorio impulsando el uso de la lengua, que abriría camino a la consolidación de la identidad catalana».

Uno de los objetivos del vademécum es la de romantizar a la manera de la Alemania romántica –de nuevo, Johann Gottfried Herder– la lengua catalana. A saber: las naciones piensan y hablan en una lengua que les es propia; la lengua a través de la cual se piensa y se habla conforma la realidad e incluso el conocimiento que de esa realidad se tiene; las naciones –consecuencia de los dos puntos anteriores– tienen una peculiar y determinada concepción del mundo que viene dada y condicionada por la lengua con y en la cual se piensa y habla; la lengua de una nación es uno de los elementos definidores y significativos de la mentalidad –la manera de ser– nacional. De ahí surge el «espíritu del pueblo» de Herder y la «frontera interior» de Fichte. El espíritu nacional propio y el alma nacional propia. Una vía etnicista que percibe la nación como un grupo étnico definido por una identidad, una historia, una cultura y una lengua propias que justificarían per se la construcción de un Estado propio. Una idea romántica de nación de la cual se derivaría el derecho de autodeterminación de los pueblos. 

El Pacto Nacional por la Lengua de 2025 es una continuación de La Ley de Normalización Lingüística en Cataluña y del Plan para la Lengua y la Cohesión Social que advierte que «la creciente incorporación de alumnado procedente de la inmigración, la aparición de nuevas causas de exclusión social e insuficiente normalización de la lengua catalana en la vida social son tres aspectos que requieren una especial atención»9. Más allá de la retórica romántica a la manera de Herder y Fichte que suele usar el nacionalismo lingüístico catalán, se limitan los derechos individuales, se implanta el privilegio lingüístico y no se cuenta con la realidad bilingüe de Cataluña. Así, se catalanizan la educación, la cultura, las actividades mercantiles, los medios de comunicación, la publicidad, el ocio, los topónimos y un largo etcétera. A fin de cuentas, como señala el artículo 3.1 de dicha Ley, «la lengua propia de Cataluña es el catalán». En definitiva, una política lingüística definida por la voluntad de imponer la lengua catalana. Una política, discriminatoria y excluyente, de substitución lingüística, de raíz y voluntad identitaria y monolingüe, que invade cualquier ámbito de la vida ciudadana. En definitiva, del «espíritu del pueblo» de Herder y de la «frontera interior» de Fichte se concluye que Cataluña ha de tener su propio espíritu o alma nacional. Una identidad y un ser que se vertebran alrededor de cuatro ejes: lengua, territorio, psicología e historia. Un populismo nacionalista con ecos del Geist der Volkes que hace que Cataluña tenga –se decía antes– su propio espíritu nacional o alma nacional. Es decir, su propia identidad. La identidad nacional propia como comunidad de carácter y representación. 

«Se catalanizan educación, cultura, actividades mercantiles, medios de comunicación, publicidad, ocio, topónimos, etcétera»

Al respecto, conviene no olvidar el estalinismo lingüístico del nacionalismo catalán. Si en sus orígenes el estalinismo depuró las lenguas de Checoslovaquia y Rumanía, el nacionalismo catalán hizo algo parecido a finales del siglo XIX y principios del XX purificando la lengua catalana. Esto es, haciéndola diferente del español recuperando raíces galorrománicas plagiando la lengua francesa, imponiendo palabras locales escasamente utilizadas cuya virtud era ser diferentes de su traducción española o eliminando aquellas palabras y construcciones gramaticales consideradas españolas. No se trataba de un trabajo lingüístico, sino político. Objetivo: que la lengua catalana fuera la esencia de la nación catalana. Creencia: la lengua catalana salvaría a Cataluña. Objetivo y creencia que todavía siguen ahí. 

Vale decir que el nacionalismo catalán se ha «modernizado» acercándose a Wilhelm von Humboldt, Sobre el estudio comparado de las lenguas10: la lengua es la nación propia, el patrimonio intelectual y la forma lingüística están íntimamente relacionados, cada lengua tiene su nación a la cual pertenece, un círculo del cual solo se puede salir si se entra al mismo tiempo en otro (de nación a nación). De lo cual se deduce: cada lengua ofrece una concepción del mundo; la lengua caracteriza, define y expresa la esencia y el espíritu de las naciones; a lenguas diferentes corresponden naciones diferentes y concepciones del mundo diferentes. Cataluña, por ejemplo. 

«Del ‘espíritu del pueblo’ de Herder y de la ‘frontera interior’ de Fichte se concluye que Cataluña ha de tener su propio espíritu o alma nacional».

Podríamos continuar con las relaciones entre lengua y realidad, lengua y nación, lengua y pensamiento o lengua y cultura. Un tema complejo –pongamos como ejemplo la relatividad lingüística o «hipótesis Sapir-Whorf» a partir de la cual la ciencia lingüística alza el vuelo y así sigue todavía11– en que el nacionalismo catalán ni siquiera se ha detenido. Lo que le interesa al nacionalismo catalán es la dicotomía lengua catalana versus lengua española. Nosotros versus Ellos. La lengua propia catalana versus la lengua impropia española. Lo catalán versus lo español. La concepción del mundo que determina la lengua catalana versus la concepción del mundo que determina la lengua española. Unos y Otros no somos iguales. Nuestra lengua nos define y nos distancia de Ellos. Cataluña –decíamos antes– se ha de nacionalizar catalanamente hablando y desnacionalizar españolmente hablando. 

Stuat Chase, en el prólogo del libro de Benjamin Lee Whorf, sostiene que el homo sapiens ha sobrevivido gracias al lenguaje/pensamiento que «ha sido el arma principal con que ha contado para sobrevivir»12. Benjamin Lee Whorf acentúa la idea señalando que «que los parlantes de habla inglesa no pueden utilizar la palabra sentiment con el significado que tiene el sonido francés le sentiment»13. En definitiva, hay que imponer la lengua catalana y marginar la lengua española. El despotismo lingüístico en Cataluña sigue su camino. De ahí, el Pacto Nacional por la Lengua. 

Una comunidad nacional catalana vertebrada por la lengua catalana

El Pacto Nacional por la Lengua –es decir, «los acuerdos del Pacto Nacional por la Lengua»– tiene sus «grandes objetivos u horizontes» y sus «ámbitos de aplicación sectoriales». Objetivos: una política lingüística que supere los retos con los que se enfrenta la lengua catalana; aumentar el número de personas que sepan y utilicen el catalán; convertir el catalán en una lengua plenamente oficial de iure y de facto en las instituciones públicas, en las empresas y en los servicios; alcanzar un sistema educativo y formativo que garantice –el catalán como lengua vehicular– el pleno acceso a la lengua, impulse la apreciación y el uso, y devengue un instrumento potente de cohesión social; construir un sistema de enseñanza y de dinamización lingüística inclusivo y eficiente que fomente el catalán entre las personas adultas; incorporar plenamente el uso, el aprendizaje y la acreditación del catalán en el mundo del trabajo; generar una oferta cultural y comunicativa rica, variada y atractiva para todos los públicos; garantizar el catalán como una lengua compartida y equipada para los retos contemporáneos; y fomentar el compromiso social con la lengua14

Como se aprecia, el nacionalismo catalán quiere imponer el catalán y su uso en cualquier lugar del perímetro geográfico catalán. La tarea es difícil, pero –aseguran– «factible si colectivamente se toman las medidas necesarias». El despotismo lingüístico público y privado se concreta: cambios sustanciales en las políticas lingüísticas públicas y privadas, en los hábitos y rutinas cotidianos, en la cultura lingüística catalana, en la tarea educativa de/en catalán, en las técnicas del sistema de acogida, en la penetración de la lengua catalana –un derecho social, laboral y lingüístico– en el mundo del trabajo y el comercio. No se descartan las multas. Para ello, la Administración asumirá su rol de liderazgo y todos los recursos lingüísticos y técnicos –también, económicos– se pondrán a su disposición con el objetivo de que el catalán esté en cabeza en la vida cotidiana, el entorno laboral y la investigación. Conviene añadir que el proyecto –«la superación de los retos con los que se enfrenta la lengua catalana», se dice– requiere «principios básicos» como la acción colectiva y coordinada, la proactividad, la transversalidad, la continuidad, la dotación económica, la cohesión social y territorial, la concepción de lengua de todos y para todos, el fortalecimiento de la comunidad lingüística y la responsabilidad individual y colectiva15. Principios básicos de amplio alcance que tomen cuerpo en la Administración, el trabajo, el mercado, el consumo, la salud, la asistencia sociosanitaria, la educación, la cultura, la comunicación y un largo etcétera. En definitiva, «una sociedad comprometida con la lengua». Catalana, claro está. 

«Lo que le interesa al nacionalismo catalán es la dicotomía lengua catalana versus lengua española. Nosotros versus Ellos»

El detalle: «la transformación lingüística que se plantea reclama también que se asuma una perspectiva de comunidad lingüística en diversos sentidos: haciendo partícipes y plenamente reconocidos tanto los hablantes de origen como los hablantes adoptivos; teniendo siempre presente la diversidad de territorios de lengua catalana, y estrechando los vínculos con la comunidad exterior catalana, dotándoles de instrumentos para aprender, mantener, utilizar y disfrutar la lengua a pesar de la distancia física»16

El Pacto Nacional por la Lengua o la construcción de una comunidad nacional catalana vertebrada por la lengua catalana. Una comunidad nacional identitaria –la lengua como elemento que confiere una identidad propia y distinta de, por ejemplo, la identidad española– conformada por los hablantes nativos, los hablantes adoptivos que abandonan de lengua española y los hablantes de lengua catalana que viven en el extranjero. En otros términos, la nación catalana esparcida por el planeta se une y reúne gracias a la lengua catalana. Una manera de sacar España de Cataluña pisoteando los derechos lingüísticos –y algunos más– de los ciudadanos. Despotismo en toda regla. Una expulsión que tiene su precio en el quinquenio 2025-2030: una inversión de 251 millones de euros distribuidos en la escuela (100 millones), en las aulas de acogida (78 millones) y en el sector audiovisual (73 millones). El objetivo del quinquenio: captar 600.000 nuevos catalanohablantes. 

«El Pacto Nacional por la Lengua es más que un pacto PSC-ERC para investir a Salvador Illa presidente de la Generalitat de Cataluña»

De los países catalanes a la Cataluña exterior

Algo más: a la manera de la Organización Internacional de la Francofonía (OIF), Cataluña diseña una Organización Internacional de la Catalafonía (OIC). De los Países Catalanes a la catalafonía. Nada nuevo si tenemos en cuenta que, en el año 2021, el Parlamento de Cataluña se incorporó como asociado de la misma, pese a no tener el francés como lengua oficial. Propiamente hablando, el Parlamento de Cataluña forma parte –con derecho a voto y a presentación de candidaturas de sus órganos rectores– de la Asamblea de la Región Europa de la Asamblea Parlamentaria de la Francofonía (APF). Una Asamblea que el nacionalismo catalán aprovecha para internacionalizar la causa independentista. El último ejemplo: el presidente del Parlamento de Cataluña se dirige a la Asamblea Parlamentaria de la Francofonía diciendo que «la situación política de Cataluña continúa siendo objeto de seguimiento por parte de la comisión [se refiere a la Comisión Política de la AFP]», porque «todavía no hay un escenario de normalidad política» en España en lo relativo a la aplicación de la Ley de Amnistía. El presidente cualifica el hecho de «muy grave» que un año después de que las Cortes la aprobaran, «un tribunal –se refiere al Tribunal Supremo– se rebele contra la ley de un parlamento democrático» y «se niegue» a aplicarla, manteniendo así dos diputados en el exilio17

La Cataluña foral y la Cataluña confederal

El Pacto Nacional por la Lengua es más que un pacto PSC-ERC para investir a Salvador Illa como presidente de la Generalitat de Cataluña. El Pacto Nacional por la Lengua es, a la vez, el preludio del retorno a la vieja Cataluña foral y el adelanto de la nueva España confederal. Vayamos por partes. 

En el Pacto Nacional por la Lengua se percibe una deriva monolingüe que apuesta por una España foral –una organización propia del Antiguo Régimen– que dificulta la comunicación entre los territorios y las personas. Una deriva monolingüe –decíamos– que limita los traslados de la población y las oportunidades de trabajo interregionales, como si de un proteccionismo arancelario se tratara. Dicha deriva tendría un objetivo: negar la lengua común castellana o española con la finalidad de trazar fronteras identitarias y nacionales entre los catalanes y los españoles identificando lealtad lingüística con lealtad nacional. Una restauración foral que, por decirlo a la manera de Juan Ramón Lodares, facilita “que se pueda multar o limitar derechos civiles por no mostrar lealtad al idioma nacional, territorial, preferente, preferible, fomentable, protegible, propio, etcétera”18. Dos conclusiones, al respecto: el nacionalismo catalán, amparándose en la pluralidad lingüística, impone el monolingüismo; quien no entiende la libertad, no la entiende. El corolario del nacionalismo catalán: las lenguas tienen derechos y los hablantes deberes. Otro paso atrás de un nacionalismo catalán que es incapaz de aceptar que el castellano/español ha forjado/forja la identidad catalana/española de los catalanes. 

En el Pacto Nacional por la Lengua se percibe también la vocación confederal de un nacionalismo catalán cuyo objetivo inmediato a medio plazo es la deconstitucion y deconstrucción de España. Del Estado español, dicen ellos. De hecho, la lengua –conviene recordar que el Pacto es una de las condiciones para investir a Salvador Illa como presidente de la Generalitat de Cataluña: añadan la singularidad fiscal o la vigilancia de la “frontera”– es una condición sine qua non –recuerden los esfuerzos baldíos de José Manuel Albares en el Parlamento Europeo– en la hoja de ruta –primera etapa– del nacionalismo catalán hacia la España confederal. ¿Qué necesita el nacionalismo catalán para recuperar –todavía no reeditar– el “proceso? Ensanchar la base social. ¿Por qué no intentarlo ampliando el número de catalanohablantes? ¿Por qué no oficializando la lengua catalana en la Unión Europea? ¿Por qué no aumentando el número de ciudadanos que se sientan solo catalanes por el hecho de vivir en un ambiente en donde predomina la lengua catalana? ¿Por qué no promocionando una identidad propia fundamentada en la lengua catalana entendida a la manera sentimental y emocional ya citada del romanticismo alemán? ¿Por qué no jugando la carta de una Cataluña en que la lengua catalana sea indispensable para relacionarse con la Administración, la sanidad, la educación o el prójimo? ¿Acaso el «Vivir en catalán», «Queremos vivir en catalán», «Contagia el catalán», «Actívate con el catalán», «Reclama tu derecho a vivir plenamente en catalán» o «El catalán, cosa de todos» no son los eslóganes preferidos de la política lingüística en Cataluña? Por la lengua a la confederación. 

«El nacionalismo catalán, amparándose en la pluralidad lingüística, impone el monolingüismo; quien no entiende la libertad, no la entiende».

Las lenguas las hablan las personas

Se percibe el fracaso. Otro más. El nacionalismo catalán, supremacista como es, no entiende/quiere entender que la lengua la hablan las personas y no los territorios. En Cataluña, la espiral del silencio –recuerden, ese no expresar lo que uno piensa cuando va a contracorriente de la opinión oficial, por temor a las consecuencias de toda índole que pudieran derivarse de ello– desaparece a marchas forzadas. El ciudadano catalán está perdiendo el miedo al «qué dirán», al «qué pensarán» y al «vete con cuidado por si acaso, porque nunca se sabe qué puede ocurrir». La prueba, además de las encuestas: cada vez son menos los ciudadanos que tienen el catalán como lengua inicial y escasean los profesores de catalán. Cada vez son más lo que hablan español o practican un bilingüismo que el nacionalismo catalán persigue sin tregua y sin éxito. Al respecto, Juan Milián Querol, concluye inteligentemente que “en Cataluña, el nacionalismo –incluido el PSC– ve el bilingüismo como un obstáculo para su control social. Por esta razón, impone el monolingüismo en catalán en la escuela pública, aunque en la práctica nadie quiera que sus hijos se eduquen con una sola lengua vehicular19. De la cita, convierte tomar nota no solamente del asunto en sí de la lengua catalana y la política lingüística de la Generalitat de Cataluña, sino también de la lengua como arma de «control social». La lengua como elemento nacionalizador catalán que excluye el español. La lengua como barrera etnolingüista. La lengua como barrera lingüística. 

Si quienes redactaron la Declaración de Derechos de Virginia (1776) hubieran discutido en inglés, holandés, francés y alemán habrían tenido serios problemas para entenderse. Casi doscientos cincuenta años después, el nacionalismo catalán exige la traducción simultánea. El nacionalismo catalán no entiende que cualquier política lingüística que pretenda cambiar los usos lingüísticos del ciudadano no solo está condenada al fracaso, sino que es perjudicial para la lengua que se quiera impulsar. 

«En el Pacto Nacional por la Lengua se percibe también la vocación confederal de un nacionalismo catalán»

THE END 

Entre los muchos eslóganes que el nacionalismo catalán ha puesto en circulación en el mercado con el objeto de promocionar su causa, hay un par que son dignos de análisis. Primero: «Los catalanes tienen sus raíces». Segundo: «Los catalanes han de vivir en catalán». Error tras error. Primero: los catalanes no tienen raíces, sino piernas. Segundo: los catalanes, para vivir, no necesitan la lengua catalana, sino el oxígeno. Por decirlo a la manera del filósofo catalán Josep Ferrater Mora, los catalanes, «de no olvidar que el pasado es efectivamente pasado», corren el riesgo de «caer enfermos de pasado y será difícil protegerse de tan traidora enfermedad»20.   

1 Porta Perales, Miquel: La política lingüística de la Generalidad de Cataluña. En el volumen colectivo Europa y la diversidad lingüística, pp. 129-168. Prólogo de Javier Zarzalejos. Coordinación y edición de José Manuel de Torres. Grupo Partido Popular Europeo. Madrid, 2023.
2 Pacte Nacional per la Llengua. https://llengua.gencat.cat/web/.content/temes/pacte-nacional-per-la-llengua/pacte-nacional-per-la-llengua.pdf
3 Ucelay-Da Cal, Enric: La Cataluña populista. Imagen, cultura y política en la etapa republicana (1931-1939). Segunda edición. Taurus. Barcelona, 2024.
4 Pacto Nacional por la Lengua, p. 10.
5 Watson, J.B.: Behavior: An Introduction to Comparative Psychology. Henry Holt. New York, 1914.
6 Pávlov, Iván P.: Los reflejos condicionados. Lecciones sobre la función de los grandes hemisferios. Prólogos de José M. Delgado y Gregorio Marañón. Sin referencia del traductor. Morata. Madrid, 1997.
7 Noelle-Neumann, Elisabeth: La espiral del silencio. Opinión pública: nuestra piel social. Traducción de Javier Ruiz Calderón. Paidós. Barcelona, 1995.
8 Herder, Johann Gottfried: Ensayo sobre el origen del lenguaje. En Obra Selecta. pp. 131-232. Traducción de Pedro Ribas. Alfaguara. Madrid, 1982.
9 DOGC, número 322, de 22 de abril 1983 y Pla per a la Llengua i la Cohesió Social. Educació i convivència intercultural. Anexo 1. Aules d´acollida, 4.
10 von Humboldt, Wilhelm: Sobre el estudio comparado de las lenguas en relación con las diversas épocas de su evolución. En Escritos sobre el lenguaje, pp. 33-59. Edición y traducción de Andrés Sánchez Pascual. Prólogo de José María Valverde. Península. Barcelona, 1990.
11 Lee Whorf, Benjamin: Lenguaje, Pensamiento y Realidad. Selección de escritos. Prólogo de Stuart Chase. Introducción de John B. Carroll. Traducción de José M. Pomares. Barral Editores. Barcelona, 1971.
12 Ibídem, p. 9.
13 Ibídem, pp. 277-278.
14 Pacte Nacional per la Llengua, pp. 34-35.
15 Ibídem, pp. 34-41.
16 Ibídem, pp. 35-36.
17 Parlament de Catalunya. El president demana a l’Assemblea Parlamentària de la Francofonia que segueixi la situació política de Catalunya perquè el TS no aplica la Llei d’amnistia. París, 11 de julio de 2025. https://www. parlament.cat/web/actualitat/noticies/index.html?p_id=295907247
18 Lodares, Juan Ramón: El paraíso políglota. Historias de lenguas en la España moderna contadas sin prejuicios. p. 212. Taurus. Madrid, 2000.
19 Milián Querol, Juan: Diez apuntes sobre el futuro de Cataluña y España. Cuadernos de Pensamiento Político, 85. Fundación FAES. Madrid. Enero/marzo, 2025.
20 Ferrater Mora, Josep: Reflexiones sobre Cataluña en Las formas de la vida catalana. Edición original en catalán: Editorial Selecta. Barcelona, 1944. Edición en español: Alianza Editorial. Madrid, 1987.

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