Presumen del Watergate pero apoyan a Nixon
«Lo que tienen que hacer con el templo de Debod es volver a llenar el estanque, para que la piedra se refleje en el agua»

Imagen de archivo.
1. El que en esta semana informativamente tan loca el emérito Juan Carlos I haya tenido su parte de protagonismo, con la publicación de sus memorias y sus indiscreciones, hace pensar que él, y no Felipe VI, era el rey que le correspondía al sanchismo. Como ha dicho Teodoro León Gross, el exrey se está comportando más bien como un expresidente de república. De haberse mantenido en el trono, España tendría hoy una definitiva unidad de estilo (bajo). Solo cuatro años mediaron entre su abdicación y la llegada de Sánchez al Gobierno. Imagínense que hubiese aguantado: Sánchez sería hoy el dueño de todas las piezas.
2. El aplauso de los fiscales subalternos al fiscal general del Estado, en un receso del juicio en el que es el acusado, aunque no se sienta en el banquillo porque sigue ostentando su pompa, me parece el acto más logrado hasta ahora del Año Franco. Los españoles que no lo conocieron se habrán llevado una impresión muy exacta de lo que fue el franquismo.
3. La épica del periodista, cuando él mismo la exhibe, resulta un tanto sospechosa (además de embarazosa). Máxime si, como ocurre ahora, nuestro autoproclamado héroe del Watergate local por quien se desvive es por Nixon.
4. La otra noche confesó José Ignacio Wert en La brújula que le gustaba Vicky Cristina Barcelona. Así que somos dos, porque a mí también me gusta. Rafa Latorre y los demás contertulios se reían de esa película, y Daniel Gascón contó algo gracioso que dijo David Trueba cuando la vio: «Woody Allen ha podido comprobar por sí mismo lo difícil que es hacer cine español». Pero a mí me gustó: tenía un toque almodovariano con un cierto aire neoyorquino, más derivaciones landistas, no sé. A todo aquel cine de postal de Woody (París, Roma) en el peor momento de la crisis, yo lo llamé «el verdadero rescate de Europa». Se prolongó en San Sebastián (un San Sebastián idílico, sin nacionalistas) y ahora Ayuso pone dinero (de los madrileños) para que Woody ruede en Madrid. Quiero ver esa película, naturalmente. Sería ideal que sacara el jardincito del príncipe Anglona, aunque es improbable. Más probable es que salga el templo de Debod, tan Central Park al atardecer…
5. Al templo de Debod precisamente le quieren meter mano, como a todo lo perfecto. La excusa es su conservación, cuando un encanto del templo es el tiempo pasando por la piedra milenaria. Es también una nube de las de Borges: «No habrá una sola cosa que no sea / una nube. Lo son las catedrales / de vasta piedra y bíblicos cristales / que el tiempo allanará…». Lo que tienen que hacer con el templo de Debod es volver a llenar el estanque, para que la piedra se refleje en el agua. Y para que en la sección que da al horizonte vuelva a manar el surtidor, el ónfalo de Madrid.
6. He tenido la precaución de no escuchar aún el disco de Rosalía. Me libro así (¡provisionalmente!) del riesgo de entrar en éxtasis orgásmico como el de la beata Albertona (así llamábamos jocosamente en el instituto a la escultura de Bernini) y que se me derrame en la columna.
7. Le han dado a Miguel Gómez Losada el I Premio Internacional de Pintura Ciudad de Sevilla por La mesa de Rosa (Sehnsucht). Rosa era su madre. Sehnsucht es una palabra del romanticismo alemán que significa «un incontrolable deseo en el corazón humano hacia no se sabe qué». Veo al jurado apreciando la pincelada. Conozco a Losada desde hace 32 años. Hace ya muchos que es un maestro de la pintura.
