Rosalía y el catolicismo de la juventud española
«Rosalía sigue su camino. Libre. Porque la única ideología que vale es la libertad»

Carátula de 'Lux', el último disco de Rosalía.
En noviembre llegará Lux, el nuevo disco de Rosalía, y ya tenemos el primer single, una colaboración con Björk titulada Berghain, que es el nombre de una famosa discoteca de Berlín, conocida por su ambiente de libertad, anonimato y transformación. La islandesa, eterna exploradora de lo etéreo, y la catalana, maestra en fusionar lo ancestral con lo futurista, se encuentran en un terreno inesperado, lo espiritual. No es un capricho estético. Es una declaración. El tema central de Lux, según ha dicho la propia Rosalía en entrevistas, gira en torno a la búsqueda del sentido de la vida a través de la fe, y más concretamente, de la fe católica. No como un dogma impuesto, sino como refugio en un mundo que se deshace entre los dedos.
Pero Lux no es solo el nuevo trabajo de Rosalía. Es la parte de un todo. Y el resultado es que gran parte de la juventud española, esa que creció entre la crisis del 2008, el 15-M, la posverdad, y las redes sociales como nueva religión, está volviendo a las iglesias. Según el último barómetro del CIS, el porcentaje de jóvenes entre 18 y 24 años que se declaran «católicos practicantes» ha subido un 12% en los últimos tres años.
Y aquí entra Los domingos, la película de Alauda Ruiz de Azúa, que acaba de ganar la Concha de Oro en San Sebastián. Es la historia de una chica de 17 años de un barrio obrero, que escucha «la llamada de Dios». No es una metáfora. Es literal. Y decide hacerse monja. Su madre, atea militante y votante de izquierdas, entra en pánico. Mientras tanto, su padre no entiende nada. Sus amigos la llaman «facha». Pero ella sigue adelante. La película no juzga. Muestra. Y en esa demostración hay algo profundamente contemporáneo, la fe como acto de resistencia en un mundo donde todo es relativo.
Rosalía, Alauda, y miles de jóvenes anónimos comparten diagnóstico, vivimos en una sociedad líquida, como decía Bauman. Nada es sólido. El trabajo precario, las relaciones de usar y tirar, la verdad convertida en enemiga, el sentido de la vida reducido a una historia de Instagram. En ese vacío, la fe católica, con su liturgia, su historia, su comunidad, ofrece algo que el progresismo posmoderno no puede: un ancla. No una ideología. Un lugar donde asentarse.
Pero claro, no todos lo ven así. La izquierda posmoderna ha reaccionado con furia desmedida. En las redes sociales se atacó a Rosalía con frases como «¿Ahora resulta que el catolicismo es cool?», tuiteó una influencer con cientos de miles de seguidores. «Rosalía se apropia de la estética religiosa para vender discos, pero no dice nada del franquismo», escribió un columnista de un digital progresista, mezclando churras con merinas, cuando la oveja era él.
Y luego están los independentistas catalanes. El primer acto promocional de Lux fue en Madrid. Fue algo improvisado, lo más indicado siempre para una artista como Rosalía. Sorprenderse ella misma con la reacción de sus seguidores. Se subió a un coche y lo condujo por el centro de Madrid hasta llegar a Gran Vía donde tuvo que bajarse ante el tumulto creado por su aviso de que iba a estar en la Plaza de Callao en escasos minutos.
Pues eso no les gustó a sus fans más indepes. Su ideología sectaria aseguraba que una artista catalana como ella debía comenzar cualquier tipo de acto promocional en Cataluña, y si no, no se merecía esa condición. Católica y además eligiendo Madrid para presentar su nuevo disco. Para un votante de Esquerra, la CUP, Podemos o Sumar, se convirtió inmediatamente en alguien más siniestro que Abascal, pero sin la necesidad de afeitarse.
Un servidor no sabe a quién vota Rosalía. Tampoco me importa. Pero me gusta que no se acompleje. Que utilice simbología española en sus canciones y videoclips. Que los toros y el flamenco sean una parte más de su universo personal y artístico. Que cante en catalán cuando crea que tiene una canción donde es la mejor manera de expresarse.
La juventud española lo intuye. Alauda lo filma. Rosalía lo canta. Y un servidor, aunque no sea un católico practicante, lo es culturalmente. Mientras tanto, la izquierda posmoderna se rasga las vestiduras por no poder apropiarse del arte, la inteligencia y el corazón de nuestra cantante más internacional. Rosalía sigue su camino. Libre. Porque la única ideología que vale es la libertad. Y la libertad es la única forma de entender el arte, la cultura y la vida.
