El hampón ha ejecutado a Mazón: ahora, los demás
Mazón ya es anécdota; ahora, del Rey abajo, todos, sin excepción, estamos en su diana

El presidente de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón. | Rober Solsona (EP)
Mazón ya es historia. Terrible historia. El hampón ha acabado con él y hasta con su vida. Así de fuerte. Desde la dimisión de Suárez, el cronista no había asistido a una comparecencia tan dramática, tan llena de arrepentimiento, pena y dolor como la de este lunes de Mazón. El hampón Sánchez, perfectamente auxiliado por sus gánsteres de la izquierda, le ha ejecutado sin piedad. Cierta derecha, muy mediática ella, le ha instalado en el cadalso. Me quedo con la sentencia terminal pronunciada por el acosado reo: «Pido a la ciudadanía que sepa distinguir entre un hombre que se equivocó y una mala persona»
Tampoco se había escuchado en la política española, desde la Transición hasta la fecha, una confesión tan desgarrada como esta. Claro está que a Sánchez —lo sabemos— le trae por una higa, pero en España, en este país, resulta más cruel, más infamante, que te digan «mala persona» que incluso, con todas las letras —perdón— «hijo de puta». La historia inmediata es que Mazón charló el jueves pasado con Feijóo y le transmitió: «No puedo más». Y su familia, al tanto de todo, no le dio opción: «Acaba con esto», le dijeron.
Dimitió sin ambages, pero ¡ojo!, la cacería no ha dado el último tiro; más bien, no, porque los tiradores siguen apostados para ametrallar a quienes se les pongan por delante: Juanma Moreno, Mañueco, Azcón… y, desde luego, Ayuso. El hampón ha mandado a sus corraleros a terminar con el PP. Luego él se puede eternizar. Perdón por la autocita del lunes pasado: «Quien crea que con la dimisión de Mazón se ha terminado la cacería es sencillamente un idiota». Ahora mismo, el episodio determinante son los doce días que tiene el PP para lograr el apoyo de su íntimo enemigo, Vox.
Las negociaciones, a cámara superrápida, ya han empezado. Feijóo y Abascal han hablado; bien haría el primero en tenérselas tiesas con el segundo: ha sido el enviado especial de Sánchez a la masacre. El PP, en medio de gran convulsión interna, ha puesto su carta sucesoria sobre la mesa: Juanfran Pérez Llorca, político regional valenciano de la estricta confianza —lo ha venido siendo— de Mazón; quizá ese sea ahora su debe, porque, en este instante, en Valencia menean el rabo tres o cuatro aspirantes; hasta el olvidado Camps, ya liberado de todos los zarpazos judiciales perpetrados por el sanchismo más salvaje, está en la rampa de salida.
Recuerdo en este momento una frase de Aznar cuando se dilucidaba su herencia: «En la vida hay que decidirse por el que presente menos inconvenientes». Y apostó por Rajoy y la cosa le salió medio regular. Vox, en este proceso, ya intenta estrujar, hasta la casi asfixia, a Feijóo. Su objetivo por ahora no es ganar las elecciones, sino que no las gane el PP pos-Mazón. Habría deseado que este resistiera para ir desangrándole poco a poco como a un conejo agonizante. Por esto, finalizado ese duro episodio, el acuerdo está en el aire y la pregunta es esta: ¿prefieren Abascal y sus costaleros dos elecciones en año y medio? Primero, las de ahora; después, las de mayo de 2027. Y esta otra: ¿querrá Vox apoyar a un aspirante asténico para dejarle en los huesos al PP? En este doble trance se desarrolla la presente historia.
Como la campaña cinegética no ha hecho más que empezar, el PP debe saber que no es cierto que muerto el perro se acabó la rabia, ni mucho menos. Por lo pronto, unas desquiciadas aldeanas que dicen representar —y es mentira— a las víctimas y no reparan en barras le tildan a Mazón directamente de «asesino». Una de ellas se trasladó el lunes al Círculo de Bellas Artes de Madrid, mausoleo de la izquierda hispana, refrendó su horroroso insulto, afirmó que «decimos lo que nos da la gana» y exigió que la Justicia meta cuanto antes en la cárcel a Mazón. Sin despeinarse la tía. Y no se quedan ahí: esta coyunda social-leninista quiere matar a toda la sociedad que no se doblegue ante ella. Los arrebatados de Vox (la pinza, es la pinza) piensan que la atroz montería no va con ellos. Mazón ya es una pieza abatida. Es curioso: Vox ha contemplado sin pestañear —pero introduciendo en el PP, al modo marxista, las contradicciones objetivas— cómo el propio Mazón se retiraba, mientras ellos clamaban de esta guisa: «¡Que siga, que siga!», como en el circo romano. Afortunadamente, Feijóo les prestó el menor caso posible.
Al presidente del centro-derecha español hay una variable que le debe preocupar: ¿influirá este ojeo carnicero en las elecciones de Extremadura? Las encuestas lo niegan; es más: parece que las publicadas son más prietas en resultado que las incógnitas, pero lo esperable es que Sánchez lleve a Cáceres y Badajoz la caída de Mazón como ejemplo y prototipo de lo mal que lo hace la odiada derecha. Se tratará de conducir a los electores a la conciencia de que Mazón es el PP peor encarado sea donde fuere el lugar en el que se lanza este dardo envenenado. Ya hemos abundado en que, como hemos venido escribiendo y diciendo, el trofeo Mazón ha sido pergeñado gracias también a qué insólitos medios del supuesto centroderecha han participado en la caza. No sabemos hasta qué punto los que han jugado a la ejecución del presidente de Valencia son conscientes de que también un día irán a por ellos, sencillamente porque no se someten totalmente (un poco sí) a la disciplina sanchista.
El hampón de La Moncloa no se compadece con regla alguna; es el estilo Don Mendo: «Si hay que matar, descabella». Hemos asistido a muchos capítulos de Sánchez atentando contra la democracia española. Nadie está libre de sus arrebatos letales. Es un hampón psicópata. La cacería se convoca todos los días a las ocho de la mañana en La Moncloa: a esa hora, Sánchez impone a sus costaleros la tarea de horadar, todavía más, la España constitucional. No va a parar hasta que consiga llevarla al hule. Mazón ya es anécdota; ahora, del Rey abajo, todos, sin excepción, estamos en su diana. El hampón ha convocado las siguientes monterías. Del Rey abajo, todos, absolutamente todos, somos caza mayor.
