Gracias, Junts
Sánchez, el superviviente por excelencia, se encuentra desde hoy en un limbo donde cada día en Moncloa es una victoria

Carles Puigdemont, Miriam Nogueras y Jordi Turull. | Nuria Camera (EFE)
Este martes se confirmó que a partir de ahora los españoles tendremos un Gobierno donde cada cosa que decida hacer tendrá la misma trascendencia que si fuera usted o un servidor el que quisiera llevarlas a cabo. ¿Se imaginan ustedes dónde acabaría una ley que propusieran como movimiento ciudadano? Todos sabemos que acabaría en el cubo de la basura, junto al resto de desperdicios y cosas residuales. Un servidor no puede estar más alejado de los postulados de Junts, pero debemos agradecerles que el peor Gobierno de la historia democrática de España, a partir de estos momentos, tenga la misma influencia que la que usted que me lee, o la de un servidor.
Míriam Nogueras en una sala del Congreso de los Diputados, hizo una declaración institucional donde dejó claro que a partir de este momento Junts bloquearía todas las leyes en marcha y que pudieran proponer, incluidos los Presupuestos Generales, por parte de este Gobierno, debido a que no han satisfecho las necesidades de Cataluña. Que el sanchismo apoyado por unos socios tan poco recomendables como los que tiene, esté atado de pies y manos para poder perpetrar maldades semejantes como la ley Begoña o la ley Bolaños es motivo suficiente como para celebrarlo por todo lo alto. Bloquearle unos Presupuestos Generales donde no puedan hacer un reparto de dinero público vil, donde se despilfarraría en asociaciones amigas y defensoras de valores woke y, por tanto, deshumanizantes, o partidas entregadas a partidos nacionalistas que pretenden romper España mientras los extremeños siguen teniendo unos trenes de juguete.
Un gobierno sin poder y sin Presupuestos sirve para lo mismo que para pasar el tiempo leyendo el último premio Planeta. Un entretenimiento vacío. «Estar» en el Gobierno, pero no «ser» el Gobierno. Calentar los escaños, ministerios, y habitaciones de la Moncloa con sus posaderas, pero sentir un frío helador en sus interiores por no poder echar más leña al fuego, pues el bosque está completamente devastado. Jugar a gobernar como lo haría un niño hasta que es llamado para cenar, alimentándose de un sueño que llegará después, pero que ya no pueden cumplir.
Pero vayamos más allá. Este impasse gubernamental obliga a reflexionar sobre el estado de nuestra democracia. ¿Cómo hemos llegado a un punto donde un partido minoritario, con agendas secesionistas, dicta el ritmo a un país entero? La respuesta está en la debilidad intrínseca del PSOE actual, un partido que ha mutado de socialdemócrata a oportunista, aliándose con quien sea necesario para sobrevivir. Sánchez, el superviviente por excelencia, se encuentra desde hoy en un limbo donde cada día en Moncloa es una victoria pírrica. Sin leyes que aprobar, sin presupuestos que ejecutar, su presente se reduce a discursos vacíos y fotos en cumbres internacionales donde fingirá una influencia que no tiene.
Pero no todo va a ser celebración. Este bloqueo también tiene riesgos. Si Junts persiste, podría forzar una crisis que derive en inestabilidad, con posibles repercusiones en los mercados o en la confianza internacional. España no es una isla, depende de la UE, y de inversores extranjeros. Un Gobierno inoperante podría ahuyentar capital, o aumentar el desempleo. Sin embargo, comparado con el daño que ha causado el sanchismo, deuda disparada, polarización social, erosión institucional, este paréntesis parece un mal menor.
En el fondo, este episodio revela la necesidad de una reforma profunda. Tal vez sea hora de replantear el sistema de pactos poselectorales, de evitar que minorías extremistas dicten la agenda nacional. Sánchez podría optar por disolver las Cortes y convocar elecciones, pero su ego lo impide. Prefiere vegetar en el poder que arriesgarse a una derrota.
Queridos lectores, celebremos este momento de respiro. Un Gobierno neutralizado es mejor que uno destructivo. Junts, involuntariamente, nos ha dado un regalo: tiempo para reflexionar, para preparar un cambio real. Que el sanchismo se marchite en su propia inacción, como una planta sin agua. España merece más que este circo. Un futuro donde el sentido común prevalezca sobre el oportunismo. Y mientras esperamos, sigamos vigilantes, porque la historia nos enseña que los peores gobiernos no caen por la presión externa, sino por su propia podredumbre interna.
Imaginemos el epílogo de esta farsa. Sánchez, solo en Moncloa, contemplando los jardines mientras sueña con reformas imposibles. Sus socios, dispersos en sus agendas particulares. Y España, al fin, respirando un aire más puro, libre de las toxinas legislativas que nos han envenenado. Este no es el fin, sino el principio de una regeneración necesaria. Gracias, Junts, por este servicio involuntario a España. Que dure lo suficiente para que el cambio sea inevitable.
