The Objective
Hastío y estío

Santaolalla nos ilustra: Felipe es de derechas

«Si el mejor de los presidentes socialistas resulta ser de derechas, ¿dónde deja eso al partido socialista?»

Santaolalla nos ilustra: Felipe es de derechas

La abogada Sarah Santaolala. | Gustavo Valiente (EP)

La última gran estrella mediática que ha dado la televisión nacional, tanto pública como privada, pues está en ambas, y como Dios está en todos los lados, esa mujer que parece sacada de la época de la Ilustración, la gran Sarah Santaolalla, es la protagonista de la contraportada de El País en su edición del pasado lunes. Una página entera para alguien cuyas luces nacieron oscurecidas, como si convivieran permanentemente con el apagón general del pasado 28 de abril. Joaquín Sabina cantaba a quien le había robado el mes de abril, y nosotros podemos cantarle a quien le ha quitado las luces a la estrella televisiva más radiante.

Cada vez que Sarah opina en una tertulia, Saramago podía dedicarle un particular Ensayo sobre la ceguera. Santaolalla ve cosas que nadie más ve. Que el amor es ciego lo demuestra ella con su confianza delirante en el sanchismo. Se dice que hay cosas del corazón que la ciencia no entiende, y eso explicaría no sólo su presencia en casi todas las tertulias, sino el éxito de alguien que dice cosas que sólo están en su imaginación. Santaolalla es la Pascal del siglo XXI, confirmando que cualquier tiempo pasado fue mejor. 

Lo más llamativo de la entrevista que le hacen en El País, y lo que se ha hecho más viral, es ese titular que dice: «De la derecha respeto mucho a Felipe González», una presunta provocación donde echa por tierra al mejor de los presidentes que ha dado el PSOE al Gobierno de España. He dicho el mejor, que no bueno, pues ninguno de los presidentes que hemos sufrido (tampoco los del PP) se han acercado ni de lejos a la excelencia. González logró implementar una socialdemocracia moderna y europea, mejorable, pero también estable, hasta las llegadas de Zapatero y Sánchez, donde la socialdemocracia se ha difuminado en una izquierda posmoderna, y a la vez tan obsoleta como lo son los regímenes venezolanos o cubanos. Si el mejor de los presidentes socialistas resulta ser de derechas, ¿dónde deja eso al partido socialista? El mejor partido socialista para la omnipresente tertuliana es el que se acuesta con Bildu y consigue la amnistía para políticos que cometen delitos y quieren destruir el Estado español.

Sarah Santaolalla, con sus aires de intelectual del siglo XXI, pero con las ideas ancladas en un romanticismo político que huele a naftalina, nos regala estas perlas en las páginas de El País, ese bastión de la izquierda posmoderna, que a veces parece más un mausoleo de ideas caducas. «De la derecha respeto mucho a Felipe González», dice, como si estuviera confesando un pecado venial. ¿Provocación? Más bien es un lapsus freudiano que revela la esquizofrenia ideológica del PSOE actual. Porque si González, el artífice de la modernización de España en los 80, el que nos sacó del aislamiento franquista y nos metió en la OTAN con un «de entrada no» que luego fue sí, si ese hombre es de derechas, entonces ¿qué es Sánchez? ¿Un revolucionario bolivariano disfrazado de socialdemócrata?

Felipe González transformó el PSOE de un partido clandestino a una maquinaria electoral que ganó varias elecciones por mayoría absoluta. En 1982 logró 202 escaños, el récord hasta el día de hoy. Y en 1986 obtuvo 184 escaños. En 1989 tuvo 175, quedándose a uno de conseguir una tercera. Privatizó empresas estatales para hacerlas competitivas, realizó reformas laborales que fueron útiles, aunque fuera de forma temporal.  Y sí, cometió errores como los GAL, esa mancha imposible de borrar. Y también fue el precursor de todos los gobiernos que vinieron después, en hacer de la corrupción una parte fundamental de sus programas políticos. Pero comparado con lo que llegó después al PSOE, parece un estadista de la talla de Adenauer o Churchill. Zapatero llegó con su sonrisa de Mr. Bean y su Alianza de Civilizaciones, que sonaba bien, pero acabó en un diálogo con lo más vil del concierto nacional e internacional. Llamó a Otegi «hombre de paz» y empezaba a hacer buenas migas con el chavismo y sus aliados.

Y luego está el sanchismo, que Santaolalla defiende con la devoción de quien no cree en nada. Es en lo único en lo que demuestra tener coherencia. Unos postulados vacíos para alguien cuyo contenido también es hueco. Ganarse la vida no diciendo nada trascendente, ni mínimamente interesante. Defender unas ideas que sólo benefician a unos pocos, donde ella de manera colateral obtiene sus migajas. Lo que no sabe es que a quienes defiende nunca la dejarían entrar en la panadería.

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